En enero se sintió en las familias una merma en el poder adquisitivo. La mayoría cree que la divisa seguirá subiendo y que el Gobierno no podrá contener los incrementos de precios.
Después de mucho patear los problemas, en las últimas semanas el Gobierno tomó fuertes decisiones de política económica, con la intención de enderezar variables que hasta los expertos más afines a la Casa Rosada advertían que no daban para más.
Aunque se lo atribuyó a las corporaciones, el Poder Ejecutivo llevó el tipo de cambio de $6 a $ 8por dólar, y luego relajó los controles para la adquisición de moneda extranjera con fines de ahorro. Lo hizo con el objetivo de morigerar la brecha entre la cotización oficial y la paralela, en un intento por atraer inversiones mientras negocia con acreedores varios y emprolija el INDEC en busca de conseguir crédito externo para aliviar las reservas.
Todo, mientras sube las tasas y anuncia acuerdos de precios intentando que no se dispare la inflación, que en el comienzo de 2014 oscila en pronósticos de más del 30% anual, ubicándola como un interrogante en la negociación salarial.
Pero por más que haga todo esto, cualquier gobierno la tiene muy complicada si no reconquista la confianza de la gente, último destinatario de cualquier recetario de medidas, heterodoxas, ortodoxas o mixtas. Y ahí tiene un grave problema la administración de Cristina Kirchner. De acuerdo con un relevamiento exclusivo para PERFIL, de los consultores Federico González y Cecilia Valladares en sociedad con la firma MGMR Investigación de Mercado, el grueso de la población considera que la gestión no tiene un horizonte claro, que las medidas ayudarán poco y nada y consagran al dólar como ganador imbatible ante la incertidumbre. Las preguntas abarcaron un universo de 600 personas en todo el país.
Si con la asunción de Jorge Capitanich como Jefe de Gabinete y Axel Kicillof como Ministro de Economía se buscó relanzar el kirchnerismo para generar adhesión y encauzar las expectativas, el intento terminó en fracaso. El 77,1% de los encuestados entiende que el Gobierno “va sin rumbo” en materia económica. El cóctel de extorsión policial y saqueos y cortes de luz en diciembre, sumado al mix de devaluación con idas y vueltas de anuncios el mes pasado, terminaron de licuar la renovación de Coqui. El punto es que una mayoría (40%) sigue viendo a la Presidenta como la última decisora de las medidas económicas, mientras que solo el 24,4% entiende que el “cerebro” de todo es Kicillof, por más que sume poder, acapare cargos y hable en los medios. Algo similar sucede con Capitanich, a quien el 10,4% de los encuestados señaló como autor intelectual de lo que anuncia. Menos influencia se le otorga al secretario de Legal y Técnica de la Presidencia, Carlos Zannini.
Austeridad. Los temblores de fin de 2013 dejaron su marca en la economía familiar. El salto inflacionario que habilitó antes de su partida el hoy enviado a Italia Guillermo Moreno se sintió en los resúmenes de cuenta que llegaron a los hogares en enero, y en los tickets que se pagaron en supermercados. Tanto es así, que el 68,7% de los encuestados manifestó que su nivel de gasto en el primer mes del año aumentó más de lo esperado; una sensación que además se condice con gastos en turismo y entretenimiento en el mes de las vacaciones. La salida de dinero fue más dolorosa que placentera. Aunque se echó más veces la mano al bolsillo, no hubo fiesta de consumo. Por el contrario, casi el 80% de los consultados afirmó que desde que arrancó 2014 ha postergado gastos que había que planificar. Toda una novedad en el modelo kirchnerista de los últimos años, cuando en muchos momentos las decisiones de compra se anticiparon para ganarle al próximo aumento de precios. Aun a sabiendas de que más tarde todo puede salir más caro, las familias, quizás con la sensación de estar con la soga al cuello, dicen “por ahora no”.
