EE. UU. registra una epidemia de violencia en las escuelas y los celulares la están avivando

Algunos golpean. Otros graban. Los encuentros violentos entre estudiantes de todo el país, agravados por la tecnología, son un nuevo y complejo desafío para los educadores.

Ricardo Martinez, un estudiante de 11º grado, estaba en el comedor de su escuela en abril cuando estalló una pelea masiva.

Observó, horrorizado, cómo una docena de adolescentes arrasaban la cafetería, dándose puñetazos y patadas unos a otros, volcando mesas y sillas. Otros alumnos abucheaban y se empujaban para grabar la pelea con sus teléfonos.

“Era como una estampida de videos”, dijo Martinez, que ahora tiene 18 años y cursa el último año. “Todo el mundo intentaba conseguir el mejor ángulo”.

Pero el caos en la Revere High School de Revere, Massachusetts, apenas empezaba.

En cuestión de minutos, alumnos en otras partes del edificio empezaron a recibir mensajes de texto sobre la pelea en el comedor. De pronto, dijeron los profesores, decenas de adolescentes enardecidos empezaron a correr por los pasillos y a bajar las escaleras a toda velocidad con sus teléfonos para llegar a la pelea.

Para evitar que más gente inundara la cafetería, la escuela apostó a miembros del personal frente a las entradas del comedor y emitió una orden de “espera” para mantener a los estudiantes dentro de sus aulas. Los administradores llamaron a la policía para que ayudara a restablecer la calma. La escuela dijo que finalmente suspendió a 17 alumnos implicados en la riña.

En escuelas de todo Estados Unidos, la tecnología centrada en los teléfonos celulares —en forma de mensajes de texto, videos y redes sociales— ha avivado y a veces intensificado cada vez más las peleas, interrumpiendo las actividades escolares y afectando el aprendizaje. Los videos de esas riñas suelen desencadenar nuevos ciclos de ciberacoso, agresión verbal y violencia entre los estudiantes.

Un análisis realizado por el New York Times de más de 400 videos de peleas en centros escolares de California, Georgia, Texas y una docena de estados más —así como entrevistas con más de 35 responsables de centros escolares, profesores, policías, estudiantes, padres e investigadores— encontró que los alumnos de bachillerato utilizan los teléfonos y las redes sociales para organizar, provocar, capturar y difundir imágenes de palizas brutales entre sus compañeros. En varios casos, los estudiantes murieron posteriormente a causa de las lesiones.

Cada vez más, la tecnología ha fomentado y amplificado cada etapa de esta agresión. Las discusiones suelen comenzar con el ciberacoso de los alumnos —o incluso con la percepción de una falta de respeto en internet entre amigos—, lo que genera disputas en persona durante las clases, dijeron los educadores y los agentes de policía. Entonces, los compañeros empiezan a grabar y presionan a los compañeros en conflicto para que se peleen. Más tarde, los estudiantes comparten y comentan los videos de la pelea, humillando aún más a las víctimas y, a veces, desencadenando nuevas peleas.

Esta violencia se ha extendido a algunos de los mayores distritos escolares del país, como en Los Ángeles, Búfalo, el condado de Jefferson en Kentucky y el condado de Prince George en Maryland, según el análisis del Times, así como a sistemas escolares más pequeños.

En algunos casos, las escuelas se han visto rebasadas por el ciclo de violencia. Algunos distritos actualmente enfrentan demandas por negligencia interpuestas por los padres, mientras que en otros se está produciendo un éxodo de profesores. Decenas de distritos han demandado a empresas de redes sociales, alegando que las características “adictivas” de las plataformas provocan un uso compulsivo por parte de los alumnos, alterando el aprendizaje y sobrecargando los recursos escolares.

Administradores escolares comentaron que ahora dedican una parte importante de su trabajo a intentar impedir o deshacer peleas de los alumnos atizadas por la tecnología.

“Los celulares y la tecnología son la fuente número uno de la organización de peleas, del anuncio de peleas, de la documentación —y casi glorificación— de las peleas de los alumnos”, dijo Kelly Stewart, subdirectora de la escuela Juneau-Douglas High School en Juneau, Alaska. “Es un problema enorme”.

Cómo empieza la agresión
Los estudiantes han utilizado redes sociales para planear e incitar a la violencia escolar desde la década de 2000. En la última década, la mayor calidad de las cámaras de los teléfonos y las nuevas funciones sociales, como las transmisiones en vivo y los Reels de Instagram, ayudaron a fomentar que los adolescentes produjeran, transmitieran y compartieran videos en masa, incluyendo videos de peleas escolares.

