El primer marco regulatorio mundial, fraguado entre los Veintisiete y el Parlamento Europeo, no debe impedir el desarrollo de una tecnología clave para el progreso social.
La Unión Europea ha aprobado la primera gran regulación del mundo del campo de la inteligencia artificial (IA) después de un maratón negociador de varios días seguidos. La perspectiva de que la falta de acuerdo habría dejado el desarrollo desordenado de una tecnología que suscita no pocos temores ha acabado por forzar un difícil pacto entre el Parlamento Europeo y los Estados miembros.
Aunque no participaba en las negociaciones, la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, se felicitó en redes sociales de que se hubiera despejado el futuro de «una ley de inteligencia artificial de la UE, que es pionera en el mundo» y que crea «un marco legal único para el desarrollo de la inteligencia artificial el que se puede confiar».
El objetivo de esta ley es tratar de adelantarse a lo que tarde o temprano se hará necesario en todo el mundo, para favorecer que los estándares europeos se conviertan en mundiales, lo que se cree que ayudará a impulsar a la industria comunitaria frente a gigantes como China y Estados Unidos.
El redactado final se ha negociado bajo presidencia española, con la secretaria de Estado de Digitalización, Carme Artiga al frente. Los comisarios de mercado interior, Thierry Breton, y de Valores, Vera Jurova, estuvieron presentes en los debates en los que el Parlamento ha defendido una mayor protección para la intimidad de las personas y el Consejo ha evocado las necesidades de los cuerpos de seguridad en caso de graves delitos o amenazas a la seguridad nacional.
Una negociación de 36 horas
El acuerdo político fue alcanzado después de más de 36 horas de negociaciones, todo un récord incluso en Bruselas, y deberá ahora ser formalizado con un voto en el Pleno de la Eurocámara y su aprobación en la próxima sesión del Consejo de ministros, probablemente pasado mañana. El principal punto de fricción ha estado en la regulación del uso de las cámaras de reconocimiento facial (vigilancia biométrica) en espacios públicos.
El Parlamento quería que fueran prohibidas, pero los gobiernos han presionado hasta lograr que se permitan en casos justificados y con previa autorización judicial. Se trata de un campo especialmente delicado a la hora de legislar, si se tiene en cuenta que cuando la Comisión presentó su propuesta en abril de 2021 ni siquiera existía el ChatGPT, que ahora es el espacio más importante para aplicar la nueva norma, y que precisamente mientras estaban reunidos tratando de afinar esta ley pionera en el mundo Google anunciaba la puesta en marcha de su propia versión, aún más potente.
En general, la ley trata de definir los espacios de riesgo dentro de este universo de profundidades desconocidas. Algunos principios parecen claros, como la obligación de que todos los elementos que se generen con inteligencia artificial tendrán que ser reconocibles como tales. También se prohíbe usar la IA para hacer clasificaciones sociales con datos sobre la salud u otros.
La ley establece en su articulado cuales son las prohibiciones absolutas, pero muchos otros terrenos se han descrito en un anexo fuera de la ley como campos de riesgo, que estarán sometidos a restricciones. Para modificar la ley haría falta una nueva unanimidad, que ya se ha visto que es muy laboriosa de conseguir, mientras que las modificaciones que en el futuro se pudieran hacer necesarias en la zona de actividades de riesgo, pueden ser modificadas por la Comisión a través de un acto delegado.
La Comisión espera que esta ley favorezca un entorno atractivo para las empresas que quieren crecer en este campo y que el conjunto del tejido económico europeo, sobre todo las pymes, puedan utilizar la IA para aumentar su competitividad. Es sin duda una apuesta de gran calado, pero también avanza en un terreno incierto y desconocido para todos.