Desconcierto en tiempo de descuento

En ocasión de la inauguración de la escalera imperial, el saliente intendente de la ciudad, Guillermo Montenegro, afirmó que él va a estar para ayudar a Agustín Neme en lo que haga falta. Demoledora frase. Tendría que haber dicho algo como «no creo que haga falta ayudar, porque Agustín es muy capaz», ¿no?

Por debajo de la escena pública, el principal referente político del PRO en Gral. Pueyrredon afirma que hay que ponerse como objetivo un único predicamento: que el único riesgo que Mar del Plata enfrenta, es el retorno del ex intendente GAP.

Traído del averno del final de la política tras el error monumental que fueron las decisiones tomadas por el matrimonio Raverta/Obeid, el actual legislador provincial —al que le quedan dos años de mandato como tal— está en negociaciones con Carlos Bianco para, de acordar, ocupar la banca de concejal e iniciar —en sus palabras— la inexorable marcha hacia la conquista de la intendencia en 2027 (escalofríos).

En tanto, el articulador de Neme, Emiliano Giri, busca un hueco en el muro que le de gobernabilidad y, por sobre todas las cosas, los votos para mover a los presidentes de los entes —en particular, el codiciado EMTURyC— y los cargos de presidente y vice de OSSE. Menuda tarea con cinco bloques en juego en el HCD.

En esa búsqueda, las fuentes de la aldea sostienen que Giri ha conversado con Sergio Massa con el objetivo de acordar un esquema que les dé previsibilidad al contar con el acompañamiento del concejal Juan Manuel Cheppi. Pero más llamativo, es que se le atribuyan conversaciones con Manuel Mosca —recordemos—, ex presidente de la cámara baja bonaerense y quien, cuando volaba alto entre las cumbres del poder, fue un fuerte articulador en las operaciones para empujar hacia la renuncia a Carlos Fernando Arroyo, actitud que sólo cesó cuando el que cayó fue él, a raíz de sus propias inconductas.

Caminos extraños cuando, ante la partida de Montenegro, comienzan a verse las costuras de pactos y acuerdos. Obvio, ya no anda por los pasillos el concejal Errecart repartiendo cargos en la administración como si fueran caramelos, eso era cuando deliraban con obtener ocho concejales propios y fantaseaban con tirar a los funcionarios radicales desde lo más alto del palacio.

Hoy, más cautos, sólo piden que se cuide el balance y que se busque armar con amplitud. Hay una variable compleja, que se vislumbra en las palabras que se usan: no se habla ni de conducir ni de administrar la ciudad sino que —tal como ya lo he señalado—, el término que emplean, es «manejar».

Alejado del mundano ruido local, el senador Maximiliano Abad no da indicios que permitan conjeturar cuál será su futuro proceder. En ese silencio alejado del cotilleo local, quizás sea donde hay que buscar el motivo de esa charla atribuida a Giri con Manuel Mosca: ahí hubo una sociedad política, fenecida cuando Mosca fue expulsado de la política, tan raudamente como Spert, pero sin barullo mediático.

¿Será que, donde hubo fuego, cenizas quedan?