Para 2020, ya habían aparecido en Instagram y TikTok cuentas dedicadas a videos de peleas, creadas con los nombres o las iniciales de las escuelas. En ocasiones, los estudiantes organizaban peleas entre ellos e invitaban a sus amigos a grabarlas. Otros atacaban a compañeros desprevenidos.

Durante la pandemia, muchos estudiantes comenzaron a depender más de las aplicaciones de mensajería y redes sociales y a sentirse menos cómodos con las interacciones en la vida real. Directores y profesores dijeron que algunos alumnos también desarrollaron dificultades para controlar sus emociones, un problema de salud mental que los psicólogos denominan “desregulación emocional”.

En 2021, cuando muchos distritos volvieron a abrir sus puertas a la educación presencial, algunas escuelas observaron incrementos en las peleas, las agresiones y el ciberacoso. En las escuelas públicas de Los Ángeles, los reportes de peleas entre estudiantes aumentaron a más del doble, alcanzando casi 4800 incidentes en el año escolar 2023, en comparación con 2315 peleas en 2018, según un informe de seguridad del distrito.

El uso de la tecnología por parte de los estudiantes para difundir la violencia escolar ha provocado otros daños. En concreto, señalaron educadores y policías, influentes de redes sociales y noticieros de televisión difunden a menudo videos de peleas escolares, lo que angustia a los alumnos y provoca un mayor caos.

En mayo, varias chicas que planeaban agredir a una compañera en una escuela de Novato, California, hicieron un video previo en Instagram en el que discutían quién estaría a cargo de vigilar o cuidar sus mochilas durante la paliza, dijo el teniente Alan Bates del Departamento de Policía de Novato.

Los videos de la agresión, difundidos por noticieros de televisión locales, mostraban a varias chicas golpeando a otra que yacía en el suelo, mientras una multitud de estudiantes se reía y filmaba. La policía de Novato acusó posteriormente a ocho chicas de entre 12 y 14 años de conspiración para cometer una agresión. Cuatro de ellas enfrentaban también cargos de agresión grave.

“La agresión comienza en la tecnología, continúa a través de ella en la planificación de las peleas y culmina en la confrontación física”, dijo Bates.

Las masas de estudiantes que graban también ponen en peligro a sus compañeros, dijo Chris Heagarty, presidente del consejo escolar del Sistema de Escuelas Públicas del Condado de Wake, en Cary, Carolina del Norte. En noviembre de 2023, dijo, los estudiantes que grababan una pelea en el gimnasio de una escuela impidieron que los administradores intervinieran. Dos chicos fueron apuñalados. Uno, de 15 años, murió más tarde.

“Había muchos alumnos aglomerados grabando con sus teléfonos, publicando en redes sociales, tratando de obtener las mejores imágenes, poniéndose a sí mismos y a los demás en peligro”, dijo Heagarty.

Un video de la trifulca, publicado en X en febrero, obtuvo más de 660.000 visitas.

En abril, escuelas del condado de Wake —el 14º distrito escolar más grande de EE. UU.— presentaron una demanda en la que acusaban a Instagram, TikTok y otras plataformas de negligencia y de interferir en el funcionamiento de las escuelas.

TikTok declaró que prohíbe la promoción de la violencia y eliminó proactivamente contenidos que mostraban actividades violentas. Snap dijo que prohibía la violencia gráfica y eliminó proactivamente las cuentas que publicaban contenido violento.

Meta, propietaria de Instagram, dijo que la plataforma no permite el acoso y eliminó contenidos que mostraban acoso físico. El mes pasado, Instagram eliminó 16 cuentas de peleas escolares, señaladas por el Times, por violar las políticas de la empresa.

Algunas familias culpan a los centros escolares por no poder proteger a los alumnos, y han demandado a sus distritos por negligencia.

En enero, los padres de Adriana Kuch demandaron al Distrito Escolar Regional Central de Bayville, Nueva Jersey, afirmando que la estudiante de noveno grado había sido golpeada por dos chicas en el pasillo de su escuela. Algunos estudiantes publicaron en TikTok un video de la agresión, realizada en febrero de 2023, sometiendo a Kuch a un intenso ciberacoso. Dos días después de la agresión, murió por suicidio “como consecuencia de la angustia emocional, la humillación y la vergüenza que experimentó”, de acuerdo con la demanda presentada ante el Tribunal Superior del condado de Ocean, Nueva Jersey.

