La decisión del gobierno de Kicillof de ofrecer como material de lectura a estudiantes de secundaria libros que contienen escenas de sexo explícito, suma críticas. Otra política «progresista» diseñada por gente despegada de la realidad.
Cuando escribió «Cometierra», Dolores Reyes era una maestra del conurbano bonaerense, y madre de siete hijos. La inspiración para esta obra apareció en un taller literario, cuando ella escuchaba otro texto, escrito por uno de sus compañeros. A partir de esa primera imagen, comenzó la construcción de este relato sobre una mujer que tiene el don de, al tragar la tierra vinculada con gente ausente, poder ver dónde están —o no— quienes son buscados. El libro no fue escrito como una novela erótica, aunque sí tiene escenas de sexo explícito que se van dando a lo largo de la trama. ¿Se imaginó la autora, en ese momento, que cinco años más tarde de la publicación del libro iba a estar metida en medio de semejante polémica? Probablemente no. Tampoco parece que su intención haya sido escribir para estudiantes de secundario.
El contexto es importante para entender que aquí no se pone en tela de juicio el libro en sí, ni a su autora, sino la decisión del gobierno bonaerense de proponerle precisamente esta lectura —y otras, de tenor parecido— a estudiantes de secundario. Ante las críticas, el director general de Cultura y Educación de la provincia de Buenos Aires, Alberto Sileoni, aseguró que «Antes de los 16 a un clic de la computadora acceden a la más brutal pornografía. Esto no es pornografía, esto es literatura».
La lógica del funcionario tiene una falla: se supone que la escuela es un espacio de contención. Un lugar donde los chicos están resguardados y donde no incurren en conductas que sí tendrían si estuvieran solos y a la buena de Dios. Para muchos de los chicos que cursan el secundario, también es fácil conseguir droga. ¿La próxima cuál va a ser? ¿Distribuir porros en los recreos?
Un aula que no existe
En una entrevista para la FM 99.9, el ex secretario de Educación de General Pueyrredon, Luis Distéfano, lo puso en términos muy claros: «Sileoni habla de un aula que no existe».
Distéfano dejó en claro que se trata de dos contenidos distintos: «el libro forma parte de un documento de resumen de bibliografía que se envía a las escuelas que se llama Identidades Bonaerenses, que está colgada aún hoy en el portal ABC de la provincia de Buenos Aires, para que cada escuela pueda bajar el resumen y la bibliografía que llega por otra vía. Después uno no puede estar en contra de la ESI, lo que sí se va viendo en esta última década y media es el paso a trabajar las nuevas masculinidades y la identidad de género. Lo que baja es distinto a lo que los chicos preguntan o necesitan saber. Cuando uno le abre el juego a los alumnos para que pregunten con absoluta libertad cuáles son sus dudas, qué preguntarían, sin ningún tabú, las preguntas son las que nos hemos hecho todos en algún momento, que hoy pueden variar sumando los métodos de cuidado entre dos chicos del mismo sexo».
La idea que se ha ido incorporando está lejos de lo que la educación sexual era anteriormente y que tenía un motivo, evidenciado en lo que los propios chicos tenían como inquietud: «La cuestión principal es la prevención y el cuidado de enfermedades venéreas o el método anticonceptivo. La bajada es otra. Los adolescentes hoy no se meten en la vida del otro, con quien se acuesta, cuál es tu auto percepción. Los chicos tienen claro eso. Es como pasaba con el idioma inclusivo, los chicos no hablan en inclusivo, forzaban eso y lo mismo pasa con esta línea».
La vinculación de los docentes con este tipo de contenidos, también son distintos porque no todos tienen la misma preparación para el abordaje de estas temáticas que son profundamente difíciles y que a veces, no tienen las herramientas al ser obligados: «la ESI no es una materia como pasaba cuando nosotros teníamos salud y adolescencia o salud e higiene en otro momento, donde había un profesor de biología o un especialista por ahí que estaba más formado. Hoy la ESI es transversal, eso es lo que se baja. Esto quiere decir que cualquier docente tiene que poder trabajar la cuestión de la ESI y no todos los docentes están preparados para abordarlo, es humo. Hay un momento en el año que es como que hay que mostrar que trabajamos en ESI, que es la semana de las ESI, que todo el mundo tiene que hacer algo, todos los profesores, y termina siendo eso, cumplir con un mandato, con una bajada, pero en la realidad seguimos teniendo casos récord de contagio de sífilis por el no uso de preservativos, tenemos situaciones de embarazos no deseados, tenemos una cantidad de cuestiones que pasan por no abordar lo que realmente creo, los alumnos necesitan».
A la respuesta de Sileoni, que fue que la lectura de estos contenidos permitía generar un espacio de encuentro coral junto al docente, Distefano la definió como absurdo: «hablan de un aula que no existe, porque no hay encuentro coral. No existe esto de un profe en una secundaria que hoy esté parado leyendo dos horas. Es imposible por todas otras situaciones que vivimos de violencia, de uso del celular, entre otras cuestiones. Estamos dejando de lado lo que realmente los chicos necesitan. Sin meternos en lo académico, en esto que tiene que ver con la educación sexual, dejamos de lado lo que era una línea tradicional, histórica, que tenía que ver con los métodos de prevención y con los métodos de cuidado».
