De advertencias e incapacidades

Es imposible escapar al impacto de la tormenta que ha destruido a Bahía Blanca. Lo primero que se nos viene a la mente, es la brutal tormenta que hace poco destruyó Valencia o un drama más nuestro, como el de La Plata en 2013.

Aún no sabemos cuál será el saldo en muertos, ni se han establecido las responsabilidades criminales, que obviamente las hubo. El tema es por qué no se prevé con tiempo el impacto que tendrán estos meteoros: a pesar de que estos eventos se repiten, en función del clima, no se actúa en consecuencia.

La inundación de La Plata, que en 2013 dejó un saldo de 89 muertos, es uno de esos casos. Todos los platenses recuerdan perfectamente qué hacían, en dónde estaban y con quién en esa tarde-noche del 2 de abril del 2013 cuando el cielo se puso negro y escupió una espesa cortina de agua de manera ininterrumpida durante más de tres horas.

Lo inconcebible, es que estos escenarios son previstos científicamente pero no aparecen las políticas públicas que permitan evitar o paliar el impacto de estos eventos inevitables dado el clima de esta región: ya 2006, en un seminario al respecto de estos temas se advertía que la precipitación extrema máxima para un período de 24 hs para todo el centro de la Argentina, desde la base de la cordillera hasta la costa de la provincia de Buenos Aires podía llegar a alcanzar los 300 mm.

Los eventos como el de La Plata se deben al crecimiento de la mancha urbana sin el acompañamiento de la infraestructura necesaria. En Mar del Plata, la construcción del sistema de pluviales en la ex Terminal puso fin a eventos dañinos que se daban cada vez que la ciudad se veía afectada por un temporal similar al del pasado 7 de marzo.

Está claro que es imperativo poner todo el conocimiento científico y las capacidades económicas de la sociedad al servicio de políticas públicas de ordenamiento territorial que permitan evaluar la razonabilidad de construir en estas áreas identificadas como «llanuras de inundación». En todos los distritos urbanos del país se ha construido sin respetar dichas condiciones que son estructurales al territorio. Las consecuencias de ignorar la estructura del terreno trae, ante eventos meteorológicos extremos, estas calamidades.

Hay mucho para hacer. El conocimiento, está. Falta la decisión política de llevarlo a cabo, como ocurrió en Mar del Plata —aún cuando queda mucho para hacer— y en CABA donde, como señaló oportunamente el ingeniero y ex presidente Mauricio Macri, «no se inunda más».

Los reclamos de Kicillof, en plena catástrofe, a la presidencia de la nación, dicen que él, de actuar para el bien común, no tiene ni idea.