“La mayoría de los rusos prefieren suicidarse con una granada a rendirse cuando van a ser capturados”

El soldado ucraniano Omelchenko relata la vida en el frente y analiza la lógica de los soldados enemigos, quienes “por alguna razón decidieron que esta guerra también tiene que ver con su supervivencia”.

«Tenía miedo de que Odesa fuera ocupada instantáneamente», confiesa Volodimir Omelchenko, un soldado ucraniano de 36 años, mientras recuerda los días antes de que Rusia lanzara su invasión a gran escala. El soldado pensó que los rusos obtendrían una superioridad aérea total mientras su flota amenazaba con abrumar las limitadas defensas de Ucrania en el mar. «¿Quién iba a imaginar que en estos dos años sus barcos se convertirían en ‘submarinos’ tan rápidamente?», se pregunta retóricamente.

A pesar de las dudas, Omelchenko, un guionista en su vida civil con un año de experiencia previa en combate en Donbás, se preparó, junto con sus compañeros, para una posible lucha guerrilleras. Las dudas tampoco le impidieron reunirse con la 28ª Brigada del Ejército ucraniano cuando las columnas rusas atravesaron las fronteras de su país.

Mientras su brigada defendía Mykolaiv, una ciudad portuaria clave en el camino a Odesa. Omelchenko trabajó en un antiguo sistema de lanzacohetes múltiple «Grad» de la era soviética, atacando la infantería, artillería y armas rusas. Empleando varios tipos de artillería, la brigada desmanteló e hizo retroceder enormes columnas rusas.

«Rusia tenía entonces una gran ventaja. Hubo momentos en que podían usar entre seis y ocho tipos diferentes de armas para intentar cazar a mi solitario Grad», recuerda Omelchenko. La llegada de lanzadores múltiples de cohetes HIMARS de precisión en el verano de 2022 ayudó a «derribar» la artillería rusa. Es muy peligrosa todavía, pero ahora sí que tienen miedo de recibir golpes de sus enemigos. Después de ayudar a liberar Jersón en el otoño de 2022, la brigada fue trasladada a defender Bajmut y desde entonces ha permanecido en la zona.

Omelchenko se muestra estoico ante el reciente revés del Ejército ucraniano en Avdivka. La retirada no es un desastre, sino una decisión tácticamente correcta, explica. «Adviivka es un barrio de la gigantesca ciudad de Donetsk, con toda la logística rusa a mano, mientras que nuestros muchachos tenían que suministrar todo a través de algunos caminos rurales», explica. Sus colegas nunca vieron tantos rusos muertos durante los años de guerra.

En general, los rusos solo han obtenido victorias locales después de éxitos iniciales en Ucrania, señala, mientras que Ucrania logró grandes victorias, como en Járkiv y Jersón. «No nos rendimos al principio y vamos a resistir. Esta es una guerra larga en la que ambos bandos están dispuestos a luchar hasta la muerte», dice con seguridad. Sin embargo, la motivación de cada lado es completamente diferente. «No tenemos otra opción porque estamos luchando por nuestras vidas», subraya.

En cambio, hace tiempo que perdió toda esperanza de comprender la lógica de los rusos, quienes «por alguna razón decidieron que esta guerra también tiene que ver con su supervivencia». Cualquier «sociedad normal» detendría su agresión una vez que sufriera enormes pérdidas como las sufridas en Ucrania y esto es lo que los aliados de Ucrania también esperaban erróneamente, comparte Omelchenko.

La mayoría de los rusos, sin embargo, ni siquiera quieren rendirse cuando están cerca de ser capturados y prefieren suicidarse con una granada, según el soldado. «Aquí hay algo más profundo que la propaganda del régimen. La propaganda puede hacer que la gente mate a otros. ¿Puede esto llevarles a suicidarse a tal escala?», se pregunta retóricamente. Esto hace que Omelchenko crea que lo único que puede detener a Rusia es una derrota decisiva, y que todas las demás medidas son solo una pérdida de esfuerzo y tiempo. Esta derrota prevé y va más allá del regreso del Ejército ucraniano a las fronteras internacionalmente reconocidas.

La situación es difícil, ya que los rusos han construido una fuerza militar bastante eficaz y una defensa formidable, que detuvo la contraofensiva ucraniana el año pasado, pero todo puede volver a empeorar rápidamente para los rusos, cree.

El desafío para Ucrania en estos momentos es descubrir cómo actuar en una situación en la que los drones ven todo sobre el campo de batalla y atrás. «El éxito en la guerra depende de la sorpresa y el engaño. Esto difícilmente se puede lograr si tanto ellos como nosotros escaneamos cada centímetro del frente», explica Omelchenko.

Sin embargo, los drones no pueden reemplazar las armas pesadas tradicionales, donde Ucrania depende de la ayuda internacional. Aunque nadie estaba preparado para una guerra a gran escala, Omelchenko cree que los líderes europeos están despertando a la urgencia de luchar contra la agresión rusa. «Es su ayuda la que no permite a los rusos cometer un genocidio masivo en Ucrania» asegura.

Omelchenko no entiende por qué, por ejemplo, Alemania se niega a entregar misiles «Taurus» de largo alcance a Ucrania. Sin embargo, considera que Europa es la más «ética» entre los aliados. «No nos dan falsas esperanzas. Se están moviendo consistentemente, paso a paso. Si prometen algo, lo cumplen». La voluntad de seguir luchando no es solo una cuestión de espíritu o de vocación, añade. «Nos ayuda saber que nuestras familias están relativamente seguras y cómodas, que tienen agua, electricidad, combustible y que el Estado y las leyes siguen funcionando. Le debemos mucho a Europa y a nuestros aliados porque nuestra economía difícilmente podría sobrevivir por sí sola».

Aunque la población rusa es 3,5 veces mayor, es un error pensar que la guerra es como un juego de ordenador en el que «si tienes 100 soldados y tu oponente tiene 80, ganas», advierte Omelchenko. Ucrania tampoco es un país pequeño y con sus 40 millones de habitantes puede plantar cara a cualquiera, cree. En realidad, la guerra tiene que ver principalmente con sistemas, logística y recursos. Omelchenko cree que el rápido desarrollo de las armas está en curso y recuerda cómo los ingenieros estaban ultimando los misiles «Neptun» justo en la costa de Odesa antes de usarlos para ahuyentar a la flota rusa y hundir al crucero «Moskva». «No sé cómo será todo en el futuro, pero veo mucha voluntad de seguir luchando».

Está casado y tiene tres hijos, lo que significa que no está obligado a permanecer en el Ejército, según la ley ucraniana. Dimitir antes de asegurar la victoria ucraniana no es algo que entra en sus planes. «Me parece que cuando me entierren, a los 80 años, pondrán a un pequeño ‘Grad’ en mi ataúd», sonríe Omelchenko.