El discurso de Le Pen comienza a calar en el departamento más pobre de Francia, feudo de la izquierda y con un 43% de población inmigrante.
Caminando por la Plaza du Caquet, en pleno corazón de la ciudad de Saint Denis, una voz sigilosa interrumpe nuestro recorrido. Con tono temeroso pero audaz, lanza una pregunta directa: «¿Quieres una medicina?». Las alarmas internas se encienden con un sobresalto. Es mejor mantenerse a raya de una oferta como esa y seguir adelante. El vendedor, con acento árabe y rasgos africanos, insiste con una frase épica: «Es Lyrica, la droga de los pobres».
Y ciertamente, el título combina a la perfección con el escenario: estamos en Seine-Saint Denis, el departamento más pobre de toda Francia. La droga corre tranquilamente por las calles aunque la Policía patrulle cada cinco minutos. La suciedad inunda la acera y todos están vigilantes ante cualquier amenaza. Según el Instituto Nacional de Estadística y de Estudios Económicos de Francia, casi un 27% de la población de Seine-Saint Denis –1,6 millones de personas– se ubica bajo el umbral de la pobreza. Es decir, vive con menos de 965 euros mensuales. Es también el departamento con mayor índice de criminalidad: en 2023, un informe de la Asamblea Nacional registraba 426 actos de delincuencia diarios en la zona.
Saint Denis es famoso igualmente por ser hervidero de nacionalidades diversas, con una tasa de población migrante que se eleva a 43%, la mayoría procedente de países africanos, especialmente de Argelia, Marruecos y Túnez. Después de unos pocos pasos en el centro de Saint Denis, es difícil saber qué idioma se habla más, si el francés o el árabe. En medio de esta mezcolanza, palpamos las opiniones de la gente con respecto a las elecciones legislativas del 30 de junio y 7 de julio. La zona es tradicionalmente de izquierda pero, ante el ascenso de la ultraderecha a todos los niveles, nos encontramos con varias sorpresas.
«En mi opinión, la gente está harta. No es que estemos volviéndonos racistas», dice Lea, franco-argelina con más de 25 años viviendo en Francia. «La gente está harta del alto coste de la vida, harta del dinero que damos a Ucrania y a Israel, harta de la inseguridad. Con todo eso, me parece normal que la extrema derecha aumente su popularidad. Pero te digo: Macron no va a entregar el poder. Va aplicar el artículo 16 de la Constitución y se va a quedar con todo el poder. Yo creo que igual votaré por la izquierda. No lo sé aún».
El artículo 16 preocupa a muchos franceses porque le otorga poderes plenos al presidente de la República en caso de «mal funcionamientos de los poderes públicos». Si Jordan Bardella, líder de la extrema derecha, obtiene una mayoría parlamentaria que lo catapulte al puesto de primer ministro y la cohabitación con Macron se vuelve una parálisis gubernamental, el artículo 16 podría activarse, aunque la presidencia lo descarte por ahora.
En medio de la plaza, un hombre argelino se acerca. Quiere expresar sus ideas políticas aunque confiesa desde el principio que no puede votar en Francia. Cuando le acercamos el micrófono, se presenta como Amine, tiene 32 años y dice algo totalmente inesperado: «Jordan Bardella es para mí un ejemplo. Ya ves, es joven, tiene 28 años, ha estudiado, se va a presentar a las elecciones. Es un ejemplo. Y te digo una cosa, yo soy argelino, pero no me gusta que la escoria argelina venga aquí a robar, a molestar, a no hacer nada. ¿Sabes por qué Francia se ha venido abajo? Por la ‘harga’, la inmigración clandestina. Se vienen en barcos y llegan aquí a hacer cosas ilegales para ganar dinero». «Si Francia me ofrece un trabajo, lo hago correctamente, pago mis impuestos correctamente. Pero ellos no. Yo votaría por Bardella, para que ponga orden», termina Amine.
Pero en Saint Denis, como en el resto de Francia, el tema de la inmigración ha pasado a un segundo plano. La principal preocupación es el poder adquisitivo: cómo arreglárselas para pagar la renta y la energía, los mayores dolores de cabeza en este momento. En ese sentido, algunos vecinos de Saint Denis fustigan a Macron por su falta de conexión con la realidad.
Alain, jubilado de 77 años, francés de nacimiento, lo dice de viva voz: «El Gobierno de Macron se ha comportado como un imbécil. No escucha a los franceses. Viven en una burbuja y no bajan a hablar con la gente de los suburbios, de las viviendas sociales. Hay gente que no llega a fin de mes. No votaré por Macron y tampoco votaré por la alianza de izquierda. ¿Sabes por qué? Porque está Mélenchon y es un loco. Has visto sus declaraciones, ¿no? Tiene un programa demente y una posición antisemita radical. Está loco ese tipo».
Hace dos años, en el fragor de las elecciones presidenciales de 2022, las declaraciones contra Mélenchon en Saint Denis eran casi impensables. Aquí, el líder de extrema izquierda logró un porcentaje de casi 50% en la primera vuelta, dejando muy atrás a Macron y Le Pen, que alcanzaron un 20,27% y 11,88% respectivamente. Hoy el sentimiento es muy distinto. Saint Denis sigue siendo un bastión de la izquierda, pero el voto ya no es tan automático. Puede inclinarse hacia otras tendencias.
Para terminar, sondeamos un poco las opiniones sobre las declaraciones de Kylian Mbappé, la estrella del fútbol francés, que nació en Seine-Saint Denis y que el pasado domingo llamó a sus compatriotas a «no votar por los extremos». Mbappé es admirado por su calidad de juego, pero sus declaraciones políticas no cayeron del todo bien. «Creo que alguien lo ha manipulado. Perdón por decir esto, pero creo que Mbappé no es muy inteligente», dice Lea, argelina. «Esas palabras no son realmente suyas. Y bueno, no hay que olvidar que es un amigo de Macron. Recuerda que fue invitado al Palacio del Elíseo». Por su parte, Sébastien, francés de 45 años, es más radical: «Me parece inaudito que futbolistas multimillonarios vengan a darnos lecciones».