Transcurre otro verano en donde la anarquía está a la orden del día y los cambios que se impulsan encuentran alguna que otra resistencia; al tiempo que los guardavidas, otra vez, salen a reclamar por sus salarios.
En Mar del Plata rigen ordenanzas para todo. El tema es que muchas ya no se aplican. Un ejemplo claro es la ordenanza nº 15213, que prohíbe la actividad de los limpiavidrios, sancionada en 2003. En una época les secuestraban los elementos de trabajo para que ellos volvieran al poco rato; pero ahora, ni eso. Porque parte del problema es que, quien mucho abarca, poco aprieta, y la municipalidad —lógicamente— no puede tener a un agente parado en cada esquina de la ciudad controlándolo todo. Y si pudiera, igual no debería hacerlo: que el Gran Hermano siga siendo una ficción, gracias. Dicho esto, hay situaciones que son perfectamente previsibles y a las que se las puede abordar sin hacer ningún derroche de recursos. Todos sabemos que en verano, las playas se llenan. La gente se baña en el mar. Algunos, concurren a estas zonas de esparcimiento con perros. No es tan difícil.
Los guardavidas
A pesar de todo, prácticamente no hay verano en el que el Servicio de Seguridad en Playas no haga ruido: que si los municipalizan, que si arrancan en octubre o que —en medio del descalabro macroeconómico en el que nos dejó hundidos el último gobierno kirchnerista— cobran poco.
El secretario general de Guardavidas Asociados, Diego Serra, brindó esta semana una entrevista a la FM 99.9 para hablar sobre la reunión paritaria que tuvieron con la gestión Montenegro el pasado martes: «No se logró un acuerdo. El número está lejos todavía de lo que nosotros veníamos cerrando, que no era, ni más ni menos que el IPC. Era trasladar el IPC a los sueldos de los trabajadores».
Según relata Serra, esa fue la modalidad adoptada en los últimos cuatro años, pero esta vez la propuesta del ejecutivo fue bastante menor: «Nosotros lo que estamos solicitando es cerrar el 2023, lo que es el mes de diciembre, que nos falta trasladar esa inflación al sueldo de los trabajadores. Hoy, el ofrecimiento del ejecutivo está alrededor de un 12%, que es la mitad de lo que estamos pidiendo».
Ante la falta de acuerdo, una vez más, la ciudad asistió a otra marcha en pleno centro, y en plena temporada: los guardavidas se encaminaron por la peatonal hasta la rambla y coparon el sector de los lobos marinos, en donde estuvieron apostados cerca de media hora. Y, durante el día de ayer, volvieron a marchar, esta vez por la arena. Mañana se retoman las negociaciones, ¿habrá acuerdo?
Mirando el reloj
Mientras todo esto —y otras cosas más— sucede, no puede decirse que ni el ejecutivo local ni los concejales del oficialismo permanezcan indiferentes a los problemas de la ciudad, así que se lanzaron raudamente a solucionar un inconveniente que no existe: quieren derogar la ordenanza que prohíbe la práctica del surf en ciertas horas del día… a pesar de que no hay política alguna de reforzarla, ni quejas de parte de nadie.
Quien está al frente de esta —suponemos— bienintencionada pero quizás inútil batalla, es la concejal Marianela Romero, quien brindó una entrevista en la FM 99.9 para contar los detalles del proyecto.
«Se trata de una ordenanza de hace años que se encuentra vigente» explica la edil. Al parecer la norma —de la que nadie se acuerda, y nadie respeta— se sancionó con la intención de evitar que alguna persona termine lastimada tras recibir el golpe de una tabla de surf: «El objetivo era el resguardo de los bañistas y que puedan convivir, en distintos momentos del día, las prácticas acuáticas y la posibilidad de ingresar al mar sólo a bañarnos».
Según esta disposición, no se puede practicar surf en las playas marplatenses entre las 9 y las 19 hs. Claramente, la misma no se respeta: «Si vemos nuestras playas en cualquier momento, durante todo el día vemos gente que no sólo hace surf sino windsurf y otras actividades que se realizan con tablas dentro del agua. Esas actividades en realidad están prohibidas durante todo el año entre las 9 y las 19 hs. La primera opción es eliminar esta restricción».
Esta iniciativa, según Romero, se enmarca en cierta política por parte de la actual administración: «Venimos trabajando con el Ejecutivo con muchísimas políticas públicas que tienen que ver con el no prohibir, con permitir aquellas cosas que se han hecho costumbre en la comunidad».
