“Cuando alguien está a 10°C, sin actividad cerebral, sin pulso ni sangre, todo el mundo estaría de acuerdo en que la persona está muerta”, comenta Peter Rhee de la Universidad de Arizona en Tucson. “Sin embargo, aún podemos traerlo de vuelta”.
Rhee no exagera. Junto con Samuel Tisherman, en la Universidad de Maryland, College Park, ha demostrado que es posible mantener durante horas cuerpos en un estado de “animación suspendida“.
Este método, que hasta ahora solo se ha probado en animales, es absolutamente radical: consiste el drenar toda la sangre del cuerpo y congelarlo a 20°C menos que la temperatura normal corporal.
Una vez que se ha tratado la lesión, se vuelve a bombear la sangre por las venas y el cuerpo se va calentando lentamente.
“En cuanto se empieza a bombear la sangre, el cuerpo se pone rosado”, cuenta Rhee. A cierta temperatura, el corazón vuelve a la vida por su cuenta. “Es raro, a los 30°C el corazón late una vez, de la nada, y luego continúa haciéndolo y recupera el pulso a medida que se calienta”.
Asombrosamente, los animales de sus experimentos mostraron muy pocos efectos secundarios al despertar. “Por un rato están un poco confundidos, pero vuelven a la normalidad al cabo de un día”, señala Tisherman.
A principio de este año Tisherman fue noticia en todo el mundo, tras anunciar que estaban listos para empezar las pruebas clínicas con las personas víctimas de heridas de bala en Pittsburgh, Pensilvania.
Los primeros pacientes del estudio debían estar tan malheridos que sus corazones hubieran dejado de latir, y esta fuera su única esperanza.
“No es ciencia ficción”
Algunas veces, los titulares de los medios ofendieron la cautelosa sensibilidad de Tisherman. Durante nuestra charla, demostró ser una persona meditabunda y mesurada que se cuida de no promocionar exageradamente su investigación. Utiliza con mucho cuidado el término “animación suspendida”.
“No me preocupa que sea impreciso, sino que la gente piense en viajeros espaciales que son congelados para luego ser despertados en Júpiter”, comenta. “Esto no ayuda, pues es importante que la gente sepa que no se trata de ciencia ficción, que debemos experimentar científicamente y con disciplina antes de poder usarlo como un método para evitar que la gente muera”.
Rhee, quien obtuvo reconocimiento mundial al tratar a la congresista Gabrielle Giffords después de un tiroteo en 2011, suele ser más atrevido y dice que no descarta que en un futuro la animación suspendida pueda hacerse a largo plazo. “Lo que estamos haciendo es la parte inicial de ese experimento”.
La cruzada de Tisherman de rescatar de la muerte a las personas que están al borde de ella comenzó en la facultad de medicina, donde fue alumno de Peter Safar. Se trata de una disnastía inspiradora: en los años 60, Safar fue pionero en Resucitación Cardiopulmonar (RCP), el procedimiento de masaje cardíaco que usamos hoy en día para reanimar el corazón.
La obra de Safar cambió nuestra percepción de la muerte, desdibujando el punto destinado a marcar el fin de nuestras vidas.
“A todos nos criaron con la idea de que la muerte es un momento absoluto, cuando mueres, no puedes regresar”, cuenta Sam Parnia, de la Universidad Estatal de Nueva York en Stony Brook. “Esto solía ser cierto, pero gracias al descubrimiento de la RCP, comprendimos que nuestras células no están irreversiblemente muertas: sobreviven durante horas, incluso después de convertirnos en cadáver, podemos ser rescatados”.
Línea difusa
Hoy en día, Tisherman cree que la muerte es el punto (ciertamente subjetivo) en que los doctores dejan de intentar resucitar el cuerpo, pero, incluso entonces, algunas personas han logrado regresar a la vida.
El diciembre pasado, un estudio de la revista Resuscitation causó revuelo al sugerir que un 50% de los médicos de emergencia encuestados fueron testigos del “efecto Lázaro”, fenómeno en el cual el corazón de un paciente vuelve a latir luego de que los doctores han perdido las esperanzas.
Reanimar el corazón es sólo la mitad de la batalla que libran los médicos, aunque la falta de oxígeno tras un paro cardíaco puede causar serios daños en los órganos vitales del cuerpo, el cerebro en particular.
“Cada minuto que pasan esos órganos sin oxígeno los va matando”, explica Tisherman.
Su exmentor, Safar, también aportó una solución a este problema con la “hipotermia terapéutica”, un procedimiento que consiste bajar a 33ºC la temperatura del cuerpo colocando -por ejemplo- paquetes de hielo. Las células empiezan a funcionar en cámara lenta a baja temperatura, lo que reduce su metabolismo y el daño que pueda causar la falta de oxígeno.
