Se viene una nueva temporada estival en la que Mar del Plata tiene todo para convertirse en la reina de la escena, ya que no hay otro centro urbano que le pueda competir.
Todo se alinea para que este verano sea de recordar: los iniciadores de la movida nocturna de alto perfil en el sur de la ciudad están invirtiendo cientos de miles de dólares para poder superar aún más su oferta de entretenimiento, a lo que se suman los cambios en plaza España, con cochera incluida y la apertura del local de Kentucky que le darán al sector un relumbrón nuevo y positivo; esto por sólo citar lo que está muy a la vista y enfocado en dos ámbitos siempre muy expuestos mediáticamente.
Como cada noviembre, suena inexplicable que, una vez más, Clarín titule «Verano 2025: cuánto saldrá veranear en la Costa Atlántica», ilustrándolo con una imagen de la ciudad y que sigue —como es de libro— con una perorata sobre costos y comparaciones forzadas que omiten convenientemente que Brasil está devaluando fuertemente su moneda y que ha subido el IVA hasta alcanzar el récord mundial del 28,6%, en un contexto de déficit fiscal brutal. La asimetría con nuestro país, no podría ser mayor.
Así las cosas, es obvio que ya no veremos a turistas brasileños quemando billetes de ARS$1.000. Las comparaciones que se publican son caprichosas y generan un debate falso ante el cual es curioso que el intendente —que anda de cocorito, pujando con, por caso, la inexistente Alicia Castro— no le ponga más empeño a esta discusión.
Las ofertas no son comparables: las características de unas y otras playas son muy diferentes. Vale recordar que Mar del Plata no nació como balneario tropical —ni busca serlo, porque no hay modo— sino que fue el lugar que la élite económica argentina eligió a finales del siglo XIX para huir del calor del verano de la capital. Construida a imagen de Biarritz, no es comparable ni con Rio de Janeiro ni con ningún otro lugar de los trópicos. El tipo de infraestructura que tiene, sin embargo, es única y no hay con qué comparar. Es estúpido decir «te cobran una carpa»: el valor de la oferta es muy completo y tiene características que se han dado apropiadas al clima.
Un dato para marplatenses siempre enojados: algo está viendo el capital en la ciudad. Y lo que está viendo no es, como dice el intendente, que fueron él y su gestión los que transformaron la ciudad del «no» en la ciudad del «sí».
La ciudad del «no», fue la del ex intendente Cospelito Perogrullo, quien congeló la nocturnidad y persiguió la actividad publicitaria, que se fue masivamente a Pinamar, entre otras actitudes del «no» sistemático. Aldeano al fin, no soportó nunca el ritmo real de esta urbe que brilla cada verano.
El que abrió el camino del «sí», fue Carlos Fernando Arroyo, quien gestionó la llegada de Easy a Mar del Plata y fue quien —en medio de fuertes debates dentro de su propio gabinete— abrió las puertas a la nocturnidad en el sur, que a su vez fue la acción que abrió la puerta a la vuelta de los jóvenes a Mar del Plata.
Antes de colgar medallas, hay que ver quién es el que las merece.