Dos investigaciones recientes lideradas por la Universidad de Loughborough aportan algo más que un resultado académico interesante. Muestran cómo un residuo cotidiano, casi invisible en su acumulación diaria, puede convertirse en una herramienta eficaz para depurar agua contaminada. El protagonista es el café usado. O mejor dicho, sus restos.

Los estudios, publicados en Biomass and Bioenergy y Clean Technologies, analizan el uso de residuos de café para retener metales pesados como plomo, cobre y zinc, algunos de los contaminantes más persistentes y problemáticos en aguas urbanas e industriales. No se trata de una solución futurista ni de laboratorio aislado. Es algo mucho más cercano.
El café es una de las bebidas más consumidas en todo el mundo
El café forma parte de la rutina diaria de millones de personas. En el periodo 2021–2022, el consumo mundial superó los 176 millones de sacos, de unos 60 kg cada uno, frente a los aproximadamente 167 millones del año anterior. Ese aumento sostenido tiene una cara menos visible: toneladas de residuos generados cada día, sobre todo en forma de posos de café usados.
El creciente consumo global genera una cantidad considerable de residuos
Estos residuos, conocidos como spent coffee grounds (SCGs), suelen acabar en vertederos o incineradoras. Sin embargo, desde el punto de vista químico y estructural, son materiales ricos en carbono, porosos y de origen vegetal. Justo el tipo de características que se buscan en un buen adsorbente para capturar contaminantes disueltos en agua.
Los residuos de café usados son materiales porosos de origen vegetal
El equipo de investigación parte de una idea sencilla: aprovechar esa porosidad natural para atrapar iones metálicos antes de que lleguen a ríos, acuíferos o sistemas de abastecimiento. No es una ocurrencia aislada. Otros residuos agrícolas y orgánicos —cáscaras de arroz, arcillas, resinas naturales, restos de plátano o hojas de té— ya se han probado con resultados dispares. El café, sin embargo, destaca por su disponibilidad global y regularidad en el suministro.
De los residuos de café al biochar
En uno de los estudios, los posos de café se recogieron en la cafetería del edificio Edward Herbert, dentro del campus de Loughborough. Tras un proceso controlado de calentamiento, desarrollado junto a la Banaras Hindu University, se transformaron en biochar, un material carbonoso muy poroso, habitual en la mejora de suelos agrícolas, pero aquí con un uso distinto.
Al optimizar temperatura y tiempo de calentamiento, los investigadores lograron eliminar hasta el 98 % del plomo presente en el agua, con una capacidad de adsorción de 4,9 mg de plomo por gramo de biochar. Cifras altas, comparables a materiales comerciales mucho más caros.
Los residuos de café sin procesar también funcionan
La otra línea de investigación resulta aún más interesante desde un punto de vista práctico. Demuestra que los posos de café sin procesar pueden utilizarse directamente para eliminar cobre y zinc cuando las concentraciones son bajas. Sin tratamientos térmicos. Sin procesos complejos. Tal cual salen de la cafetera.
En ensayos controlados, se analizó cómo influyen el tiempo de contacto, el tipo de adsorbente y la concentración de metales. Los resultados muestran eficiencias superiores al 96 % en muchos escenarios. A bajas concentraciones —2,5 ppm de cobre y 10 ppm de zinc— el café usado funciona mejor por sí solo. A concentraciones más altas, una mezcla de café y cáscara de arroz ofrece un rendimiento ligeramente superior.
Residuos de café combinados con otros materiales
Esta flexibilidad abre la puerta a soluciones adaptables según el contexto. No todas las aguas contaminadas son iguales, ni lo son los residuos disponibles en cada región. Poder combinar subproductos locales para mejorar la eficacia es una ventaja clara frente a tecnologías rígidas y centralizadas.
Economía circular en acción
Las autoras principales de los estudios insisten en un mensaje que va más allá del laboratorio: replantear el concepto de residuo. Convertir un desecho cotidiano en un material funcional reduce presión sobre vertederos, baja costes y crea oportunidades para soluciones descentralizadas de tratamiento de agua. Sin grandes infraestructuras. Sin depender de importaciones complejas.
Dr Monika Mahajan destaca que el proceso mantiene un coste bajo y un impacto ambiental reducido, mientras que Dr Basmah Bushra subraya el valor de aplicar la economía circular de forma tangible, no como eslogan. Y Dr Diganta B. Das lo resume con claridad: el café no es un residuo inútil, es materia prima infrautilizada.
Potencial
El uso de residuos de café como adsorbentes no va a sustituir, por sí solo, a las grandes plantas de tratamiento. Pero sí puede complementarlas y cubrir vacíos donde hoy no llega nada. Integrado en filtros domésticos, sistemas comunitarios o soluciones de emergencia, ofrece una vía realista para mejorar la calidad del agua con recursos ya disponibles.
A medio plazo, este tipo de enfoques encaja con políticas que impulsan la valorización de residuos, la reducción de vertido y el desarrollo de tecnologías limpias de bajo coste. No hace falta esperar a grandes revoluciones. A veces, el cambio empieza en algo tan simple como mirar los restos del café con otros ojos.