Hay situaciones que se dan de patadas con el sentido común. Nada hacía suponer que se pudiera cuestionar el triunfo aplastante de la lista que, liderada por Vilma Baragiola, colocó a Gustavo Arnaldo Pulti y los accionistas marplatenses en minoría en el Concejo Deliberante. Pero resulta que sí, que ese ninguneo comenzó en el mismo momento en que debieron reconocer públicamente el triunfo de la oposición.
Pulti desplegó su veneno y amargura al asegurar que no les había ganado un proyecto, sino una militante política. La lectura entre líneas indicaría que Acción Marplatense cree que es mejor, que tiene un proyecto superior y que lo de Baragiola es una expresión momentánea de la simple insistencia.
Y eso fue sólo el aperitivo. Luego vino la gritería que ante muy pocos -no todos íntimos- lo puso al borde de que se le cayera la máscara de la aparente compostura, por la frustración que la realidad le provoca: la primera mentira post electoral -“estamos ahí nomás; Ferro está a dos puntos de Vilma”-, los gastos descomunales de campaña que lejos de motivar al ciudadano lo irritaron y lo llevaron a votar como votó, y además, la certeza de que el desafuero del poder está tocando a su fin.
Esta semana, cuando aún no se repone de la piña fenomenal que se comió en su intento de impedir que Baragiola asuma la presidencia del cuerpo legislativo comunal, va por la sanción del presupuesto con su propia mayoría, aún legal, pero ilegítima.
La blitz para impedir que Baragiola no asumiera la titularidad del Concejo se inició con acciones más o menos simples: un dictamen que su asesor jurídico preferido, Oscar Pagni, había elaborado hace años, y una movida por medio de sus grupos de choque, con pintadas callejeras de mal gusto y correos electrónicos dirigidos a periodistas y medios, con citas insultantes a Baragiola y colaboradores.
La máxima fue hacerlo bajar a Carlos Cheppi a Buenos Aires para una reunión en la Casa Rosada con el objetivo de arrastrarlo a un acuerdo político que implicaba ofrecer la presidencia del cuerpo y hasta algún área de gobierno, quizá Obras.
Cheppi, quien ha manifestado que la charla fue “interesante”, dejó en claro que de ninguna manera aceptaría, y para que no hubiera dudas les dijo al secretario Parrilli y a Julio de Vido que podrán quedarse con la embajada en Venezuela, los cargos y lo que fuera, pero que arreglo, ninguno. Acordaron entonces Pulti y Cheppi que el que daría los nones en público sería el propio intendente, quien en diálogo preacordado con María Delia Sebastiani en LU6, afirmó: “No hay otra alternativa: a Vilma Baragiola le corresponde la presidencia del Concejo Deliberante”, cerrando así la blitz, y sumando una nueva, aunque innecesaria y estúpida derrota.
Está claro que el olor de la nafta del infierno político que se le viene lo tiene alterado. Que lo diga si no Manuel Regidor, a quien destrató y descalificó groseramente acusándolo de ser el responsable de la derrota electoral. Por ridículo que suene, no hay nada que se parezca a una autocrítica o a un debate para intentar explicarse puertas adentro por qué la población votó en su contra.
La cuestión del gabinete que debe alumbrar el próximo tramo de gobierno es toda una cuestión. No hay gente muy capacitada en el actual, más bien lo contrario. Y no será tarea sencilla hallar a quien quiera sumarse a una gestión derrotada. El miedo no es zonzo, y nadie quiere treparse a caballo perdedor.