El jefe de Taller del Instituto Industrial Pablo Tavelli explicó cómo nació y se perfeccionó el proyecto de fabricación de sillas adaptadas para que personas con movilidad reducida puedan acceder al mar, una iniciativa solidaria con fuerte eje pedagógico y de patente abierta.

Desde hace varios años, el Instituto Industrial Pablo Tavelli desarrolla un proyecto que conjuga educación técnica y compromiso social: la fabricación de sillas adaptadas que permiten a personas con movilidad reducida llegar hasta la orilla del mar. En diálogo con la 99.9, el jefe de Taller de la institución, Mariano Sasso, brindó detalles sobre el origen, la evolución y el alcance de esta iniciativa que hoy se replica en distintos balnearios de la ciudad.
Sasso aclaró que el proyecto no surgió originalmente de un alumno, sino de la inquietud de un profesor a partir de una experiencia personal. “Esto primero surgió no de un alumno, sino de un profesor que tenía como vecinos de carpa a una familia que había resuelto la dificultad de que su hijo llegue hasta la orilla con una silla adaptada”, explicó. A partir de esa solución casera, pensaron que “era algo que se podía implementar y fabricar en los talleres de la escuela”.
En una primera etapa, el equipo del instituto comenzó a replicar el mecanismo original, pero con el tiempo fue rediseñado y mejorado. “La fuimos acomodando, mejorándola, hasta llegar al diseño que se utiliza ahora”, señaló Sasso. La principal innovación fue que la silla ya no queda fija: “Ahora son dos laterales que se incorporan a la silla plegable. Trasladás a la persona hasta la orilla, quitás los laterales y podés volver a buscar otra silla y trasladar a otra persona”.
La producción de estas sillas depende del trabajo anual de cada grupo de alumnos y el destino final está claramente organizado. “Esto queda a disposición de la Dirección de Discapacidad de la Municipalidad y ellos las distribuyen según cómo van cubriendo la costa”, indicó. Ante la consulta sobre si las familias pueden acceder directamente, Sasso fue claro: “No, es dentro de este esquema”. En ese sentido, explicó que la Fundación Lautaro —la familia que impulsó la idea original— provee los materiales, mientras que la escuela aporta “la mano de obra y los conocimientos”.
Uno de los aspectos más destacados del proyecto es su carácter abierto. “No tiene exclusividad, no tiene patente, es de patente abierta. Replica quien quiera replicar”, afirmó Sasso. Actualmente cuentan con material audiovisual y adelantó que el próximo año planean publicar los planos: “Vamos a subir ya planos para que lo puedan ver, como en algún momento se hizo con la estufa solidaria”.
Finalmente, el jefe de Taller subrayó el valor educativo y humano de la experiencia. “Para nosotros siempre lo primero es que sea un ejercicio pedagógico, que los chicos sigan aprendiendo”, sostuvo, y agregó que también buscan “abrirse a proyectos de un camino solidario para que puedan comprometerse y experimentar que el conocimiento técnico que tienen es un valor que se puede compartir y que de esa manera le mejorás la vida a otra persona”.
Así, el proyecto de las sillas adaptadas no solo facilita el acceso al mar, sino que también forma técnicos con conciencia social, demostrando que la educación y la solidaridad pueden ir de la mano.