La joven, que también padece ansiedad, traumas, un trastorno de personalidad no especificado y autismo, espera que su muerte se produzca en las próximas semanas.
Zoraya ter Beek recibió la semana pasada la aprobación final para la muerte asistida tras un proceso de tres años y medio en virtud de una ley aprobada en Países Bajos en 2002. Su caso ha suscitado controversia, ya que la muerte asistida para personas con enfermedades psiquiátricas en Países Bajos sigue siendo inusual, aunque su número va en aumento. En 2010 hubo dos casos de sufrimiento psiquiátrico; en 2023, 138: el 1,5% de las 9.068 muertes por eutanasia.
Ter Beek dijo que era comprensible que casos como el suyo –y la cuestión más general de si la muerte asistida debe ser legal– fueran polémicos. «La gente cree que cuando uno tiene una enfermedad mental no puede pensar con claridad, lo cual es insultante», declaró al diario británico The Guardian. «Comprendo los temores de algunas personas discapacitadas sobre la muerte asistida, y la preocupación de que se les presione para morir. «Pero en Países Bajos tenemos esta ley desde hace más de 20 años. Hay normas muy estrictas, y es muy seguro».
Según la legislación Países Bajos, para poder optar a una muerte asistida, una persona debe estar experimentando «un sufrimiento insoportable sin perspectivas de mejora». Debe estar plenamente informada y ser competente para tomar tal decisión. Y la joven dice cumplir todos los requisitos. Padece depresión crónica, ansiedad, traumas y un trastorno de personalidad no especificado. También se le ha diagnosticado autismo. Cuando conoció a su pareja, pensó que el entorno seguro que le ofrecía la curaría. «Pero seguí autolesionándome y sintiéndome suicida».
Ter Beek decidió embarcarse en tratamientos intensivos, que incluían terapias de conversación, medicación y más de 30 sesiones de terapia electroconvulsiva (TEC). «En la terapia aprendí mucho sobre mí misma y sobre mecanismos de afrontamiento, pero no solucionó los problemas principales. Al principio del tratamiento, empiezas esperanzado. Pensé que mejoraría. Pero cuanto más dura el tratamiento, empiezas a perder la esperanza».
Una década después, no quedaba «nada» en términos de tratamiento. «Sabía que no podría afrontar la forma en que vivo ahora». Había pensado en quitarse la vida, pero la muerte violenta por suicidio de una amiga del colegio y su impacto en la familia de la chica la disuadieron.
«Terminé la terapia electroconvulsiva en agosto de 2020 y, tras un periodo de aceptación de que no había más tratamiento, solicité la muerte asistida en diciembre de ese año. Es un proceso largo y complicado. No es que pidas la muerte asistida un lunes y el viernes estés muerto», trasladó a The Guardian. «Estuve mucho tiempo en lista de espera para ser evaluada, porque hay muy pocos médicos dispuestos a participar en la muerte asistida para personas con sufrimiento mental. Luego te tiene que evaluar un equipo, tener una segunda opinión sobre tu elegibilidad, y su decisión tiene que ser revisada por otro médico independiente».
«En los tres años y medio que ha durado esto, nunca he dudado sobre mi decisión. He sentido culpa: tengo pareja, familia, amigos y no soy ciega a su dolor. Y he sentido miedo. Pero estoy absolutamente decidida a seguir adelante.
«Todos los médicos me dicen: “¿Estás segura? Puedes parar en cualquier momento”. Mi pareja ha estado en la sala en la mayoría de las conversaciones para apoyarme, pero varias veces le han pedido que se fuera para que los médicos pudieran estar seguros de que yo hablaba libremente».
Cuando en abril se publicó el artículo sobre su caso –que, según Ter Beek, contenía muchas inexactitudes y tergiversaciones–, su bandeja de entrada «explotó». La mayoría de los comentarios procedían de fuera de Países Bajos, en su mayoría de Estados Unidos.
«La gente decía: “No lo hagas, tu vida es preciosa”. Ya lo sé. Otros decían que tenían una cura, como una dieta especial o medicamentos. Algunos me decían que buscara a Jesús o a Alá, o que me quemaría en el infierno. Era una tormenta de mierda. No podía soportar tanta negatividad». Borró todas sus cuentas en las redes sociales.
Tras reunirse con su equipo médico, Ter Beek espera que su muerte se produzca en las próximas semanas. «Siento alivio. Ha sido una lucha tan larga». El día señalado, el equipo médico acudirá a casa de Ter Beek.«Empezarán dándome un sedante, y no me administrarán los fármacos que detienen el corazón hasta que esté en coma. Para mí será como quedarme dormida. Mi pareja estará allí, pero le he dicho que no pasa nada si necesita salir de la habitación antes del momento de la muerte», explica.