Ante este escenario, sigue reinando la tarjeta de crédito. Para el 61,3% del universo sondeado, se vive un momento oportuno para comprar con financiación. Con más de 18 millones de plásticos en la calle y un 75% de gente con más de una, su uso se mantiene al tope de las preferencias de pago. Los descuentos son un derecho adquirido para los consumidores, al punto que supermercados y bancos ahora enfrentan el problema de sostener el costo de mantener las promociones con menos márgenes, so riesgo de espantar demanda. Pero en días de austeridad el plástico resiste. No solo porque todo lo financia en cuotas que le sacan partido a la inflación, sino porque en tiempos de ajustarse el cinturón son la última alternativa para sobrevivir cuando se agota el efectivo o el débito marca cero.
Descrédito. La tensión económica suele ser proporcional a la atención que el público le presta a lo que hace el Gobierno. Todo lo que rodea al dólar tiene rating. Se nota hasta en los contenidos de programas de entretenimientos, que incluso hacen opinar a cualquier celebritie. Casi el 90% de la gente asegura estar algo o muy al tanto de los anuncios.
Pero no le tienen fe ni a Cristina ni a Capitanich, ni al ministro y sus “Kiciboys” que dan pelea en el Palacio de Hacienda. Solo un 18,2% de los entrevistados valora como buena la flexibilización del cepo cambiario, que la semana pasada permitió a ahorristas minoristas comprar cerca de US$ 95 millones. Es más, casi 70% de los consultados piensa que la devaluación no terminó: manifestaron que el Gobierno no podrá, con las medidas adoptadas, frenar el aumento de la divisa.
Tras acomodar el precio del dólar en un valor “de convergencia” para el modelo, como asegura la conducción económica, el gran reto ahora es evitar que una disparada de precios termine anulando la ventaja de competitividad que el nuevo tipo de cambio les insufló a exportadores. Por eso el Gobierno se reúne a diario con las cadenas de valor de todos los sectores. Sin embargo, un 79,4% de la gente que respondió la encuesta sostiene que la inflación no bajará. Consultores privados, de hecho, ya estiman que en enero el costo de vida trepó alrededor de 5% y que queda un arrastre de unos 4 puntos porcentuales para febrero, un mes que algunos ya indican, quizá, como el de peor relación precio-salarios de la era kirchnerista.
Triunfo verde. Lo saben desde Cristina hasta Kicillof, que tras llamar a pesificar la economía hace unos meses, en los últimos quince días tuvieron que reconocer que la mente argentina está dolarizada y seguirá así. El dólar, por razones culturales, económicas y sociales, es imbatible como referencia para los argentinos. Sucesivas crisis, devaluaciones y persistente inflación hacen que la moneda estadounidense sea el primer refugio para la economía familiar, en un país sin cultura en otras alternativas como el mercado de capitales. El 61,8% de la población asegura que si tiene o tuviera ahorros los pasaría a dólares. La AFIP fue testigo esta semana, pues desde la vigencia del ‘cepo light’ validó más de 310 mil operaciones de acceso a la divisa. El oficialismo podría, de todas maneras, considerarse conforme con el 30,6% que asegura que, de tener un excedente, no lo pasaría a dólar.
El 26,5% de la gente también ve a los billetes verdes como refugio para el poder adquisitivo. Es probable que quien no piense en combatir la inflación comprando divisas esté pensando en otra inversión. En especial, el 50,5% de los consultados señala que la mejor alternativa para cubrirse de la suba de precios es adquirir bienes o productos en pesos que en algún tiempo valdrán más. Ese razonamiento, de hecho, explica en los últimos años el boom de venta de autos, tanto usados como cero kilómetro. Y también, sirve para interpretar todo lo que, por ser símil dólar, se vendió como pan caliente desde la instauración de las restricciones al dólar: desde autos de alta gama hasta artículos para el hogar. Un flaco 10,4% piensa en plazos fijos para cuidar sus pesos, una porción que se explica por el bajo nivel de las tasas de los depósitos respecto del costo de vida, realidad que el Banco Central apuesta a modificar. Es otra arma del Gobierno para intentar de bajar la propensión argentina a deshacerse de su moneda, como correlato de la falta de credibilidad en las gestiones que la respaldan.