La mayoría desaprueba el rumbo del país, y solo un 34% cree que el Mundial de Fútbol será positivo.
A las puertas del inicio del Mundial, y a pocos meses de las elecciones presidenciales, el pesimismo se acrecienta dramáticamente en Brasil. La mayoría de ciudadanos desaprueba la situación actual en el gigante sudamericano y también la celebración de la cita más importante del mundo del fútbol, según una encuesta del Pew Research Center divulgada este martes. El sondeo, realizado en abril, revela un viraje drástico del estado de ánimo de los brasileños desde 2010, coincidente con el frenazo del crecimiento económico y con la continuada reducción de las tasas de pobreza y la ampliación de la clase media.
Un 72% de los brasileños se declara insatisfecho con el panorama del país, en comparación con el 55% de la primavera de 2013, unas semanas antes del estallido en junio de la oleada de manifestaciones populares, y del 49% de 2010. Mientras hace cuatro años un 50% decía aprobar la marcha de Brasil, ahora lo hacen solo un 26%. “En 2010 los brasileños estaban divididos en su estado de ánimo pero, de entre 22 países, era el segundo más satisfecho tras China”, subrayó Juliana Menasce, investigadora de Pew, en la presentación del informe en Washington.
Hace cuatros años, la economía brasileña crecía a velocidad de crucero (+7,5%), mientras los países avanzados aún se recuperaban de la crisis de 2008. Las naciones emergentes eran elogiadas y pedían tener más voz. Y en un país donde el fútbol es casi una religión, la celebración del Mundial era percibida, con “euforia nacional”, como el mejor escaparate para mostrar al mundo ese cambio de paradigma. Pero en cuatro años, la ilusión y los sueños de grandeza se han evaporado.
Los motivos de esta extendida desazón son principalmente el alza de los precios por la inflación -un problema para el 85% de los brasileños-, la violencia , la atención sanitaria -ambas en el 83%- y la corrupción (78%). Son preocupaciones habituales en los últimos años, pero la novedad ahora radica en la extendida frustración con el rumbo de la mayor democracia de América Latina.
La desconfianza en la economía y las instituciones, así lo atestigua. Apenas un 32% cree que la economía goza de buena salud, frente al 59% de hace un año. Solo un 47% opina que el Gobierno ejerce una influencia positiva sobre el desarrollo del país en comparación con el 75% de 2010. El convencimiento de que Brasil, actualmente la séptima economía mundial y el quinto país más populoso, será una gran potencia, también se ve mermado.
Un profundo sentimiento negativo que golpea directamente a la presidenta Dilma Rousseff, en el cargo desde enero de 2011 y que opta a la reelección en octubre. En un empate de percepciones, un 52% de los brasileños considera que Rousseff está teniendo una influencia negativa en el país frente a un 48% que la juzga positiva. La división contrasta con el apoyo positivo del 84% que recibía en 2010 su antecesor, el entonces presidente Luiz Inácio Lula da Silva.
Aún así, Rousseff está mejor valorada que sus rivales en las elecciones. Un 51% tiene una opinión favorable de la mandataria del Partido de los Trabajadores (PT), casi el doble del 27% que recibe Aécio Neves, candidato del Partido Socialista Democrático, y del 24% de Eduardo Campos, del Partido Socialista. Sin embargo, la ecologista Marina Silva, la gran sorpresa de los comicios de 2010 y que concurre como vicepresidenta en la candidatura de Campos, recibe la misma aprobación que Rousseff (51%). Además, Lula la supera en valoración (66%), una tendencia que ya empezó a vislumbrarse hace un par de años y que también se lee en clave electoral.
Según una encuesta de Datafolha de principios de mayo, un 58% cree que Lula debería ser el candidato del PT frente a un irrisorio 19% que apuesta por Rousseff. Aún así, la presidenta mantiene su ventaja, aunque ha descendido ligeramente en intención de voto: obtendría en primera vuelta el 37% de los votos frente al 20% de Neves y el 11% de Campos.
El clima pesimista generalizado se extiende también al Mundial. Según Pew, un 61% cree que acoger el torneo es negativo para Brasil porque resta dinero a inversiones en educación y sanidad -una queja habitual en las protestas sociales-, frente a un 34% que lo ve positivo porque ayudará a la economía. Tal es el escepticismo, que son mayoría (39%) los que opinan que la cita empeorará la imagen de Brasil, ligeramente por encima de los que consideran lo contrario (35%) y frente al 23% que cree que no generará impacto alguno.
Estas cifras de abril revelan un empeoramiento en la percepción: en febrero, según Datafolha, el apoyo era del 52%, su nivel más bajo desde 2008, cuando era del 79%. En resumen, el pesimismo impera en Brasil.