Mordidas en la arena
Pero no todas las costumbres populares son probas, y una de las más disruptivas y peligrosas es la de bajar a la playa con perros que pueden ser potencialmente peligrosos. A pesar de la normativa al respecto, con este tema pasa lo mismo que con los limpia vidrios o con las restricciones al surf: es algo de lo que nadie se ocupa, aunque, este caso, deberían.
¿Y quiénes son los que tienen que lidiar con este tipo de eventos, cuando suceden? Justamente los guardavidas que, siendo las únicas figuras de autoridad que pisan la arena, se ven obligados a enfrentar cualquier tipo de situaciones caóticas, aunque esa no sea su tarea.
Al respecto, dice Romero: «La autoridad en playa depende de que sean UTF, que están licitadas, o si es una playa pública, con lo que la tarea se divide entre Inspección General y el Ente de Turismo. Ellos son los que tienen el poder de policía para hacer cumplir las normas locales dentro del ámbito de las playas».
En fin, ahora por lo menos sabemos hacia dónde tienen que apuntar los dedos si en algún momento en nuestras playas sucede alguna desgracia.
Ruleta rusa
Lejos de recibir apoyo, la propuesta de levantar las restricciones que nadie respeta en la actividad del surf es vista con cierta resistencia. Lo que dicen quienes trabajan en la arena durante todo el verano e incluso practican el deporte, es que no tiene sentido alguno levantar la restricción. Y aquí es donde aparece lo interesante, porque, puestos a analizar, ¿a quién beneficiaría la derogación de esta ordenanza?
Agostina Pellizzari, quien además de ser una reconocida surfista, trabaja como guardavidas, no dudó en criticar el proyecto: «Creo que este proyecto va a destinado a quienes están interesados en abrir escuelas de surf en lugares fijos, donde se ven limitados por la presencia de bañistas durante todo el día. Actualmente, las escuelas de surf —sean fijas, o móviles— intentan usar los horarios donde hay menor cantidad de gente en la playa para así evitar accidentes y poder disponer de espacio en el mar. El surfista —ya sea el que practica, o el que se está iniciando— también busca esos horarios porque entendemos que son los mejores para evitar a los bañistas. Quitar esas limitaciones sería darle pase libre a las escuelas de surf para que puedan dar clases masivas en cualquier horario».
No es la única crítica que Pellizzari arroja hacia la actual administración y la clase política en general: «Cada año los políticos se dedican a hacer campaña y sacarse la fotito cuando la necesitan. Especulan con el clima y juegan a la ruleta rusa con la vida de los visitantes y de los vecinos en nuestras playas. Negocian nuestras necesidades básicas y elementos mínimos y fundamentales para poder trabajar y presionan a nuestros gremios, recortando no sólo nuestros salarios, sino derechos antes logrados, degradando y desprestigiando nuestra profesión».
¿Y si escuchan?
Si hubo voces que se hayan alzado a lo largo de estos años pidiendo la derogación de la ordenanza que restringe el horario en el que se puede practicar surf en nuestra ciudad, desde acá, no las escuchamos. Pero sí se escuchan muchos otros reclamos, como los de los guardavidas que se sienten desamparados ante situaciones de violencia en las playas o la presencia de perros peligrosos, o quejas y denuncias por el descontrol que se vive en la nocturnidad en algunos sectores de la ciudad.
Otro reclamo más que se puede sumar a esta lista de temas ignorados, es el de la Asociación de Fomento Costa Azul que, como suele suceder en estas épocas, se han convertido lamentablemente en administradores de recursos insuficientes, al punto que el presidente de la entidad, de vez en cuando, paga de su bolsillo para que alguien corte el pasto de la Plaza René Favaloro.
Lejos de quedarse en una actitud de queja, estos fomentistas le han propuesto al municipio una solución razonable: la posibilidad de explotar el estacionamiento y así generar recursos. Pero, luego de tres años, pareciera que nadie los escucha.
Pero bueno, también uno tiene que entender los plazos, los tiempos, los trámites, ¿no? Bueno, en este caso, no, porque la facultad de otorgar este permiso la tiene el delegado del intendente en el Puerto, y es algo que, con ganas, se podría solucionar sin esfuerzo alguno.
Está bien, sí: deroguen la ordenanza del surf, si tienen ganas. Pero, ya que andan en eso, ¿no se podrían ocupar también de algún problema real?