Cuestionado
Si bien ahora el tema adquirió relevancia mediática, ya desde el mes de marzo hubo voces que sea alzaron en contra de esta decisión de la gobernación de Kicillof. El senador provincial Alex Campbell habló en la 99.9 sobre el pedido de informes que, a principios del ciclo lectivo, le presentaron a Sileoni: «es vergonzoso el tema. Lo que nosotros hemos solicitado en el mes de marzo, cuando arrancaron las clases, son explicaciones. Queríamos saber por qué estaba este libro “Cometierra” con capítulos muy sexuales y pornográficos dados a los chicos del secundario y no hubo respuesta. En el mes de octubre pasado, una colega senadora también del PRO, presentó un proyecto. Gracias a que la vicepresidenta de la Nación también levantó el tema del pedido informe que presenté en marzo, hubo una pequeña respuesta de Sileoni. Dijo que no deberíamos escandalizarnos por este texto, ya que nuestros niños y nuestros jóvenes están a un clic de pornografía en Internet todos los días. No tiene nada que ver una cosa con la otra. Eso es responsabilidad también de los padres, de las computadoras que le dan, de los tablets que le dan, pero la responsabilidad institucional es distinta. El ministerio de educación de la provincia no puede estar entregando libros pornográficos a nuestros niños, es inadmisible y lamentablemente no da una explicación institucional».
La justificación es ridícula en sí misma y eso para Cambpell ha sido peor aún teniendo en cuenta que hay un enorme presupuesto para comprar esos libros: «un gobierno que debe cuidar a nuestros jóvenes, un ministerio de educación que debe cuidar los contenidos que le dan nuestros jóvenes, da algo y dice que eso lo pueden conseguir en cualquier lado». Al respecto de los $4.400 millones que se habrían gastado, agregó que «dentro del pedido de informe lo hemos dicho, no solamente el contenido, sino el malgasto, porque eso sale los contribuyentes, el pago de impuestos y con eso compran pornografía infantil para darle a los chicos del secundario y Sileoni responde tirando la pelota afuera».
Adoctrinamiento
Angélica González, además de ser concejal, es sexóloga. Ella insiste en que estas políticas no son inocentes, sino que responden a una agenda cuyo objetivo es un adoctrinamiento en cuestiones de género e identidad sexual: «esto forma parte de una agenda global con penetración cultural, obviamente es en todos los países del mundo. Por ejemplo, España, está totalmente afectada en estos momentos por esta agenda. Indudablemente acá hay una pretensión, casi te diría que más que una educación sexual, muchas veces nos permite hacer como acercamientos internos a pensar en un adoctrinamiento en género, donde realmente el verdadero sexo biológico con el que ha nacido la criatura, el proceso natural con el que hemos llegado a este mundo, es no considerado e indudablemente va instalando conceptos de ideología de género que obturan el no desarrollo y evolución de lo que son las etapas psicosexuales, emocionales en cada uno de los niños, que va dando como resultado final una sexualidad propia, individual, que va a estar determinada por elementos familiares y también por conceptos afectivos y de amor, que en esta supuesta educación sexual indudablemente se está obviando, se está dejando de lado, lo cual está formando una sexualidad violenta, porque si no va acompañada con el sentimiento que corresponde, es una sexualidad violenta y supuestamente transgresora».
Para su análisis también es fundamental pensar en el objetivo que se busca y es así donde todo se vuelve mucho más profundo: «la pregunta que yo me hago, es el para qué, el por qué, cuál es el sentido de este tipo de educación sexual planteada como tal, donde lo único que se muestra son permanentemente escenas donde hay dos niños bañándose, dos adultos o dos adolescentes, o dos niños varones besándose. Relatos de cuentos donde un príncipe se enamora de otro príncipe. O sea, prácticamente suena a una inducción, no le da la libertad de elección de una futura sexualidad en ese niño como adulto, sino que directamente lo va induciendo hacia una elección que no es precisamente, al menos aquella que podría tener la posibilidad de elegir. Acá lo que está en juego es la estructura familiar, lo que está en juego es la futura creación y sabemos que hay una postura de no seguir procreando en función de determinados conceptos que se plantean. Si no se está teniendo en cuenta el desarrollo normal, con sus evolutivas metas, para poder elegir si va a ser heterosexual, si va a ser homosexual, si va a ser bisexual, pero dar la libertad al sujeto y no alejarlo del contexto familiar, que es quien tiene la verdadera potestad de ir formando esta identidad en la criatura».
Quien también aportó su visión, fue el psiquiatra Francisco Bordón: «los adolescentes, desde el momento de la pubertad, tienen acceso a todo tipo de información sexual, generalmente inadecuada. Si uno entra en los portales de Internet, la pornografía es de libre distribución, o sea, tienen una mala educación sexual en principio. La otra cuestión es el tema de la identidad, este problema de la identidad, de la autopercepción de la identidad y las definiciones en relación a cómo se define esto de la autopercepción, y si es lícito hablar de auto percepción en un proceso de desarrollo».
Continuó: «el gran tema del educador es dejar a los chicos en paz, en principio, sin imponerles desde ninguna ideología ningún tipo de orientación, que ellos mismos van a ir de alguna manera encarrilándose, y no introducir leyes que permitan el cambio. Esta instrumentalización del cambio en una corta edad, del traspaso de género, a muy corta edad, evidentemente fue un fracaso, fue una mala interpretación, porque los chicos están en desarrollo y por lo tanto hay que esperar, no hay que meter mano tan rápido».