La guerra de la policía tailandesa contra los 2.500 monos que roban comida

La situación se descontrola en la ciudad de Lopburi, donde los empresarios denuncian las fechorías de los primates.

Los tailandeses dicen que el verdadero “planeta de los simios” se encuentra en una pequeña ciudad a 140 kilómetros de Bangkok en la que tradicionalmente convivían en perfecta armonía monjes budistas y monos. Hasta que el Gobierno decidió dar un impulso turístico a este lugar, Lopburi, y convertirlo en una de las atracciones más divertidas para visitar en este pintoresco país del Sudeste Asiático. Fue entonces cuando los primates, enloquecidos por la marabunta de extraños que aparecían por sorpresa por sus hogares, por los templos y callejones que siempre habían habitado, comenzaron a hacer travesuras que han dejado de hacer gracia a las autoridades.

Hace un par de meses, los empresarios de Lopburi denunciaron que más de 3.500 monos habían “invadido” toda la ciudad, llevando a la ruina a sus negocios. El dueño del centro comercial más grande de la localidad se quejaba de que los animales se colaban constantemente en los establecimientos y acosaban a los clientes.

El propietario de una cadena de tiendas de ropa protestaba porque se estaba gastando una fortuna en reparar “todas las semanas” los escaparates de sus locales porque los monos rompían los cristales y se llevaban las prendas expuestas en los maniquíes. Incluso muchas niñas salen del colegio con pistolas de aire comprimido para ahuyentar a los peludos acosadores.

La situación se ha descontrolado tanto que Lopburi se está empezando a quedar sin turismo porque los malcriados monos, atraídos cuando empezó el boom turístico por la comida que les llevaban los visitantes, se lanzaban muy agresivos a por los manjares que les ofrecían, o directamente robaban a los turistas todos los alimentos que podían cuando estos se sentaban a comer en los puestos callejeros.

Ante el conflicto entre humanos y monos, las autoridades han decidido que es hora de comenzar una “guerra” contra estos animales. El plan es que agentes de policía entrenados en la captura de los macacos -que están clasificados como una especie protegida según la ley de conservación de la vida silvestre de Tailandia- ejecuten una limpieza sin precedentes en la ciudad: 2.500 monos serán capturados y reubicados en recintos abiertos, pero alejados de las vías urbanas.

El programa de captura supondrá un alivio a los negocios locales –“Y para recuperar a los inversores chinos que se fueron”, manifiesta un portavoz de la Cámara de Comercio de Lopburi-, pero también inquieta a los grupos animalistas porque dicen que esta purga, incentivada por las propias autoridades, puede atraer a otro tipo de cazadores: los que trafican con estos monos para los experimentos biomédicos.

La demanda de estos animales para laboratorios se ha disparado desde la pandemia. También su precio, sobre todo el de los macacos rhesus. Esta es la especie más solicitada por su proximidad genética a los humanos, lo que hace que sean los candidatos ideales para la industria privada de investigación de medicamentos y vacunas.

Antes del Covid, EEUU recibía el 60% de sus monos importados de China. Pero Pekín prohibió su venta al comienzo de la pandemia, una medida que disparó los precios: desde los 3.000 dólares, a los cerca de 40.000. Entonces, los cazadores furtivos de países asiáticos vieron una oportunidad de negocio y muchos de ellos han acabado en Tailandia, en lugares como Lopburi, en busca de los monos traviesos que roban comida a los turistas.