En abril de 2024, el distrito escolar presentó un documento judicial en el que negaba las acusaciones. El distrito no respondió a una solicitud de comentarios.

Los rápidos cambios en los hábitos tecnológicos de los jóvenes han complicado la prevención y contención de las agresiones de los estudiantes, dijeron las autoridades escolares. Muchos estudiantes utilizan ahora canales más privados —como Snapchat, iMessage y AirDrop, el sistema inalámbrico de Apple para compartir archivos— para organizar y compartir peleas, en lugar de Instagram o TikTok.

“Ahora los alumnos pueden estar discutiendo entre sí, o acosándose, durante días o semanas en internet, lo que queda oculto al personal que normalmente trabajaría para mitigar los conflictos”, dijo en un correo electrónico Christopher Bowen, director de la Revere High School.

Muchos centros de enseñanza carecen de una estrategia para abordar esa violencia —o para ayudar a los estudiantes a interactuar de manera más positiva en internet—, en parte porque pocos investigadores estudian la cuestión, señaló Desmond Upton Patton, profesor de la Universidad de Pensilvania que estudia las redes sociales y la violencia de pandillas.

“¿Cuánto significaría”, dijo Patton, “que un joven comprendiera que payasear y filmar la paliza de un amigo o un compañero de clase podría terminar en su muerte?”.

Y aunque el uso de mensajes de texto, redes sociales y videos para difundir la violencia podría alarmar a los adultos, los estudiantes dijeron que se está convirtiendo en algo habitual en la escuela.

“Los chicos están muy acostumbrados”, dijo Lunna Guerrero, de 16 años, estudiante de décimo grado de la escuela Revere, quien el año pasado formó parte del equipo de atletismo. “Los chicos no lo ven como algo tan sorprendente como los adultos”.

A otros les preocupaba que los videos insensibilizaran a los estudiantes ante la violencia.

“Las peleas inmediatamente se convierten en entretenimiento”, dijo Endurance Nkeh, de 17 años, estudiante del último año en Revere High. “No hay un ápice de culpa o empatía”.

‘¡Guarden los teléfonos! ¡Basta!’
Inaugurada en 1974, la Revere High School es un edificio de tres pisos con un mosaico en la pared del vestíbulo que celebra a hombres pioneros como Leonardo da Vinci y Miguel Ángel, un recordatorio de la herencia italoamericana de la ciudad. La escuela, a las afueras de Boston, ha servido durante años como impulsora de movilidad ascendente para las familias locales, ofreciendo cursos de preparación universitaria y clases de colegio universitario.

En la última década, el número de inscritos ha crecido de alrededor de 1700 alumnos a 2100, con la escuela sintiendo los efectos del auge de la inmigración procedente de regiones como Centroamérica. En 2018, un informe estatal de rendición de cuentas sobre el distrito escolar señaló que Revere tenía “aulas superpobladas”, instalaciones científicas “inadecuadas” y un ausentismo crónico elevado.

En 2021, cuando la escuela reabrió sus puertas durante la pandemia, muchos estudiantes tuvieron dificultades para readaptarse al aprendizaje presencial. Cientos se quedaban fuera de las clases, deambulando por la escuela, a menudo congregándose en el gimnasio, dijeron los profesores. Durante los primeros meses del año escolar 2021-22, hubo varias peleas entre estudiantes.

Los problemas se agravaron en junio de 2023, cuando estalló una riña durante la hora de la comida, preludio de la enorme pelea que se produjo casi un año después en la cafetería y que provocó la suspensión de 17 alumnos. Los estudiantes que grababan y enviaban mensajes de texto a sus amigos intensificaron la pelea de 2023, dijo Michelle Ervin, quien enseña inglés como segunda lengua.

“Era una gran cantidad de chicos”, dijo Ervin, quien también es copresidenta del sindicato local de maestros. “Si estabas en su camino, te apartaban o te pisoteaban”.

La noticia de aquella disputa se difundió rápidamente, desatando falsos rumores en redes sociales —por parte de adultos— que decían que se había producido un apuñalamiento. En un correo electrónico enviado a toda la escuela ese mismo día, Bowen dijo que el pánico de los padres ante la desinformación había impedido a los administradores y a los agentes de policía manejar “una situación muy caótica”.

Sin embargo, la mera presencia de cámaras bastó para incitar una pelea.

