Sobre pobres, marginales y delincuentes

El delito y el crimen, son una constante: hay a diario tiroteos, muertos y una presión enorme sobre la sociedad. Hay quienes miran para otro lado, y hacen como que no pasa nada, contestando sólo con estadísticas, jugando a que lo que ocurre es sólo una sensación.

Muchos son los elementos que forman parte de este combo: es cierto que la profusión de las cámaras de seguridad no aporta a que baje el delito, pero si deja una estela de datos objetivos que magnifican los hechos ocurridos. Cualquier video de cualquier suceso violento, es replicado miles de veces y todo se observa con una continuidad que le da a los hechos una mayor dimensión.

El gobierno nacional está avanzando a velocidad crucero contra el crimen: aplastó el poder de las bandas narcos en Rosario; a diario expulsa delincuentes extranjeros y ejerce controles en las prisiones federales. El gobierno de CABA se suma a la saga, replicando métodos y acciones de comunicación. En PBA, la realidad es otra: el gobernador Kicillof y su ministro de (IN)Seguridad, Javier Alonso, actúan conforme a la cultura disgregadora del bien social incoada por Raúl Eugenio Zaffaroni.

De acuerdo a esta torcida percepción de los hechos, la culpa es inversa: el sistema capitalista es el culpable de genera una inequidad en el reparto de la renta ante la cual el delincuente, el criminal, se convierte en un agente de reordenamiento de la distribución de la riqueza, por lo que no es el victimario, son la víctima.

Es una visión que ha sido ampliamente compartida por comunicadores y medios… hasta que les toca a ellos. Ahí, se terminaron los libros y la ideología. Así le ocurrió al natural de Haedo devenido en vecino de la ciudad, Marcelo Silvio Pasetti, quien fue abordado por delincuentes cuando se subía a la trotadora del hogar de su pareja, siendo despojado de su vehículo Jeep Renegade —donde tenía su celular IPhone, elementos personales, y juegos de llaves diversos— y de una cadena que le arrancaron.

Marcelo Silvio respondió «no» a la mayoría de las preguntas del personal policial: no recordaba la vestimenta que llevaban los cacos, no tenía habilitado el reastreador en el celular, el vehículo no contaba con localización por GPS y otros «no» que no vienen a cuento.

Este suceso sirve como explicación —para los desprevenidos— de por qué el remanido y gravoso tema de la inseguridad devino, de pronto, en algo que amerita de la atención del Multi Ladrey; después de que callaron cinco años mientras José Luis Segovia era jefe policial, apañando todo lo que es el desquicio de la falta de seguridad con muertos, intrusiones a viviendas y robos a criaturas por parte de grupos piraña a la salida de los colegios o boliches.

Como Cristina, el natural de Haedo sólo aprecia que algo está mal, si lo involucra. Cero empatía con el dolor ajeno.

En cuanto a Montenegro: Intendente, recalcule. Va mal.