
La presentación se hizo con toda la pompa mediática y hasta tweet del intendente —expresado en la jeringoza que hoy es de estilo— incluido. La explicitación al respecto de la única propuesta estuvo a cargo del presidente de la empresa en cuestión, Rafael Trevisan.
Sin embargo, ante los pocos y tibios interrogantes que se escucharon en la conferencia de prensa, el abogado no dio demasiadas precisiones, siquiera al respecto de quién es, o quiénes son los que vienen a postularse para gestionar el estadio y los espacios deportivos de la ciudad durante los próximos 30 años. Concretamente, al ser preguntado al respecto de quién es y quiénes integran el grupo Revee, Trevisan inexplicablemente dijo que no podía revelar esa información a pesar de que la misma está apenas a una búsqueda en la red.
Y en esa búsqueda, hay un toque de atención: es el párrafo final de la auditoria del grupo brasileño por la auditora internacional Price Waterhouse Coppers, que señala en su párrafo final para los accionistas: «Incertidumbre relevante relacionada con la continuidad operativa. Llamamos la atención sobre la nota 1 de los estados financieros, que describe que la Compañía ha determinado una pérdida en sus operaciones y se encuentra en una fase pre operativa al final del ejercicio del 31 de diciembre de 2024. Esta situación, entre otras descrita en la nota 1, indica la existencia de incertidumbres pertinentes que pueden suscitar importantes dudas sobre su continuidad operacional».
Para ser muy claro: el auditor —reconocido internacionalmente— dice que el grupo —cuya llegada a la ciudad fue tan celebrada por parte del intendente— está en una situación financiera inquietante. Ameritaría un cuidadoso análisis que no debería excluir una consulta al auditor en cuestión ni exigir explicaciones adicionales al presentante. El sólo hecho de que haya una oferta, y que la misma deba ser avalada por el Concejo Deliberante, provoca que, en el decir de los ambientes deportivos y políticos de la ciudad, se dé el tema por sellado y aprobado.
Es una entrega de patrimonio público —deteriorado, es cierto, pero patrimonio público al fin— por treinta años. Los renders que publicó Montenegro y los que distribuyó el municipio, publicados alegremente por la cadena de corte y pegue, son un cartabón atractivo, sólo eso.
Mar del Plata perdió, en la década de 1990, la posibilidad de tener un estadio techado con tecnología de punta para aquellos años debido a la estulticia de Florencio ladrey Iglesias que lo impidió, y a la cobardía de la dirigencia del momento, que lo avaló. Era una concesión por una década, no a treinta años. Hoy todo parece trascurrir atado. Muy atado.
Para quien quiera leer el link a la página de información pública del auditor, pueden hacer click aquí. Esta información ya la puse a disposición de la administración en la semana precedente. Se verá.