Andrea Kaplan, directora de la Fundación Sociedades Complejas, habló esta mañana en la 99.9 sobre la relación de los jóvenes con la tecnología y un entorno que resulta anticuado para su estilo de vida. También se refirió a la incidencia del marketing y el consumo, a lo que muestran los medios y a la necesidad de actualizar los ámbitos laborales y educativos.
La evolución de la tecnología y el rédito que le puede dar a los jóvenes son temas que merecen la atención porque, a veces, se suele generalizar una problemática que tiene distintas aristas.
Esta mañana en la 99.9, la directora de Fundación Sociedades Complejas y Directora del I Coloquio Internacional sobre Culturas Adolescentes, Andrea Kaplan, se refirió al tema y puntualizó: “cada época histórica tiene ciertos estilos y cuestiones que llevan a cada marca. A veces, desde distintos espacios, y sin maldad, esto puede llevar a algunos estigmas. Decir que hay chicos que ni estudian ni trabajan es una generalidad que lleva a estigmatizar, y es problemático. Debemos ser cautos y pensar en las culturas adolescentes en plural, porque tienen distintas formas de relacionarse con el mundo”.
Si bien algunos jóvenes tienen problemas para insertarse en el mercado laboral o en el estudio, aquellos que sí lo hacen y con buenos resultados no cuentan con un espacio determinante en la opinión pública. “A veces, los medios de comunicación no difunden buenas noticias, porque no tienen rating. La gran cantidad de jóvenes que se movilizan y trabajan no son noticia, y no están representados en los medios de comunicación. Hay una necesidad de mostrar lo malos que son los chicos y lo mal que estamos, desmereciendo los proyectos donde participan los jóvenes”, advirtió la especialista.
También entra en juego la necesidad de consumo, que es un arma de doble filo: “la industria del marketing y la publicidad generan determinadas identificaciones para introducir bienes y servicios. Generan necesidades, como que los chicos necesitan que les cambien el celular cada cuatro meses. Hay un encasillamiento sobre la pertenencia a un grupo cuando se tienen ciertos bienes materiales”, opinó Kaplan.
En un contexto de mucha información, los adultos también pierden su condición de autoridad y generan aún mayor confusión: “nosotros tenemos un seminario sobre la autoridad de los adultos frente a los niños, donde tratamos de pensar en las diferencias entre una autoridad adulta responsable que ponga límites sanos y las posiciones autoritarias a las cuales hoy los padres se niegan. Hay que ponerle límites a los chicos, eso no es malo. Hay que limitar consumos, porque estamos constantemente bombardeados con carteles y publicidades. La información y el consumo es permanente”.
La exposición a toda la información disponible en Internet es irrefutable, pero genera un desafío extra para la sociedad moderna: “el desafío es enseñar a pensar, porque la información está disponible las 24 horas. Tenemos un problema en el formato de la escuela que debemos abordar. El formato es del siglo XIX, los docentes son del siglo XX y los alumnos del siglo XXI; entonces, tenemos que ver qué hacemos con eso”. Los ámbitos de desarrollo de los jóvenes resultan anticuados y los llevan a un hartazgo precoz: “los chicos no aguantan estar en un box trabajando determinada cantidad de horas. Hay que repensar los ámbitos de estudio y trabajo, teniendo en cuenta la actualidad de los chicos y sin agarrarse a un pasado que puede haber sido más ordenado, pero que ya no es actual”.
Los recursos digitales irán ganando cada vez más terreno, y se trata de uno de los hitos más grandes en la historia de la humanidad: “la revolución digital es comparable con el pasaje de la oralidad a la escritura y la aparición de la imprenta. Hoy, la modalidad de lectura no es sentarse a leer un libro callado. Los chicos leen todo el tiempo en la computadora, aunque pensemos que no los va a llenar lo que leen”, concluyó Kaplan.