El espectacular aumento de las tasas de obesidad en Estados Unidos desde 1990 fue revelado por un nuevo estudio.
Casi tres cuartas partes de los adultos estadounidenses tienen sobrepeso o son obesos, según un nuevo estudio. Los resultados tienen implicaciones de gran alcance para la salud y los costos médicos del país, que se enfrenta a una creciente carga de enfermedades relacionadas con el peso corporal.
El estudio, publicado el jueves en The Lancet, revela el sorprendente aumento de las tasas de obesidad en todo el país desde 1990 —cuando poco más de la mitad de los adultos tenían sobrepeso o eran obesos— y muestra cómo cada vez más personas tienen sobrepeso o son obesas a edades más tempranas que en el pasado. Ambas afecciones pueden aumentar el riesgo de diabetes, hipertensión arterial y cardiopatías, y acortar la esperanza de vida.
Los autores del estudio documentaron aumentos de las tasas de sobrepeso y obesidad en todas las edades. Se mostraron especialmente alarmados por el pronunciado aumento entre los niños, de los cuales más de uno de cada tres padece sobrepeso u obesidad. Según sus previsiones, sin una intervención enérgica, el número de personas con sobrepeso y obesidad seguirá aumentando hasta alcanzar los 260 millones en 2050.
“Yo lo consideraría una epidemia”, dijo Marie Ng, quien es profesora asociada del Instituto de Métrica y Evaluación Sanitarias de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington y coautora del nuevo estudio.
Ng y sus coautores afirman que las políticas existentes no han hecho lo suficiente para abordar la crisis, y añaden que es necesaria una “reforma importante” para evitar que esta empeore.
“Va a requerir mucha más atención y mucha más inversión de la que estamos prestando actualmente al problema”, dijo Sarah Armstrong, profesora de pediatría y ciencias de la salud de la población en la Universidad de Duke, quien no participó en el estudio.
En el documento se definió a los adultos con “sobrepeso” como aquellos mayores de 25 años con un índice de masa corporal igual o superior a 25, y a los adultos “obesos” como aquellos con un IMC igual o superior a 30. Los autores reconocieron que el IMC es una medida imperfecta que puede no captar las variaciones en la estructura corporal de la población. Pero desde una perspectiva científica, dijeron los expertos, el IMC está correlacionado con otras medidas de la grasa corporal y es una herramienta práctica para estudiarla a nivel poblacional.
Los autores observaron un aumento constante del porcentaje de personas con sobrepeso u obesidad en las tres últimas décadas. La tasa de obesidad, en particular, aumentó considerablemente, duplicándose en los adultos entre 1990 y 2021 hasta más del 40 por ciento, y casi triplicándose, hasta el 29 por ciento, entre las niñas y mujeres de 15 a 24 años.
Las implicaciones son graves: un informe de los republicanos del Comité Económico Conjunto publicado este año predijo que la obesidad provocará hasta 9,1 billones de dólares en gastos médicos excesivos en los próximos 10 años. La obesidad aumenta la probabilidad de padecer numerosas afecciones metabólicas y sus complicaciones asociadas, como hipertensión arterial, diabetes de tipo 2, enfermedades hepáticas y renales, infartos de miocardio y accidentes cerebrovasculares. También está relacionada con la infertilidad, el cáncer y una peor salud mental.
El informe se publica en un momento en que están evolucionando los conocimientos científicos sobre las causas de la obesidad y la mejor manera de tratarla. Mientras que antes se pensaba que la obesidad era un mero problema de entradas y salidas de calorías, y que bastaba con comer menos y hacer más ejercicio para perder peso, la realidad es mucho más matizada, dijo Armstrong.
“La obesidad es el resultado de interacciones genéticas, fisiológicas y ambientales”, dijo. “No es culpa de quien la padece”.
