La psicóloga nacida en Irán y radicada en Argentina desde muy pequeña, analizó en la 99.9 la realidad que todavía vive cotidianamente parte de su familia.
Las mujeres iraníes padecen cotidianamente el régimen de los Ayatollah que no les permite bajo ninguna circunstancia expresarse como tales. Ni siquiera ser vistas.
Alaleh Nejafian es una psicóloga que nació en Irán pero desde muy pequeña está radicada en Argentina. Su vínculo con el resto de su familia iraní es constante y sigue sufriendo por su gente, lo que atraviesa el pueblo iraní.
En el contexto de la presentación de su primer libro “Por amor. Por qué pasamos de soportarlo todo a no soportar nada” habló a través de la 99.9 sobre su pasado y su percepción de lo que pasa en su país de nacimiento: “nací en Irán y a mis cuatro años, llegamos a la Argentina, después del exilio. En una situación muy compleja familiar. Mis padres encontraron muy pocas opciones y entre ellas, por suerte, estaba la Argentina. Me siento obviamente argentina, pero estas raíces y estos orígenes están muy presentes en mi vida”.
A pesar del paso de los años, siente la realidad del pueblo iraní muy cercana y está interesada cotidianamente en lo que allí sucede: “ayer conversamos con una prima mía que vive en Irán, y yo reflexionaba con ella que si bien cuando yo era pequeña veía a mis padres muy tristes, muy deprimidos por la migración, hoy día ya siendo adulta, estoy por cumplir 40 años, veo con otros ojos lo que sucedió. Mi vida cambió completamente para bien, porque soy una mujer con muchos privilegios, tuve la suerte de poder elegir con quién casarme, qué profesión estudiar, cómo vivir, y no así mis padres, mis primos y mis primas que tuvieron una vida, en ese sentido, mucho más compleja. Lamentablemente esto lleva décadas, y mi generación está muy golpeada, porque la situación económica de Irán también es bastante profunda, y vivir en estos contextos de falta de libertad y de no poder expresar nuestra feminidad aunque es un tema que recae también en los varones que viven muy mal y bajo mandatos de masculinidad que les hace mucho daño”.
Hoy la juventud iraní está tratando de generar pequeñas revoluciones contra un régimen iraní realmente cruel y restrictivo. En ese sentido, Nejafián reflexionó que “la gran diferencia entre esta generación y la de mis padres es el acceso a Internet. Mis padres podían imaginar que había otros modos de vivir, y con eso se encontraron cuando llegaron a la Argentina, con todo el impacto que eso les generó, pero en el caso de mi generación y de las siguientes, hay un acceso a Internet y sabemos lo que está ocurriendo, consumimos lo que está ocurriendo en otras partes del mundo. Hay una gran disociación entre la vida privada e íntima, lo que sucede en las calles y lo que sucede en el mundo y es muy angustiante esa situación. Cada vez que los jóvenes deciden salir a la calle y pelear todos sus derechos, asumen un gran riesgo. Obviamente que es un tema que en lo familiar nos preocupa, quisiéramos que todos se quedaran en casa pero por otro lado, no puede terminar de ocurrir un cambio, una revolución en ese modo de vivir sino es con la lucha de los jóvenes”.
Para Alaleh resulta importante destacar lo bien que puede vivir en nuestro país contra ese discurso de queja dominante que indica que todo en Argentina está mal: “visibilizar lo que está pasando nos hace poner los pies sobre la tierra y entender que a veces naturalizamos lo mal que estamos y yo vivo un poco disociada entre una realidad y otra. No suelo decir eso, más allá de los problemas económicos que son muy fuertes y la lucha diaria de las personas por salir adelante, en materia de feminismo la verdad es que Argentina está muy bien, y hay que decirlo, y yo agradezco profundamente vivir en un país como este”.
Su libro apunta específicamente a la manera en que nos relacionamos para vivir el amor y como hay una constante negación del otro que afecta todo el entorno: “el libro un poco apunta a pensar por qué pasamos de soportarlo todo a no soportar nada, porque en la caída de viejas estructuras, y en eso el feminismo tiene mucho que ver, han caído mandatos, prohibiciones y deber ser. Por otro lado nos encontramos en un momento que yo llamo una zona gris angustiosa en la que no sabemos muy bien cómo comportarnos y hacia dónde ir. Sobre todo en personas de mi rango etario, no hay modelos de referencia. En otra generación sabíamos que una cosa venía después de otra: conocer a alguien, casarse, tener hijos, en términos generales. Hoy esto no es así. Incluso el mandato de maternidad y paternidad están también revisándose. Es una época en la que las personas también están muy, muy preocupadas por estar con alguien, por ser amadas y elegidas, pero se preocupan muy poco por desarrollar de algún modo el arte de amar, porque es un arte poder amar, poder restarse un poquito para dar lugar a la construcción de un lazo amoroso. Hay una tolerancia muy baja a la diferencia, a tolerar lo diferente, a no estar de acuerdo, a restar un poco de individualismo para poder estar con un otro”.