
Un día todo cambió I. Así fue un 29 de marzo de hace once años, cuando la vida del niño Thiago Joel Franco cambió para siempre. Tenía 4 años cuando, en un cruce muy complicado de la ruta 226, el auto que conducía Lalo Ramos impactó contra el vehículo conducido por su mamá, Rocío Dusek. En estos once años, Thiago ha sido expuesto una y otra vez por si triste devenir como víctima central de aquel hecho. En la cuestión procesal, se ha encargado la defensa de Ramos de hacer su trabajo y lograr una condena en los términos que la ley impone, y no en los términos mediáticos que el letrado original de Dusek postulaba ante la prensa. Hoy, Thiago sirve a otros propósitos.
Un día todo cambió II. A once años de aquel triste hecho, hay preguntas que nunca se respondieron: Por ejemplo, nunca se le hizo el test de alcoholemia a Dusek, quien había ingresado a la autovía en un cruce complejo siendo que su carnet, en ese momento, correspondía a una persona principiante. Y el interrogante mayor —que la fiscalía interviniente, que se sumó a las carnestolendas mediáticas— nunca evaluó: ¿por qué Thiago voló literalmente por el impacto, hasta estrellarse contra el parabrisas del auto que conducía su madre? La respuesta sencilla, da vergüenza: el nene estaba suelto dentro del auto, no asegurado en una silla acorde, ni sujeto como debía estar.
Un día todo cambió III. Hace semanas, calentando la escena, Rocío Dusek mostró a su hijo en la Falla Valenciana, posteando: «Cumpliendo el sueño que impidió el choque que sufrimos hace once años». ¿Really? ¿A sus cuatro años, Thiago soñaba con ir a la Falla Valenciana? Y la media que corta y pega, alegremente. Para qué pensar, ¿no? Ahora Dusek se lanzó a juntar u$s8.500 para un tratamiento en México. El tratamiento conocido como «Cytotron» es experimental y de acceso limitado a India y México, y está seriamente cuestionado por los profesionales de este último país. Algo está muy mal, y no sólo la salud de Thiago.
Juicio y castigo I. El día 6 de mayo, el tribunal integrado por Fabián Riquert, Juan Manuel Sueyro y Federico Wacker Schroder deberán dar el veredicto a los incoados por la muerte de Leandro Gatti. En este juicio hay un asesino confeso: José Maximiliano Vergara; un participe secundario, Luis Itzcovich; y un tercer encartado, Fernando Romito, persona a la cual la instrucción fiscal le endilgó la condición de entregador, basado en una investigación en la que participaron policías que respondían al grupo operativo que lideraba el ex jefe departamental José Luis Segovia. Segovia hoy está en prisión, acumulando hechos delictivos en una causa enorme de corrupción.
Juicio y castigo II. En su alegato, tal como ya lo había hecho ante la Cámara Penal, la abogada Paula Oviedo pidió la nulidad de todo lo actuado y la desincriminación de Romito. Sostiene la letrada que hay evidente violación de garantías procesales y constitucionales. La principal cuestión es que se encartó a Romito basándose en los dichos de un testigo de identidad reservada que nuca ha sido puesto a derecho. Estamos todos en libertad condicional.