Hay muchos posibles factores que explican el aumento vertiginoso de las tasas, como la amplia disponibilidad de alimentos ultraprocesados, las dificultades para acceder a frutas y verduras frescas y el aumento de la actividad sedentaria en línea. Armstrong dijo que es necesario investigar más para comprender el efecto potencial de los factores ambientales, como la exposición a microplásticos que pueden estar alterando nuestros microbiomas.
También influyen muchos factores sociales que impactan en la salud, como la inseguridad alimentaria, el acceso al transporte, los ingresos, el empleo y el nivel de educación, dijo, especialmente en el caso de las personas negras, hispanas, indígenas y con bajos ingresos, quienes padecen obesidad en mayor medida que las personas blancas y de clase media.
La gran cantidad de factores es también lo que hace que sea tan difícil de abordar.
“Reconocemos que muchas cosas van más allá del individuo y de lo que puede ocurrir en la consulta”, dijo Sarah Hampl, profesora de pediatría del Children’s Mercy Kansas City y de la Facultad de Medicina de la Universidad de Misuri-Kansas City.
Preocupación por los niños
El creciente porcentaje de adolescentes con obesidad es especialmente preocupante, dijeron los expertos. Casi la mitad de los adolescentes y adultos jóvenes de EE. UU. —entre 15 y 24 años— padecen sobrepeso u obesidad, frente al 29 por ciento en 1990.
Los niños obesos son más propensos a desarrollar hipertensión arterial, colesterol alto que provoca la acumulación de placa en las arterias, diabetes de tipo 2 y grasa en el hígado que causa inflamación.
“Cada vez es más frecuente que estas cosas aparezcan incluso cuando los niños aún son niños”, dijo Armstrong. Estos niños tienen más probabilidades de padecer obesidad y enfermedades crónicas relacionadas en la edad adulta, dijo Emily D’Agostino, quien es profesora de ortopedia y epidemióloga social en Duke.
La investigación documentó un aumento especialmente pronunciado de las tasas de obesidad —que alcanzaron el 29 por ciento en 2021, frente al 10 por ciento en 1990— entre las chicas y las mujeres jóvenes de 15 a 24 años.
Hampl dijo que estos resultados son preocupantes tanto para las propias jóvenes como para sus posibles futuros hijos. Se ha demostrado que un IMC materno elevado antes de la concepción, un aumento excesivo de peso durante el embarazo y un peso elevado del bebé al nacer aumentan el riesgo de obesidad en la infancia.
Más allá del individuo
Hampl dijo que, a nivel individual, la obesidad puede tratarse mediante una combinación de modificación del estilo de vida, medicación y cirugía, aunque no todos los pacientes necesiten todos estos tratamientos.
Uno de los problemas, dijo, es la limitada cobertura de los seguros para los tratamientos que se sabe que funcionan, como el tratamiento intensivo del comportamiento y el estilo de vida, así como los medicamentos para perder peso y la cirugía bariátrica.
Los nuevos fármacos GLP-1, como Wegovy y Zepbound, son prometedores, pero aún no se han estudiado sus efectos a largo plazo, dijo Ng. Para que tengan un impacto en la salud pública, dijo, estos fármacos tendrán que ser ampliamente accesibles, una tarea difícil dado lo caros que son actualmente.
“No va a ser la solución mágica para resolver el problema”, dijo Ng.
Se necesitan cambios estructurales para invertir las tendencias en toda la población, dijo, y señaló las subvenciones a los alimentos saludables y los impuestos a las bebidas azucaradas como ejemplos de políticas locales o estatales que tendrían un claro impacto en las dietas. Una mayor regulación del contenido nutricional de los alimentos y de la comercialización de alimentos poco saludables también podría surtir efecto, dijo Ng, pero exigiría una coordinación a nivel federal.
Las tasas de obesidad están alcanzando un punto de saturación, y la magnitud de los aumentos se está ralentizando, dijo Ng. “Si se piensa que está alcanzando el 80 por ciento en adultos”, dijo, “entonces realmente no se puede ir mucho más allá”.