Vuelan un dron con yoduro de plata para generar tormentas artificiales en la capital. El nivel de contaminación supera 40 veces el límite de la OMS.

Nueva Delhi vive desde hace mucho tiempo dentro de su propia exhalación tóxica, como un pulmón enfermo que se ha olvidado de cómo sanar. El amanecer, la mayoría de las veces, no comienza con luz, sino con una sombra densa y venenosa. Nadie en el mundo respira un aire más contaminado que las más de 30 millones de personas que viven en el área metropolitana de la capital de India.
Esta semana, la concentración de PM 2,5 en Delhi, una medida para medir la calidad del aire, era 40 veces mayor que el nivel de referencia de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Estamos en la temporada en la que los agricultores de las regiones circundantes queman rastrojos en sus campos para despejar el camino para la siguiente cosecha. Esto siempre agrava la contaminación y asfixia aún más a la gran ciudad. Pero han sido sobre todo los petardos y fuegos artificiales los que han hecho más irrespirable el aire de estos días.
Millones de indios se unieron al Diwali, una de las festividades hindúes más importantes del país. Se trata de un evento auspicioso, abrazado por distintas religiones, que ensalza el triunfo de la luz sobre la oscuridad, del bien sobre el mal, de la esperanza sobre la desesperación. Para celebrarlo, se encienden miles de petardos y fuegos artificiales que dibujan un paisaje aún más nebuloso porque liberan óxidos de azufre y de nitrógeno al aire, así como nocivos metales pesados.
Hace cinco años, de cara a esta mega festividad, las autoridades indias, alegando niveles peligrosos de contaminación, prohibieron los productos pirotécnicos convencionales en la capital y únicamente se permitía la venta de los llamados «petardos verdes». Estos, según los fabricantes, emiten un 30% menos de partículas y un 10% menos de emisiones gaseosas. La regulación señalaba además que sólo podían usarse en determinados lugares con una fecha límite. Pero nada de esto se ha respetado y los petardos más contaminantes se han seguido utilizando.
Para limpiar el gigantesco manto de niebla que envuelve una de las ciudades más pobladas del planeta, las autoridades han recurrido a los clásicos métodos de rociar agua en las carreteras y restringir el tráfico. Pero la novedad este año es que se está probando un experimento de siembra de nubes para inducir lluvia artificial.
La siembra de nubes consiste en disparar a los cielos cohetes o drones que llevan bengalas cargadas con yoduro de plata, una sal con una estructura cristalina similar a la del hielo. Se cree que es útil para formar cristales de hielo que empujan a las nubes a producir más precipitaciones.
El jueves se realizó sobre Nueva Delhi el primer vuelo de prueba con aeronaves no tripuladas cargadas con estas bengalas. «Delhi experimentará su primera lluvia artificial el 29 de octubre», aseguró Rekha Gupta, la ministra principal de Delhi, equivalente a la jefa del gobierno local. La capital ha sido clasificada como la ciudad más contaminada del mundo durante más de una década. El año pasado, los niveles de contaminación aumentaron un 6%.
La técnica Schaefer que también usa China
Fue un químico y meteorólogo estadounidense, Vincent Schaefer, bautizado mediáticamente como el primer «sembrador de nubes», quien en la década de 1940 descubrió que podía crear lluvia o nieve artificial mediante la pulverización de nitrógeno líquido en las nubes. Esto ayudaría a frenar el impacto de las largas sequías, mitigar los incendios forestales o mejorar la calidad del aire dispersando las partículas.
China fue el primer país que trató en serio de potenciar la técnica de Schaefer y comenzó a aplicarla para alterar el clima a su antojo en eventos importantes para el gobierno del Partido Comunista (PCCh). Las primeras pruebas empezaron en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, aunque en ese caso fue para garantizar un clima seco durante las primeras jornadas deportivas en la capital china y limpiar el aire durante la celebración del gran evento deportivo que se convirtió en el primer gran escaparate internacional para un país que estaba en plena explosión económica.
El pasado verano, los medios chinos informaron del éxito del programa de siembra de nubes en la árida región de Xinjiang, en el extremo noroeste del gigante asiático. Se utilizó una flota de drones para disparar barras de yoduro de plata. Según las autoridades, las lluvias aumentaron un 4%, desatando 70.000 metros cúbicos de precipitación adicional.
India se adentra ahora a los programas de modificación del clima que su vecina China lleva perfeccionando muchos años. «Con la siembra de nubes, se agregan pequeñas partículas de yoduro de plata, acelerando que las gotas se vuelven lo suficientemente pesadas para que caigan como precipitación. De la nube no suele caer más del 8% del agua que contiene, por lo tanto, se trata de mejorar la eficiencia», explicaba en una entrevista con este periódico José Luis Sánchez, catedrático de Física Aplicada de la Universidad de León, profesor de Meteorología y ex editor jefe de Atmospheric Research, una revista académica de meteorología internacional.
«Hay estudios que apuntan a que ciertas formas de siembra de nubes podrían aumentar la precipitación hasta en un 20% cuando se dirigen a las nubes de invierno en las áreas montañosas. La idea con el yoduro de plata es que ayuda a formar nuevos cristales de hielo o copos de nieve en la nube. Estos copos adicionales deberían crecer y caer rápido como precipitación», explicaba en un artículo Adele Igel, jefa del grupo de física de nubes de la Universidad de California, que también señalaba que no existe un consenso total entre la comunidad científica sobre la eficacia de este programa de manipulación del clima al que recurre ahora el país más poblado del mundo para luchar contra la contaminación atmosférica en su caótica capital.