El impacto fue medido por un estudio internacional. En Argentina, los chicos que cursan más de un año del nivel inicial sacan en promedio notas un 10% más altas que aquellos que solo asisten al preescolar.
Los beneficios de ir al jardín de infantes no se manifiestan solo en primer grado. En la secundaria, quienes hicieron más de un año de nivel inicial tienen mejores desempeños –es decir, aprenden más y mejor– que sus compañeros que, por distintos motivos, se quedaron en su casa cuando tenían 3 o 4 años.
La conclusión se desprende de los resultados de la última prueba internacional PISA. La evaluación comprobó que los alumnos de 15 años de edad que cursaron más de un año de jardín tienen mejores resultados en matemática en nivel medio. Argentina es uno de los 10 países donde el jardín deja una huella mayor: los chicos argentinos que fueron al jardín lograron un rendimiento 10% más alto (sacaron, en promedio, 42 puntos más en PISA). En ningún otro país latinoamericano fue tan amplia la diferencia.
“Estos resultados no sorprenden, dado que la Argentina tiene una muy buena tradición de nivel inicial en comparación con otros países de la región donde el nivel quedó a cargo de docentes no titulados, mal pagos y por fuera del estatus del sistema educativo formal. En la Argentina hay una equiparación de la formación y el salario con el nivel primario, además de tradiciones pedagógicas fuertes del nivel inicial”, explica a Clarín Axel Rivas, investigador de CIPPEC. “Pero esto no quita que haya mucho terreno por ganar tanto en la oferta como en la calidad educativa”, agrega.
Los especialistas aseguran que la inversión educativa en la primera infancia es la más eficiente para reducir desigualdades. Así lo demostró el Premio Nobel de Economía James Heckman, quien concluyó que la inversión en políticas de calidad para la primera infancia es más rentable que invertir en cualquier otra edad, tanto para mejorar los aprendizajes como la salud de los chicos.
Las neurociencias también subrayan la importancia de potenciar el aprendizaje desde los primeros años de vida. En su libro “Revivir las aulas” , Rivas explica: “el cerebro es como un gran árbol: el problema es que si no se lo riega desde temprana edad, su crecimiento se verá limitado. Las conexiones neuronales que no se realicen a temprana edad tal vez no se formen nunca”.
“Cuanto antes le brindemos al chico un ambiente educador, mejores resultados tendrá en sus aprendizajes posteriores. Lo decían Piaget y Vigotsky: sin cultura, no hay desarrollo.
El primer contexto educador es la familia. Pero cuando el jardín, de manera organizada, pone la cultura a disposición del niño, le da una gran ventaja”, señala Mercedes Mayol Lassalle, de la Organización Mundial para la Educación Preescolar (OMEP).
En Argentina, la oferta pública de servicios de cuidados y educación para los chicos de hasta 5 años de edad está regulada por dos leyes principales: la Ley Nacional de Educación N° 26.206 de 2006 y la Ley de Promoción y Regulación de los Centros de Desarrollo Infantil (CeDIS) N° 26.233, de 2007. Mientras la autoridad de aplicación de la primera es el Ministerio de Educación, la de la segunda es el Ministerio de Desarrollo Social. “La diversificación de la oferta pública, junto con las limitadas coberturas, da cuenta de un sistema fragmentado de atención y cuidado a la primera infancia, que se debate entre la educación y la asistencia social ”, advierte Carina Lupica, del Observatorio de la Maternidad.
En los años previos a la primaria se pone en juego una oportunidad de aprendizaje que cuesta muy caro desaprovechar. En este sentido, los expertos sostienen que es necesario que el Estado amplíe la cobertura en nivel inicial, que en algunas franjas está dominada por el sector privado. Y advierten sobre la gran heterogeneidad de la oferta, que implica diferencias severas en la calidad educativa de las propuestas a las que acceden las familias más pobres y las más acomodadas.