La misión partirá en enero y participarán 15 voluntarios del Ejército Argentino. Se instalarán en la base Belgrano II, donde enfrentarán todo un año polar. El objetivo es evaluar el impacto del aislamiento en el ritmo biológico humano.
Por sus condiciones extremas, los obstáculos para aterrizar o evacuar, sumados al aislamiento total que depara a sus moradores, la Base Antártica Belgrano II, ubicada a 1.300 km del Polo Sur, es considerada por los científicos como el equivalente en la Tierra del planeta Marte. Un contingente de 18 tripulantes argentinos, pensando en los futuros viajes espaciales, se enfrentará al año polar: cuatro meses de penumbra, cuatro de día y cuatro de noche polar, para superar todos los imprevistos en aquel páramo helado.
El objetivo del proyecto “Cronobiología Antártica” es evaluar el impacto de un año de aislamiento en los ritmos biológicos de los quince voluntarios del Ejército Argentino. La actitud del grupo será examinada por tres científicos que evaluarán su comportamiento social. La misión hacia la plataforma más austral del mundo parte en 15 días.
“Buscamos analizar los ritmos del sistema nervioso autónomo, aquellos que no responden a nuestra voluntad, en un contexto de aislamiento, confinamiento y noche prolongada. Esto es algo que no ha sido descrito aún, aunque ya se analizaron las alteraciones en el ritmo sueño-vigilia en la permanencia prolongada en bases antárticas”, sostiene Daniel Vigo, doctor en Ciencias Médicas del Instituto de Investigaciones Biomédicas (BIOMED, CONICET-UCA).
Durante el año de permanencia en el continente helado, se realizarán cuestionarios y mediciones no invasivas. “Esto incluye el uso de sensores para cuantificar el ritmo sueño-vigilia, el ritmo circadiano de temperatura corporal periférica, la colocación de un equipo ECG Holter para medir el ritmo cardíaco, la realización de pruebas de alerta y percepción temporal, y la toma de muestras biológicas para cuantificar cortisol y melatonina”, detalla la Dra. Ana Zimerman, jefa de Medicina Antártica DNA-IAA.
Los avances servirán para sacar conclusiones sobre los procesos fisiológicos vinculados a la adaptación humana en ambientes extremos; también, para generar medidas que posibiliten su recuperación cuando se vean alterados. “Esto coloca a Argentina en el grupo de naciones más avanzadas en los estudios de fisiología humana para viajes al espacio”, asegura Mariano Mémolli, director del Instituto Antártico Argentino (IAA).
La luz natural constituye el principal sincronizador de nuestros ritmos biológicos. Como consecuencia de la latitud en la que se ubica la base, los días y las noches son muy distintas a las conocidas. “La exposición a un ambiente de penumbra provocará una mayor fatiga física, cambios en la velocidad de respuesta y aumento en la tasa de traumatismos por fallas en la atención y sueño”, apunta Zimerman.
La gran diferencia con la misión Mars 500 “es que, en esta oportunidad, lo que simulamos es la adaptación al aislamiento extremo en un territorio hostil. Los ocupantes de la base van a tener que salir al exterior para picar hielo y abastecerse de agua”, dice Vigo.
Otro desafío que presenta la Base Belgrano II es el alto nivel de aislamiento. Muchos de los accesos quedan bloqueados tanto por aire como por agua. Para evitar sustos, se cargan provisiones para 14 meses. Y si bien los voluntarios estarán muy lejos de su familia, tienen la ventaja de contar con Internet y servicios telefónicos satelitales en la base.
El estudio contará con la colaboración de la Universidad Católica de Lovaina (Bélgica), la Agencia Espacial Alemana, la Universidad Médica de Graz en Austria y la Universidad de Borgoña, Francia. Estas instituciones están vinculadas a la Agencia Espacial Europea (AEE) a través del financiamiento de proyectos de investigación científica en la Estación Concordia.