Pescando en el barril

Guillermo Montenegro fue electo por primera vez como intendente de la ciudad de Mar del Plata luego de una campaña basada fuertemente en el tema de la seguridad. Hoy, se dedica a pelearse con los trapitos mientras los delincuentes de verdad saquean nuestras escuelas.

Guillermo Montenegro, el candidato del PRO que solía decir en los spots de campaña que San Isidro era su lugar en el mundo, regresó a Mar del Plata vendiéndose como un experto en seguridad, basándose en su experiencia como juez federal y creador de la Policía Metropolitana que opera en CABA. Una de sus promesas de campaña fue que él iba a mudar su despacho al COM, para poder dedicarse de manera personal al tema de la seguridad.

Durante muchos años, el tema pareció quedar olvidado hasta que a alguien en alguna medición de las que hacen con sus focus groups le dio que poner en redes la palabra «fisuras», usar lenguaje chabacano, pelearse con los trapitos y posar de patoteros medía bien, y fueron por ese camino. Así estamos hoy, con un intendente que pareciera pensar que expresarse con lenguaje soez y echar gente de una esquina para que se ubiquen en la siguiente, sin que cambie nada, es ocuparse de la seguridad.

Mientras tanto, las escuelas de Mar del Plata están siendo desvalijadas. Sí, las escuelas son provinciales. Sí, la seguridad tanto en el partido de General Pueyrredon como en el resto de la provincia es una responsabilidad exclusiva e ineludible del gobernador Axel Kicillof. Eso no quiere decir que la municipalidad no tenga recursos, ni pueda hacer absolutamente nada. Capaz, si dejan de pelearse con los «fisuras» cinco minutos, se les cae alguna idea que tenga un efecto real y positivo para la sociedad marplatense.

Los robos

Brenda Lageman es la directora de la Escuela de Verano que funciona en la Escuela Primaria Nº74 «Carlos Fuentealba», ubicada en la calle Intendente Peralta Ramos 2730, en el barrio Las Heras, la cual viene siendo profundamente afectada por continuos saqueos que están poco a poco desmantelando toda la institución.

«Desde hace un tiempo que estamos sufriendo varios robos», cuenta la directora. «De hecho, hoy volvimos a sufrir uno. Desde el Consejo Escolar no nos pueden dar una respuesta real porque sabemos que están escaso de recursos y, cuando refuerzan una ventana, los delincuentes ingresan por otra».

«La otra opción es pedirle a la policía un refuerzo. Te pueden mandar algún policía a hacer algún rondín, pero al estar escasos de patrulleros, tampoco te lo pueden mandar. Ellos también están con pocos materiales y recursos para poder brindar seguridad. Así es como, la verdad, es que la Escuela está siendo vaciada. Cada vez queda menos», se lamenta.

Al respecto de los robos, comenta: «Lo que más se llevan son los materiales de aluminio. Ya no tenemos ollas, coladores ni ralladores. Se llevaron los cucharones grandes, desaparecieron las fuentes, las asaderas tipo industriales».

Esta situación tiene un efecto directo sobre el tipo de comida y la calidad nutricional de lo que reciben los alumnos, que son parte de una de las poblaciones más vulnerables de la ciudad de Mar del Plata: «Los chicos no pueden recibir una comida de producción, porque ya no tenemos los insumos para dárselas. La verdad es que antes comían muy bien los chicos. Hoy, sólo les podés dar un sánguche de jamón y queso o una empanada, porque no tenemos los recursos para cocinar».

La escuela va siendo poco a poco despojada de todos los elementos de valor: «Nos vaciaron la cocina y ahora empiezan a ingresar por otros sectores intentando llevarse algo más. En la Sala de Maestros, que estaba el microondas, desapareció, la cafetera también. Se robaron 28 computadoras, ya no tenemos computadoras para poder continuar con el ciclo lectivo».

Violentados

Ante esta situación, la institución no recibe soluciones: «El Consejo Escolar va resolviendo como puede, pero también sabemos que no tienen recursos. Pedimos que hubiera un patrullero, pero no pueden estar. Cuando suena la alarma me avisan, pero ya está, ya se alejaron. No hay forma de solucionar esto, y la escuela está siendo vaciada».

