Se parece a lo que sucede en la mítica película de Forrest Gump: Javier Milei comenzó a correr y, al timepo, detrás suyo se sumaron algunos, luego cientos, más tarde miles hasta terminar siendo votado por millones.
Ni el propio Milei sabía, al inicio de su fama mediática, a dónde llegaría. Se trató de una apuesta personal que proyecta las sombras de una alta operación política. Su lenguaje crudo de ira permanente y muy al «uso nostro» de las formas, provocó el enojo de amplios sectores sociales.
Hoy los medios, habituados a tratar con el personaje político común, no saben cómo abordar lo que ocurre: se cuentan los funcionarios expulsados del gobierno —en su mayoría, de malos modos, o con escarnio público— pero, como en su gran mayoría no son personajes conocidos, del escarnio poco se dice y la lectura mediática se agota en pequeños círculos de minorías intensas.
Los algunos, que luego fueron miles y después millones que corrían detrás de Forrest, al igual que los millones de votantes de Milei no sabían por qué lo hacían. Los que lo votaron, aún no saben por qué lo votaron. En ambos casos, se trata de una fe por fuera de toda lógica.
Y el entuerto es tal, que un ex asesor de Alberto Fernández, Antonio Aracre, juega hoy cada día a fondo bancando las políticas actuales y dando la batalla mediática a favor del camino emprendido por la actual administración nacional. Con un escaso grupo de fieles, el varapalo diario a la corrupción de décadas suena fuerte mediáticamente —y (oremos) judicialmente— como nunca en estas décadas de expolio del dinero público. Las denuncias presentadas que están en desarrollo judicial revelan que —tal como en este medio se ha señalado— en Argentina, detrás de cada necesidad, se armó un curro: miles de millones robados al erario público para sostener organizaciones políticas y enriquecer a sus dirigentes. Los que han corrido detrás del discurso a veces (demasiadas) escatológico de Milei, ven en cada revelación del latrocinio una razón para sostener su fe en que el cambio es algo real.
Impacta ver cómo los juegos de poder que acorralaron al gobierno de Fernando De La Rúa hasta su caída, y que troncharon la reelección de Mauricio Macri, no hallan piso firme para arremeter contra los muros del palacio. La caída del índice de criminalidad en Santa Fe y en particular en Rosario, es un caso de libro: llamado «Plan bandera» en un informe reservado dejado trascender a los medios se señala que en todo Rosario hubo una reducción de más del 50% de homicidios dolosos frente al mismo período del año pasado, mientras que en las zonas a cargo de las fuerzas federales la disminución interanual estuvo en el orden del 70% en homicidios. «Es la cifra de hechos violentos más baja en los últimos 10 años», indica el informe. Agrega: «Esto se complementa con la reducción de 50% en atentados contra la propiedad privada y extorsiones a comerciantes, y una fuerte baja de 55% en cantidad de heridos por armas de fuego».
Es tan impactante como la caída de la inflación, o los superávit logrados en seis meses. La gente aún corre detrás de Milei como corrían aquellos cientos de miles que corrían tras Forrest Gump. A veces, el destino se empeña en hacer del ridículo una puerta de salida.