Al poco tiempo de marchar preso, a Segovia lo tuvieron que trasladar: se ve que tenía algún amigo en la estación de la Policía Comunal de Balcarce, lo que le permitió recibir visitas indebidas de las que el personal policial no tomó registro. Ahora está alojado en dependencias de la Federal mientras la fiscalía redobla esfuerzos para que la causa avance.
Le va a tomar mucho tiempo a la Justicia desentrañar la enorme red de contactos que tejió a lo largo de sus 23 años de carrera José Luis Segovia, el ex jefe departamental que hoy se encuentra detenido, acusado de ser la cabeza de una organización criminal que protegía delincuentes, desviaba investigaciones, cobraba por información sobre allanamientos, extorsionaba delincuentes para quedarse con parte del botín y controlaba el cambalache de actividades poco claras que se desarrollan en la zona de Luro e Independencia, de las cuales, la principal, pareciera ser el negocio de los llamados «arbolitos».
Uno de esos contactos es un exsubcomisario, hoy retirado de la fuerza policial, Juan Pablo Velázquez. Este ex funcionario fue condenado en la causa por irregularidades en la investigación por la muerte del comerciante Dardo Molina y exonerado de la fuerza. El pasado viernes 10 de mayo, estando de plena vigencia el secreto de sumario en la causa y la imposición de incomunicación para los detenidos, Velázquez ingresó al lugar de detención de Segovia pasadas las diez de la noche y permaneció allí una hora. La visita no quedó registrada en ningún lado, y sólo pudo ser advertida gracias a las imágenes de las cámaras de seguridad. La sospecha de la justicia es que este encuentro se realizó con la intención de entorpecer de alguna manera la investigación, por lo que el fiscal pidió el traslado de Segovia a una dependencia de la Federal. Por este incidente se formuló una denuncia por los posibles delitos de desobediencia e incumplimiento de los deberes de funcionario público contra los efectivos de Balcarce.
¿Yo señor? ¡No señor!
Apenas unas horas antes de este incidente, José Luis Segovia había prestado declaración indagatoria ante el fiscal general adjunto Marcos Pagella. ¿Qué dijo? Lo previsible: que él era inocente de toda inocencia y que toda persona que lo haya nombrado a él, es porque tiene motivos para odiarlo. Así es: lo odian los ex agentes de policía que funcionaban como recaudadores y extorsionadores, lo odian los «arbolitos», lo odian los funcionarios policiales que aún están en funciones y se están empezando a animar a hablar, y hasta lo odia el director de este medio, a quien Segovia nombró en su declaración de manera explícita. Parece ser que todo ese universo de personas se complotó contra él, apuntándolo una y otra vez en declaraciones y testimonios, y poniéndose de acuerdo de alguna forma para contar todos exactamente lo mismo sobre situaciones que, según el acusado, nunca sucedieron.
Uno de los hechos más importantes en esta historia, fue el enorme operativo que se hizo en la zona de Luro e Independencia que terminó con la detención de varios «arbolitos» que, al poco tiempo, fueron reemplazados por personas que hacían exactamente la misma actividad, pero ahora controlados por dos personas cuyos vínculos con Segovia son materia de investigación en esta causa. Según el ex jefe departamental, su detención se debe a acciones cuya motivación es vengarse, entre otros temas, por ese operativo:
«Voy a explicar el motivo de por qué organicé un operativo ni bien llegué a la Jefatura Departamental, a los pocos días que llegué. Ya estando en DDI se veía vinculados a esos lugares, cañeros que hemos metido presos, como Martín Juárez, el hermano Mono Juárez, Sberljuga, que es un caldo de cultivo del delito. De ahí salieron robos calificados, asaltos en vía pública. Incluso un homicidio en el que un hijo de un arbolito mató a un cliente. Toda esa mugre salió de esa basura de Luro e Independencia, y por eso se armó ese operativo», aseguró Segovia. «A partir de ese operativo, ese tipo de hechos desaparecieron, porque dejó de poder juntarse esa gente ahí. También mandé al jefe de la Comisaría Primera, que era Cristian Gari, y también al que fue después, que es Fernando López, para que armaran causas con la justicia federal sobre la venta de moneda extranjera», expresa.