Lageman se lamentó de las consecuencias que estos robos están teniendo sobre la comunidad: «La verdad es que la escuela venía funcionando muy bien. Los chicos del barrio hacían uso de la escuela, sobre todo de la escuela de verano. Utilizaban el desayuno y el almuerzo, más allá de todas las actividades recreativas que se brindan en la propuesta. Y después durante el año también, pero si continuamos así, no vamos a poder hacer funcionar el comedor y la verdad es que esta es una comunidad que lo necesita».

Los robos son tan frecuentes, que ya se hace difícil comprender cuáles son las consecuencias: «Ahora tengo que contar, porque como anoche sufrimos un nuevo robo, tengo que volver a contar qué es lo que nos queda. Nos estamos quedando sin material. Ya no es solamente que los chicos no pueden comer, sino que tampoco van a poder seguir con el ciclo lectivo ni las actividades pedagógicas. Los libros se van rompiendo porque, a medida que van ingresando por las ventanas, están las bibliotecas abajo y las van rompiendo porque las usan como soporte para poder subir o bajar».

Continúa: «La verdad que es tristísimo ver el la violencia con la que ingresan: hay puertas cerradas que las fuerzan. Se robaron dos matafuegos que supongo que con eso han hecho palanca para terminar de romper las puertas que están cerradas con llave. Es muy triste ver la escuela en esas condiciones, y tener que recibir a los chicos ahora en la propuesta de la escuela de verano mientras estoy tapando los destrozos, intentando de que ellos vean lo mínimo posible porque son chicos y no merecen ver esta situación de violencia. No merecen ver a un policía adentro de su escuela, porque no deja de ser una situación violenta. Pero no ya no podemos resguardarlos más porque es la propia escuela la que está siendo violentada».

Los delincuentes destruyen el trabajo de los propios alumnos: «Tenemos una huerta, que es un trabajo institucional que se va desarrollando durante todo el año y que también está siendo saqueada. Teníamos árboles frutales muy lindos, que los chicos los cuidaban como parte de la propuesta pedagógica, pero van desapareciendo. Rompen las plantas que los chicos van poniendo, que es el trabajo de ellos. Lo que no entienden los que hacen estos destrozos, es que le están robando a los chicos. Porque son los chicos los que se quedan sin posibilidades».

Lageman hace hincapié en que, lo que más necesitan, es poder volver a asegurar la calidad de la comida que le ofrecen a los chicos, por lo que le solicita a la comunidad acercar donaciones que les permitan alcanzar ese objetivo: «Se puede dirigir a la escuela que en este momento está abierta de 9 a 13 hs. A partir del 1 de febrero, se recupera el horario habitual con el plantel que está durante todo el año. Por ahí podemos conseguir alguna donación o alguien que nos pueda ayudar sobre todo para volver a cocinar y hacer esa producción y que los chicos puedan tener esa comida. Toda ayuda sirve».

Cuestión de seguridad

Tanto Lageman como el Consejo Escolar están al límite de lo que pueden hacer: Cuando les fuerzan una ventana, la reparan. Ya se tramitó la construcción de otro tramo de paredón para proteger mejor las instalaciones. Cada nuevo robo se denuncia y se alerta a las autoridades. Pero los paredones se saltan, las rejas se barretean, las alarmas suenan y, cuando llegan las autoridades, el robo ya se materializó.

La situación va a continuar hasta que alguien con autoridad real en temas de seguridad haga algo. Una posible solución, sería mover una garita que tiene la UTOI a pocas cuadras de la escuela a una ubicación más estratégica, que permita no sólo vigilar la escuela, sino también el jardín, el CAPS del barrio Las Heras y también la Sociedad de Fomento. Si la escuela vuelve a recibir una guardia de 24 hs, es difícil que estos saqueos se sigan dando.

Pero bueno, supongamos que mover la garita o lograr que la policía destinada a la seguridad de ese barrio —que saben, por boca de los propios vecinos, quiénes son los que están detrás de estas acciones delictuales— haga algo, es imposible. ¿Y las cámaras del COM? ¿Para qué tiene Montenegro su despacho allí, si las cámaras no se están usando para cuidar a los vecinos?

¿Tan difícil es armar un dispositivo con las cámaras del COM para evitar que una escuela de un barrio vulnerable no sufra cinco robos seguidos en menos de una semana?

Se ve que a los guapos de la Secretaría de Seguridad no les interesan estos problemas reales. Ellos están para patotear trapitos y tweetear una y otra vez la palabra «fisuras», como si eso solucionara algo.

Ellos pescan en el barril, mientras los pibes de Las Heras tienen que seguir alimentándose solo con sánguches, porque se robaron hasta las ollas.