Un video del último año escolar, proporcionado al Times por un estudiante de Revere, comenzaba con una chica caminando por un pasillo, entre hileras de casilleros color ocre, hacia otra chica con la que se disponía a pelear.

Una profesora que se encontraba en el pasillo se interpuso entre las dos chicas, ambas alumnas de noveno grado, y preguntó: “¿Qué está pasando aquí?”. Entonces la educadora, dándose cuenta de que la pelea era inminente, gritó a un colega: “¿Puedes llamar a un administrador, por favor? ¡Inmediatamente!”.

Segundos después, el video mostraba a las dos chicas dándose puñetazos.

“¡Basta!”, gritó la profesora. Luego se volvió hacia el grupo de alumnos que grababan y gritó: “¡Guarden los teléfonos! ¡Basta!”

Bowen dijo que los estudiantes solían ignorar o rechazar los esfuerzos del personal por intervenir, porque los alumnos pueden “ver al público” de compañeros que filman.

“Sienten una mayor necesidad de guardar las apariencias”, dijo.

‘¿Ya viste el video de la pelea?’
En agosto, antes del nuevo año escolar, Bowen anunció una nueva política de aprendizaje “libre de teléfonos” que obligaba a los alumnos a mantener apagados sus celulares durante la jornada escolar, excepto a la hora de comer. Pero el tercer día de clases, antes de que la escuela empezara a aplicar las nuevas normas sobre teléfonos, estalló otra pelea en el pasillo, esta vez entre un grupo de chicos.

En medio del caos, según muestran los videos de los alumnos, un chico empujó a una subdirectora contra los casilleros, haciéndola caer al suelo.

Los alumnos compartieron la escena con sus amigos. Erta Ismahili, alumna del último año, que preside el senado estudiantil de Revere, comentó que no tardó en enterarse del incidente, porque sus compañeros le preguntaban: “¿Ya viste el video de la pelea?”.

“Es como jugar al teléfono”, dijo Ismahili, de 18 años.

Aquella tarde, una segunda riña en la que participaron más de una decena de chicos, entre ellos cuatro que habían iniciado la pelea del pasillo de la escuela ese mismo día, estalló en calles residenciales cercanas a la escuela.

David Callahan, jefe del Departamento de Policía de Revere, dijo que el hecho de que los estudiantes compartieran noticias sobre la pelea del colegio contribuyó a desencadenar la riña callejera.

“Si no fuera por las redes sociales y los mensajes de texto y cosas como los teléfonos celulares en la escuela, probablemente no habrían estado allí”, dijo.

En los grupos comunitarios locales de Facebook, algunos adultos culparon de la violencia a la inmigración, descalificando a los estudiantes de Revere como “animales”. Varias cadenas de noticias de Boston también difundieron los videos, lo que provocó un gran revuelo.

El Concejo Municipal de Revere celebró una reunión y propuso que la escuela instalara detectores de metales. El sindicato de maestros de Revere advirtió que las escuelas locales eran inseguras y pidió más asesores para tratar los problemas de salud mental de los alumnos.

Dianne Kelly, superintendente de las escuelas de Revere, dijo que el sindicato estaba difundiendo desinformación y explotando las peleas para ayudar a los profesores a negociar un nuevo contrato.

Al final, la escuela expulsó a 12 alumnos.

Aun así, los alumnos de Revere dijeron que algunos adultos parecían más enfocados en intentar contener el daño a la reputación que en examinar las causas subyacentes de la violencia escolar o en introducir programas para ayudar a los estudiantes a desarrollarse.

Ismahili, quien recientemente terminó un programa de preparación profesional en la Universidad de Princeton para estudiantes con bajos ingresos, dijo que también le preocupaba la retórica antiinmigrante que rodea a las peleas. En sus comentarios públicos en la reunión del Concejo Municipal, describió la explotación de los videos de las peleas por parte de los adultos como profundamente perjudicial.

“En lugar de que los adultos se preocuparan por nuestra salud o nuestra salud mental o por cómo nos sentíamos, vi a gente que nos llamaba animales”, dijo Ismahili, cuyos padres son albaneses.

En un correo electrónico, el distrito de Escuelas Públicas de Revere dijo que los que hacían comentarios en redes sociales habían añadido “una capa de racismo” a la pelea, en la que habían participado adolescentes “de muchas razas y etnias diferentes”.

En septiembre, la Revere High School contrató a un policía escolar más, con lo que el total ascendió a dos. Y los maestros empezaron a hacer cumplir la prohibición de utilizar el celular en clase.

Las peleas han cesado… al menos por ahora.