Néstor Bibbo, vecino de la ciudad, habló esta mañana en la 99.9 y brindó su testimonio sobre la atención que recibió en el HIGA tras sufrir un accidente. La falta de insumos hizo que lo cosieran sin anestesia. “Mi señora estaba conmigo en la guardia y se fue porque se asustó de cómo gritaba”, afirmó.
La falta de insumos en los hospitales suele ser un tema tratado a la ligera, pero cuando se puntualiza sobre un caso se observa lo grave de la situación Esta mañana en la 99.9, dio su testimonio Néstor Bibbo, un marplatense que sufrió un accidente y fue trasladado al Hospital Interzonal General de Agudos (HIGA), donde debió pasar por una odisea.
“El miércoles pasado tuve en accidente en 212 y Maipú. Bajé del colectivo y venía un auto que me pasó por arriba. Gracias a Dios, no fue tanto; pero tengo el brazo destrozado. La ambulancia tardó 40 minutos hasta que llegó, me asistió la gente del barrio”, indicó en un principio.
Su peor padecimiento comenzó después, una vez que arribó al nosocomio: “de ahí me derivaron a la guardia del Hospital Regional. Me vio un enfermero que me tomó la presión, me dejó en la camilla, me dijeron que tenía golpes en las piernas y en los brazos. No sabía lo que tenía porque estaba todo embarrado, tenía unos cortes bárbaros”.
Entre la demora que debió soportar hasta ser atendido y la forma brutal en que lo asistieron, hasta el propio Néstor se vio desbordado y asombrado por lo que estaba viviendo: “me vio un traumatólogo y me dijo que espere porque no tenía los insumos para atenderme. Estuve dos horas hasta que me atendieron. Éramos tres personas esperando en la sala de traumatología y tenían solo dos frasquitos de anestesia”.
A pesar de ello, le indicaron que le habían puesto la anestesia local y comenzaron a hacerle suturas: “supuestamente, el traumatólogo me puso la anestesia, pero nunca sentí nada. El hombre que me cosió me dejó el brazo como un matambre, se salieron los puntos y me pusieron los 30 puntos sin anestesia. Mi señora estaba conmigo en la guardia y se fue porque se asustó de cómo gritaba. El brazo me quedó hecho un desastre, no sé cómo se va a recomponer”.
A la falta de insumos se agrega la falta de personal, que también genera inconvenientes graves: “no había camilleros, tuve que ir caminando a hacer las placas. Diga que mi señora se movió, porque si no lo hacés vos nadie hace nada; está la gente tirada en el piso. Cuando llegué a mi casa tenía un dolor impresionante porque no me dieron antibióticos. Me tenían que dar una vacuna para la infección porque se me había llenado el brazo de tierra, pero nada”.
Como si fuera poco todo el dolor que le hicieron atravesar y lo que está sufriendo todos los días con las curaciones, Néstor fue testigo de lo que llaman “caranchos”, abogados que se aprovechan de las salas de espera de hospitales para encontrar potenciales clientes: “todo el mundo te tira tarjetas para que vayas a ver a este o aquél, pero los lugares no parecen ni estudios de abogados”.
Una verdadera odisea que describe a la perfección el desabastecimiento de un hospital, como tantos otros en la Provincia de Buenos Aires.