El estudio de las paleoinundaciones también desmiente que el calentamiento sea la causa de las riadas actuales

Un estudio con datos de hasta 8.000 años concluye que en tres zonas distintas de Europa las mayores inundaciones son muy antiguas.

Las últimas inundaciones en Europa y otras partes del mundo han elevado la discusión sobre la influencia del cambio climático en los fenómenos extremos: las lluvias de los años 23-24 en el centro del continente o las que tuvieron lugar en Valencia el pasado otoño con sus desastrosas consecuencias, han servido una vez más para que los profetas del desastre climático hayan señalado al calentamiento antrópico, es decir, producido por la actividad humana y, más concretamente, por las emisiones contaminantes o de CO2.

Sin embargo, los estudios climáticos más serios están desmintiendo taxativamente esta supuesta relación, dos de ellos lo han hecho ya en los últimos meses tal y como publicábamos hace unas semanas en Libertad Digital.

Por si esto no fuese suficiente, la Asociación de Realistas Climáticos se hace eco de un nuevo estudio que deja claro que esas crecidas no tienen un carácter tan excepcional si se considera un periodo de tiempo largo y, por tanto, no pueden ser un efecto del actual episodio de calentamiento que viene teniendo lugar desde el final de la Pequeña Edad de Hielo, es decir, en los últimos 150 años, aproximadamente.

Se trata de un artículo publicado en la revista Climatic Change y que es obra de un destacado experto en la materia: Gerardo Benito, profesor de investigación del CSISC y que ha participado como autor en el Quinto Informe del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC) y en el informe especial de este grupo sobre «Gestión de Riesgos sobre eventos extremos y desastres para avanzar en la adaptación al Cambio Climático».

El artículo estudia las inundaciones a lo largo de un larguísimo periodo de tiempo en tres puntos diferentes de Europa: en el bajo Rin –junto a la frontera de Alemania y Países Bajos–; en varias zonas del Reino Unido incluyendo el río Severn, que es el mayor de Gran Bretaña; y en un par de ríos de la provincia de Castellón: la Rambla de la Viuda y su afluyente, el río Monleón.

En los tres casos el estudio se ha fijado tanto los registros más modernos que se han generado desde el siglo XIX hasta los datos de las paleoinundaciones –las anteriores a 1350– e incluso de inundaciones paleohidrológicas, ocurridas miles de años atrás. Para cada una de estas épocas se ha usado métodos y registros diferentes, obviamente menos precisos cuanto más atrás en el tiempo, pero siempre válidos para hacer una estimación y establecer comparaciones.

¿Qué revela el estudio?
Y los resultados de estas comparaciones no son, sin duda alguna, los esperados por los más agoreros del cambio climático, más bien al contrario: en el río Severn, por ejemplo, la mayor inundación de la historia ocurrió en el año 250 antes de Cristo. Se cree que su caudal fue un 50% superior a la última importante, ocurrida en el 2000, que teniendo en cuenta un registro obtenido de unos 4.000 años no se considera excepcional, al igual que la otra mayor de los últimos decenios, ocurrida en 1960.

En el caso del Rin la mayor inundación es la de 1374, cuyo caudal fue un 25% mayor que la de 1926, la más grande registrada con la precisión que proporcionaba ya el instrumental del siglo XX. Además, en el plazo estudiado –que para el Rin ha sido 8.000 años– se han identificado hasta doce grandes inundaciones que superan los registros de las que ha habido en la época moderna y de las que, por tanto, se tienen datos precisos.

Por último, en la Rambla de la Viuda destacan varios datos, empezando porque la mayor de las inundaciones es la de 1883, con un caudal de 1.830 metros cúbicos por segundo, superando en un 50% a la que hubo en el año 2.000. En el río Monleón este episodio llegó a caudales de 890 m³/s, similares a los de los años 1922 y 1960.

En el caso de estos dos ríos castellonenses se puede afirmar también que las inundaciones del siglo XX en la Rambla de la Viuda son comparables en magnitud a las de los siglos XV, XVI y XVII, mientras que las de los siglos XVIII y XIX fueron aproximadamente un 25% más intensas. Además, la frecuencia con la se producían estos fenómenos ha permanecido estable o incluso disminuido ligeramente, con un evento importante cada 30-40 años.

En resumen, se puede ver que en todos los casos las mayores inundaciones se no son las recientes, sino que se produjeron antes o muchísimo antes de que el calentamiento antrópico pueda ser tenido en cuenta como factor desencadenante. Tampoco lo sería otro agente al que suele asociarse a estos episodios: el uso, cada vez más intensivo, de la tierra en las zonas afectadas.

Además, se observa que hay otros fenómenos naturales y climáticos que sí podrían tener una influencia importante: entre ellos la Oscilación del Atlántico Norte (NAO), la Oscilación Multidecadal del Atlántico (AMO), la insolación o la variabilidad solar.

En su comunicado, la Asociación de Realistas Climáticos explica que, a la luz de este y otros estudios científicos es preciso «reconocer la existencia de inundaciones extremas en el pasado» para poder ser más eficaces en «el diseño de infraestructuras y estrategias de gestión del riesgo, ya que muchos eventos recientes no carecen de precedentes históricos».

Además, reclaman «un enfoque más integral que combine datos instrumentales, documentales y paleoinundacionales para evaluar correctamente el riesgo de futuras inundaciones extremas» y para diseñar «las estrategias adecuadas de mitigación y adaptación».