La designación de Marcelo Lacedonia como defensor oficial significó, en los hechos, la ratificación de la sociedad política entre Maximiliano Abad y Guillermo Montenegro.
También significó un duro golpe para los unidos patrióticamente y para los concejales del PRO: tal como lo señaló Horacio Taccone en la 99.9, éstos se mantuvieron mudos y no cambiaron ni pullas ni conceptos con la oposición. El porque es muy claro para los seguidores de la política lugareña: hay una vieja rémora monárquica en considerar a la gente, a las personas, como cosa propia.
El presidente del PRO local, Emiliano Giri, ardió en sus partes íntimas al enterarse quién era la persona propuesta por la UCR con el aval del intendente, a punto tal que le reclamó a Montenegro un enroque, buscando que no accediera al nombramiento de Lacedonia al cargo de Defensor del Pueblo. Tan fuerte fue la presión, que el presidente del bloque PRO, Agustín Neme, se terminó enzarzando en una fuerte discusión con Alejandro Rabinovich, señalando que el bloque no aprobaba la jugada. Sin embargo, mantuvieron la boca cerrada en la sesión en la que finalmente, con el retiro de la oposición y la ausencia del bloque de la Coalición Cívica, se contó con la mano alzada de todos los curules del PRO para confirmar a Lacedonia en el cargo.
Llegaron a su máximo, quedando en claro que la circunstancia política no da para más. Pero hay cuestiones en la vida que son expresadas en la política y que van marcando el camino: si sos el armador y el genio que llevó a Carlos Fernando Arroyo a la intendencia, no podes twittear que «terminado el tiempo de Arroyo llego el tiempo de Montenegro». Si te la jugás por un candidato, y perdés al otro día, no podés poner tu gente y tu estructura al servicio de otro, ajeno a tu partido. En esta aldea urbanamente extendida, el poder se juega en el espacio de dos baldosas, y todo se sabe. La política, como la vida, es para los constantes: como le señaló Messi a su hijo Theo, «si querés jugar al fútbol, tenés que entrenar todos los días». No a veces, o de a ratos.
Fue una semana fuerte políticamente, con muchos mensajes hipócritas. Esa hipocresía la señaló muy bien en el recinto el concejal Núñez, hablando de los vaivenes y ditirambos de los concejales opositores como es el caso de Ariel Ciano que, de tantas camisetas que ha vestido ya, no se sabe qué colores defiende (si es que alguna vez buscó algo que no fuera su beneficio personal).
De no ser por lo penoso me reiría un rato largo de los dichos de la concejal de Cospelito que critica diciendo «ni mayoría calificada ni democracia semidirecta y participativa, como hizo Acción Marplatense». Sí, lo hicieron bárbaro: se pasó de un sólo cargo monárquico a tres. Fantástico.