Más tarde en su declaración, Segovia se victimiza diciendo: «Poner orden en el caos siempre trae problemas. Nunca respecto de Luro e Independencia nadie había hecho nada. El único que había que dijo que había que cortarlo y sacar esa mugre de ahí fui yo, y seguramente ahí se tocaran intereses de vaya a saber quiénes. Eso está vinculado con todos, y seguramente eso me generó enemistades».
Después del propio Segovia, uno de los personajes más siniestros en toda la cadena de hechos que investiga la justicia es al ex policía Christian Holtkamp, acusado de formar parte del grupo que secuestró y extorsionó a Carlos Juárez, uno de los autores materiales del robo conocido como causa «Cabo Corrientes», con la intención de que éste compartiera con ellos parte del botín. Por ese delito, fue acusado vanamente Mauricio Di Norcia, un «arbolito» que había tenido en el pasado problemas con Holtkamp, en una maniobra de distracción emanada del círculo más íntimo del ex jefe departamental.
Ahora Segovia asegura que su relación con Christian Holtkamp se resintió cuando a este último lo echaron de la fuerza: «Recuerdo que estando yo de jefe de operaciones en la DDI, se produce un hecho con Holtkamp en que le tira unos tiros en la luneta a un auto en el que iban cuatro chicos, porque pensó que querían robar. Esto es importante, me llamó porque yo era jefe de operaciones y fui al lugar del hecho, y al tiempo, después que habían mandado a Holtkamp al conurbano, me llamaron al juicio oral, en que habían pasado unos años. Yo declaré en el juicio porque me citaron como testigo, y me preguntaron sobre las sugerencias en la escuela de policía, si nos enseñaban a tirar por la luneta, yo dije la verdad, que era que no, y lo condenaron, y a partir de ahí se resintió del todo la relación con Holtkamp, que a partir de ahí me empezó a odiar».
Así se configura la inverosímil teoría de Segovia al respecto de los hechos que le imputan: que él no estaba al tanto de la información que emanaba de su círculo más íntimo y terminaba en manos de delincuentes y extorsionadores, que él no tenía idea de los movimientos de dinero registrados en un local dedicado a la compraventa de moneda extranjera que eran consignados con la sigla «DDI», y que todo es una conspiración armada por personas que lo odian.
En esa línea de pensamiento, no debería sorprendernos sí —abrevando del Manual de Comunicación C5N— no termina diciendo que, los que lo mandaron a Juan Pablo Velázquez a visitarlo a Balcarce, fuimos nosotros desde acá, de la redacción de N&P.
Más denuncias
Esta historia recién empieza. En esta semana pueden darse novedades muy importantes en la causa a partir de la apertura del teléfono y otros dispositivos que fueron secuestrados en el sucucho que Segovia se había armado en la Departamental, por donde se rumorea que ha pasado más de una fémina uniformada. O, mejor dicho, sin el uniforme.
Pero, además, la fiscalía está recibiendo información por parte de personas que venían hace años denunciando a Segovia y que, hasta ahora, no habían sido escuchadas. Vale recordar que el ex jefe de la Departamental se ha jactado durante años de su estrecho vínculo con el fiscal general Fenández Garello, lo que permitiría entender por qué tantas denuncias cayeron en saco roto a lo largo de los años.
Pero pareciera que se termina. La Justicia está atenta. Lograron detectar los movimientos de Juan Pablo Velázquez y pidieron el traslado de Segovia para evitar que éste siguiera recibiendo visitas inadecuadas. Ya comenzaron a desfilar los testigos y mucha gente que estaba amedrentada hasta ahora, se está animando a hablar.
Quizás, por fin, se haga justicia.