Llegaron hace dos años para asaltar departamentos. Pero ahora se dedican a pinchar gomas de los autos y robar al conductor objetos de valor. Dicen que acá les resulta fácil salir libres si los detienen.
Las cámaras de General Villegas los registraron cuando ingresaron a la ciudad. Eran tres hombres y una mujer, todos colombianos, y se movían en un Renault Sendero negro por la zona bancaria de la ciudad.
Roberto Mendizábal, vecino de Villegas, salió del banco Provincia, estacionó a las pocas cuadras e ingresó a la Municipalidad. Ahí mismo le rompieron el vidrio y se llevaron los 30 mil pesos que había extraído del banco.
A los pocos días, el 24 de julio, asaltaron a la científica y conferencista María Luisa Bay, en Rosario. Le quitaron una computadora y objetos personales después de pincharle la rueda. Más tarde durmieron en un hotel del centro de Santa Fe. A la mañana siguiente, la policía allanó la habitación. La mujer ya tenía puesta una peluca. Estaban listos para salir a robar.
La banda tenía antecedentes en Mar del Plata, Salta, Lincoln y algunas ciudades más. Vivían en Boedo y Once, pero hacía semanas que recorrían y dormían en Olavarría, Tandil, Bolívar y Mercedes. La UFI 6, luego de contactar a la titular del auto, que era alquilado, sabía sus paraderos gracias al sistema satelital. “Nos llamó la atención la actitud pasiva que tenían. Nunca se resistieron ni utilizaron la violencia con nosotros. Nos trataban de ‘sí señor’ y se mostraban tranquilos; como si se sintieran impunes, despreocupados porque sabían que no tardarían mucho en salir”, dice el fiscal Fabio Arcomano.
Pasaron menos de un mes en la alcaidía de Trenque Lauquen y el 4 de septiembre fueron otra vez detenidos, en Luján. A las pocas horas volvieron a recuperar su libertad.
El Juez de instrucción 13, Luis Alberto Zelaya, recibió cinco causas de colombianos en la ciudad de Buenos Aires. De todos los detenidos, ninguno pisó la prisión. De las comisarías fueron trasladados a la alcaidía de Tribunales y de allí se fueron en libertad. Siempre. “Solamente no van presos en un país tan flexible como éste. El Código Penal dice que si no tienen condena y un domicilio constituido, se van en libertad. Todo tiene que ver con el ‘garantismo’; de que se pueden rehabilitar, pero ese mismo tipo a la semana vuelve a ser detenido por otro robo”, dice.
Los ladrones colombianos en Argentina son “Los Internacionales”: así se llaman las bandas de ese país que recorren el mundo cometiendo robos, desde fines de 1950, cuando un grupo del centro de Bogotá llegó a robar en la zona de joyerías de Nueva York.
La leyenda dice que, en aquella época, tras cometer un homicidio en el centro de Bogotá, un ladrón del barrio Las Brisas decidió escapar al corazón financiero de los Estados Unidos. Sus compañeros le habían advertido que la policía lo buscaba por el crimen. A la semana, caminando por la zona de joyerías de la Quinta Avenida, vio un maletín que le gustó. Lo quería para usarlo en su viaje de regreso y lo robó, sin que la víctima se diera cuenta. Cuando lo abrió, se llevó una gran sorpresa: se encontró con miles de dólares. Llamó a sus socios y les dijo que viajaran a Nueva York, que ahí “estaba la plata”. Y les envió dinero para los pasajes. Les fue bien ahí y se animaron a hacerlo en distintos estados. El historiador colombiano Eduardo Sáenz Rovner le dijo a Clarín que recuerda la detención de una banda de colombianos en 1960. Los acusaban por robos en Miami.
Llegaron a México y ahora, a diferencia de lo que ocurre en nuestro país, a la primera causa por robo son trasladados a prisión.
En Japón y Gran Bretaña, las leyes eran débiles para estas modalidades delictivas sin armas ni violencia y fueron modificadas a partir de una serie de robos de la que participaron colombianos. Y en Egipto llegaron a recibir 25 años de condena por varios robos.
Hasta octubre de 2013, según datos de la Comisión de Relaciones de Exteriores de Colombia, había 13.408 colombianos presos en el extranjero. El 62 %, por narcotráfico. El 38% restante, unos 5156, por otros delitos, en su gran mayoría, el robo.
En Argentina, hasta 2010, había 30 colombianos en cárceles federales. Hoy son 162, según estadísticas del registro del Servicio Penitenciario Federal.
Sergio Berni, secretario del Ministerio de Seguridad, declaró, a mediados de 2012, que en apenas cuatro meses habían detenido a 450 colombianos por robo. Eran “apartamenteros”: ingresaban a departamentos deshabitados.
