Defensor del Pueblo: un gasto innecesario

La reforma de la Constitución en 1994 incorporó figuras del derecho europeo, fuertemente influído por el carácter monárquico de la mayoría de sus naciones. Una de esas figuras, es la del Defensor del Pueblo.

Una atropellada interpretación y la tontería de ir por la moda del momento llevó a que se impulsara en Mar del Plata la Defensoría del Pueblo de General Pueyrredón. Cabe decir que el cargo, a nivel nacional, está vacante desde 2009 y que a ninguno de los gobiernos que pasaron desde entonces, no importa cuál fuera su signo, se le ocurrió nombrar a ninguna persona para ocuparlo.

Pero en nuestra ciudad la situación es aún peor, porque durante el segundo gobierno del ex intendente Cospelito Perogrullo, el natural de Dolores arribó a un acuerdo con la UCR del momento para acordar temas internos del Concejo Deliberante que implicó llevar la institución de un representante a tres.

Debo señalar que, para nuestro partido, tener veinticuatro concejales, ya es un despropósito. Sumarle además, tres individuos más, es un dislate. Ahora, se ha logrado volver al estadío original, es decir, un sólo representante de la Defensoría del Pueblo con los mismos oropeles y salario que los de un curul electo. No alcanza, se debería ir por más: directamente eliminar a la Defensoría, un cuerpo extraño a la democracia en el cual un individuo electo de manera corporativa ejerce un cargo en pie de igualdad con los representantes electos por el voto popular. La lógica de nuestro sistema democrático es que sean los propios concejales quienes defiendan al pueblo. Ese es su rol.

Se gastan millones del dinero de los contribuyentes en algo absolutamente innecesario. La dilación actual mantiene aún a una persona sin honorabilidad alguna —Daniel Barragán— frente a este engendro. Si hay que racionalizar para que las cuentas públicas calcen, este es un buen lugar para empezar.

Y que no se diga que hay preocupación por lo que diga la gente, no hagamos circo con un tema que sólo le es útil a los actores del poder en la ciudad. Se han presentado un conjunto de vecinos de buena fe a pretender el cargo. Tengo una noticia para ellos: por más que hagan presencia en redes, y por muy buen conceptuados que estén por los vecinos del común, no hay chance.

¿Por qué? Porque lo que resulte de todo esto se cocina muy lejos de la mirada de la sociedad, en acuerdos políticos entre quienes ya son parte de esta película… que no es una gran película. Como alguna vez lo señaló muy seriamente Mario Roberto Russak, la mediocridad, es feroz.

Lamentablemente, nadie de los que ya forman parte se anima a dar el paso lógico que es quitarle peso a la barca de este globo en el que estamos todos subidos: aún con la capito diminutio de haber vuelto a la fórmula orginal de un sólo representante en el cargo, la realidad es que la Defensoría del Pueblo sigue siendo una institución innecesaria.

Hace unos días se publico en redes un mapa de argentina con una leyenda que rezaba: «en rojo los municipios y provincias que quitan y reducen tasas e impuestos». Obvio, el mapa lucia un blanco prístino.