El deshielo político entre ambos gigantes sirve de preludio a la reunión de Joe Biden y Xi Jinping en noviembre en San Francisco.
Xi Jinping dice estar muy preocupado por el rumbo que está tomando la humanidad, con tantos conflictos en curso, inestabilidad financiera y continuas sacudidas del clima extremo. El presidente de China escribió hace unos días una carta con mucho peso dirigida a Estados Unidos en la que pide que ambas potencias trabajen de la mano para gestionar sus diferencias y que respondan juntas a los desafíos globales.
Hacía mucho tiempo que el líder chino no usaba un tono tan conciliador para dirigirse a su gran rival, a quien parece ofrecer una tregua. Desde Washington también llevan tiempo con movimientos en ese sentido, como enviar en cuatro meses a Pekín a tres secretarios del Gabinete norteamericano, sumando más visitas que en los dos años y medio anteriores.
La dura competencia perdurará, al igual que la lluvia de sanciones por ambos lados, así como la batalla por ganar la narrativa y extender la influencia global. Pero también es evidente el deshielo en las relaciones entre la primera y la segunda economía mundial. Esto es muy importante en un momento en el que el mundo ha visto estallar otra guerra en Oriente Próximo que amenaza con expandirse más allá de Israel y Palestina.
“Si Estados Unidos y China logran establecer una forma correcta para llevarse bien, eso será crucial para el mundo”, escribió Xi lanzando un llamamiento a favor de unas relaciones bilaterales más estables que se sustenten en los principios de “respeto mutuo, coexistencia pacífica y cooperación beneficiosa para todos”.
La inesperada misiva de Xi se leyó el miércoles en una cena de gala en Nueva York a la que asistieron destacadas figuras académicas, deportivas y culturales de China. Allí estaban el gigante Yao Ming, ex estrella de la NBA, Xue Lan, decano de la Universidad de Tsinghua, una de las más importantes del país asiático, y el premiado novelista Hao Jingfang. Todos, miembros del Partido Comunista Chino (PCCh), dijeron que habían cruzado el charco para sembrar el terreno que mejorara las relaciones.
Todo esto sucedía mientras en Pekín, Xi se reunía por sorpresa con el gobernador de California, Gavin Newsom. Al mismo tiempo, el máximo diplomático chino, Wang Yi, ministro de Relaciones Exteriores y consejero de Estado -uno de los peces más gordos de la potencia asiática-, cogía un avión rumbo a Washington.
Era la visita de más alto nivel de un funcionario chino desde antes de la pandemia. Un viaje que ha allanado el camino para una reunión entre Xi y Joe Biden al margen de la Cumbre de Cooperación Económica Asia-Pacífico que se celebrará en noviembre en San Francisco. Los funcionarios estadounidenses han confirmado la asistencia de Xi. Sería la primera vez que el presidente chino pisa EEUU en casi siete años.
Quien se encontró con Biden en la Casa Blanca el viernes fue Wang. Estuvieron una hora charlando. “Biden enfatizó que tanto Estados Unidos como China deben gestionar la competencia en la relación de manera responsable y mantener líneas de comunicación abiertas. También subrayó que deben trabajar juntos para abordar los desafíos globales”, destaca el comunicado que publicó Washington tras el encuentro, en la misma línea que la carta conciliadora que mandó el presidente chino a Nueva York.
Un día antes, Wang se reunió con el secretario de Estado Antony Blinken, que estuvo en Pekín en junio tras posponer su visita varios meses por la crisis diplomática de los globos espías chinos que sobrevolaron EEUU. Ese frente parece que quedó atrás. Al igual que la rabieta del Gobierno chino por el viaje en 2022 a Taiwan de la entonces presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi.
Aquella provocación encendió la paranoia china de que Washington estaba reconsiderando su postura de una sola China. No ha habido ningún cambio en ese sentido, aunque a los funcionarios asiáticos no les hace gracia el rearme de Taipei gracias al aumento de armas que les envía su aliado estadounidense.
Aquella visita de Pelosi, además de desatar una oleada de simulacros de invasión sin precedentes alrededor de la isla autónoma que consideran una parte de su territorio, rompieron la comunicación directa con el Ejército de EEUU en materia de seguridad. Una línea que se ha vuelto a abrir, como escenificará un foro de seguridad regional que arranca el domingo en la capital china y al que asistirá una delegación del Pentágono.
“Estados Unidos y China necesitan mantener un diálogo profundo e integral para reducir los malentendidos y estabilizar los lazos”, dijo Wang durante su reunión con Blinken. El ministro chino también se vio el viernes con el asesor de Seguridad Nacional, Jake Sullivan. “Buscamos ampliar una cooperación que beneficie a ambas partes para que podamos estabilizar las relaciones y devolverlas a la vía del desarrollo saludable, estable y sostenible”, reiteró el chino.
Como era de esperar, durante el viaje del enviado de Pekín también ha estado sobre la mesa la guerra en Oriente Próximo. Blinken ha insistido en que confía que Pekín use su influencia con Irán, uno de sus grandes socios en la región, para garantizar que el conflicto entre Israel y Hamas no se extienda.
Los analistas han señalado estos días que si ejército de Hizbulá, aliado de Teherán, abre un segundo frente de batalla en Israel, aumentarán las posibilidades de que uno de los dos portaaviones estadounidenses en la región ataque a Irán. El viernes se conoció que EEUU había lanzado ataques aéreos contra instalaciones utilizadas por grupos vinculados con Irán en el este de Siria, en represalia a golpes contra sus bases militares.
Desde China, donde tradicionalmente han respaldado la causa palestina, pero mantienen muy buenas relaciones comerciales con Israel, guardan una postura abierta con continuos llamamientos al alto al fuego y críticas al devastador ataque israelí en Gaza, a la vez que han reconocido públicamente el derecho de Israel de defenderse. Como ocurrió tras la invasión rusa en Ucrania, el Gobierno de Xi Jinping juega al equilibrismo con todas las partes involucradas en el conflicto, chocando con el respaldo mayoritario que se ha llevado el líder israelí, Benjamin Netanyahu, por parte de las potencias occidentales, empezando por Estados Unidos.
En medio de todas estas tormentas globales, Pekín y Washington hacen gala de poder blando con estas múltiples rondas de diplomacia que antes tanto se echaban de menos. Pero este acercamiento es compatible con el juego de fuerzas que se traen desde hace tiempo, con los dos titanes sacando músculo militar. Mientras Wang se reunía con Biden, la armada china sacaba a pasear una flota liderada por el portaaviones Shandong a través del Canal Bashi, via fluvial que se encuentra entre Taiwan y Filipinas, en dirección al Pacífico occidental, donde abundan los buques de guerra estadounidenses.