En 2013 los colombianos cambiaron de delito. Se están dedicando al “pincha”. Pinchan la rueda de un auto y lo siguen hasta que frene, para quitarle el maletín o lo que les haya llamado la atención para seguirlo. Y se expandieron. Ya no roban sólo en la ciudad de Buenos Aires, como en un principio. Argentina es de los poquísimos países en el mundo que no les exige visa. Por eso siguen viniendo.
Los colombianos en Argentina tienen todo lo que necesita cualquier “Internacional” en otro país del mundo. Alquilan en departamentos amueblados, pagan estadías completas en albergues transitorios u hoteles familiares. Tienen concesionarias que les alquilan autos para utilizar en los robos; organizaciones legales que, por un soborno de 500 pesos, informan a los juzgados que cumplen con los trabajos comunitarios impuestos; conserjes dispuestos a declarar que viven en sus hoteles, para nunca saber su verdadero hogar, ni allanar donde guardaban los objetos robados. Cuentan también con un cruce en Salta para escapar a Bolivia; con comerciantes dispuestos a comprar oro y todo lo robado; abogados especialistas en sus causas. Y joyeros que viajaban desde cualquier parte del mundo a comprarles las joyas, como ocurrió, según fuentes judiciales, con una reliquia valuada en más de un millón de dólares robada en la ciudad de Mercedes; tienen cabarets en departamentos privados del centro porteño a los que sólo acceden con contraseña; discotecas en las que se encuentran cada fin de semana. Y más contactos para seguir viajando: porque en un edificio de Recoleta les hacían, a cambio de 1200 pesos, la visa trucha para ingresar a Malasia.
René recibe a Clarín en el patio de visitas de una cárcel de Buenos Aires. Hasta los 21 años robó en Bogotá, y luego de hacer el servicio militar y poder sacar su pasaporte se transformó en “Internacional”: anduvo por Panamá, Ecuador, Venezuela, Perú, Chile y Argentina. Aquí, su primera condena fue por “Apartamentos”, y fue procesado porque en la causa se los acusó de asociación ilícita. Salió al año y a los pocos meses volvió a ser detenido. “Me pasé al ‘pinche’ porque es más simple de escaparte si llega la policía. En un departamento es imposible huir”, cuenta.
En su primer hecho en la Ciudad le tocaron 70 mil dólares, que envió a Bogotá y su familia compró su segunda casa. René dice que no podía creer de la costumbre argentina de guardar ahorros en sus casas y no en el banco, como en otros países. Eso, y varias cosas más se comentaban en Colombia: “En Bogotá comenzó a escucharse que las leyes en Argentina eran ‘suaves’. Que uno podía caerse hasta cuatro o cinco veces y salía de la comisaría sin pisar la prisión. Que los policías eran corruptos como en pocas partes del mundo; que no se necesitaba visa. Que era fácil, desde Argentina, viajar a Europa o Asia a robar.” Y vinieron muchos. “De los buenos, los profesionales y con más experiencia. Pero más que nada de los otros. Los que vienen para gastarse en farras lo robado y apenas tienen lo del diario en el bolsillo.” La gran cantidad de robos hizo que Sergio Berni anunciara la presencia en las calles de una Brigada de observadores civiles. René se topó varias veces con ellos, más que nada a la mañana, cuando hacía de “escapista”, la versión colombiana de los descuidistas. El objetivo era meterse a eventos de joyeros o en el que haya fotógrafos para quitarles los equipos de trabajo. “Yo andaba caminando por el centro y me amenazaba siempre el mismo policía. Me decía: ‘yo a vos no te respeto, colombiano. Porque vos no sos chorro. Chorro es el que roba con armas, no ustedes. Más vale que se vayan a su país o los vamos a matar a todos’. Siempre me jodían con si era de Las Cruces, que es un barrio histórico de Internacionales”.
Uno de los cinco abogados que los defienden le confió a Clarín: “llegué a tener clientes con hasta siete causas por robo. De la comisaría se volvían a sus casas. Pero en el último tiempo les están metiendo asociación ilícita. Eso los está dejando en prisión ”.
René dice que para él, como para muchos colombianos, cuando los policías notaron que eran liberados a las pocas horas de ser detenidos, el trato para con ellos cambió. Comenzaron –cuenta– a pedirles “la corta”, mil pesos. Según dice, las brigadas de las comisarías de la zona de los hoteles hacían lo mismo. A los colombianos no les molestaba, porque debían juntarla entre cinco. Pero a medida que los medios informaban de robos de colombianos, la extorsión aumentó: se fue a mil dólares.
René llegó a hacer “temporada” en Mar del Plata, Villa Gesell y Miramar. Incluso averiguó cómo llegar a las islas Malvinas, para ver si podía robar libras esterlinas.
En la Ciudad, no descansaba nunca. Los fines de semana iban con su mujer, también colombiana, a robar celulares a las discotecas. Hoy, en prisión, sueña con salir y viajar a Brasil. Él también quiere estar en el Mundial; no en la tribuna, si no robando a los turistas.