La combinación de las máquinas que sirven para mantener la circulación de la sangre y bombear oxígeno al torrente sanguíneo mientras se reanima el corazón, ayudó a ampliar el marco entre el paro cardíaco y la muerte cerebral.
Recientemente, un hospital en Texas informó que un anciano de 84 años sobrevivió, con su mente intacta, después de tres horas y media de RCP. Su tratamiento consistió en una rotación constante de estudiantes de medicina, enfermeras y doctores que hicieron turnos para hacer el masaje cardíaco.
“A cualquiera que tuviera brazos se le pidió que ayudara”, cuenta Scott Taylor Bassett, uno de los doctores presente. Estos casos son raros, sin embargo, Bassett destaca que “la única motivación para continuar la RCP fue que el paciente recuperó la conciencia, incluso mientras su corazón no estaba funcionando. “
Nos hablaba durante el RCP, lo que indicaba que estaba neurológicamente intacto”, dice Bassett. “Nunca vi nada igual, eso hizo que tomáramos la decisión de continuar”.
Ganar tiempo
Una resucitación tan larga es básicamente imposible de hacer en la actualidad si el infarto está acompañado de algún traumatismo, como en el caso de heridas de bala o accidentes automovilísticos.
Hasta ahora, la mejor opción de los cirujanos es cerrar las arterias que van a la parte baja antes de abrir el pecho e intentar reanimar el corazón. Eso bombea un poco más de sangre al cerebro mientras ellos intentan coser las heridas. Desafortunadamente, la tasa de supervivencia es menos de uno de cada 10 pacientes.
Es por esta razón que Tisherman quiere enfriar el cuerpo a 10°C o 15°C, lo que potencialmente le daría a los doctores dos o más horas para operar.
Si bien este tipo de hipotermia suele usarse en las operaciones de corazón, el proyecto de Tisherman será la primera vez en la que se usará para revivir a alguien que ha “muerto” antes de ingresar al hospital.
Tal vez la parte más sorprendente sea que el equipo drene toda la sangre del cuerpo y la reemplace por solución salina helada.
Tisherman explica que debido a que el metabolismo del cuerpo está detenido, no se necesita sangre para mantener vivas las células y la solución salina es la manera más rápida de enfriar al paciente.
Junto a Rhee y otros colegas, Tisherman se ha dedicado dos décadas a construir un portafolio de evidencias que prueben que el método es seguro y efectivo.
Muchos de los experimentos se hicieron con cerdos con heridas casi fatales. No había duda de que los animales estaban más del lado de los muertos de lo que se considera como posible para regresar al mundo de los vivos.
“El cerdo no podía estar más pálido”, cuenta Rhee. “Pálido y muerto como carne en el refrigerador”.
Si los animales se enfriaban lo suficientemente rápido -a unos 2°C por minuto- casi el 90% se recuperaba cuando la sangre volvía a sus cuerpos, después de estar en el limbo por más de una hora. “Es increíble ver cuando el corazón vuelve a latir”, afirma Rhee.
Una vez que los animales recuperaron su actividad normal, el equipo les hizo varias pruebas para cerciorarse de que sus cerebros no estaban afectados.
Por ejemplo, antes de poner a prueba la técnica, se entrenó a algunos cerdos para que abrieran un contenedor de un color determinado, dentro del cual había una manzana. Luego de ser resucitados, la mayoría recordaba dónde estaba su recompensa.
Otros cerdos no fueron entrenados antes de la operación, pero tras recuperarse recibieron entrenamiento y lograron aprender tan rápido como los otros, lo cual sugiere que esto no afectó su memoria.
No hace falta decir que obtener permiso para hacer pruebas en humanos fue un reto. A principios de año, Tisherman logró finalmente montar una prueba piloto para tratar a pacientes que sufrieron heridas de bala. El hospital recibe a uno o dos de tales pacientes por mes, es decir que ya existen pacientes tratados desde que comenzó la prueba, sin embargo, Tisherman cree que es muy pronto para hablar de los resultados.
Este científico también montó una prueba en Baltimore, Maryland. Y si todo sale bien, Rhee estará autorizado para trabajar en el centro de traumatología de Tucson.
Al igual que con cualquier investigación médica, existen retos en la transición de los experimentos de animales a las pruebas en humanos. Por ejemplo, los animales recibieron su propia sangre luego de la operación, mientras que los pacientes recibirán transfusiones que llevan semanas en los bancos de sangre.
Además, para infligirles la lesión se anestesiaron a los animales del experimentos. Los pacientes que ingresen a trauma habrán sufrido la lesión sin anestesia, lo que podría cambiar la forma en la que el cuerpo reaccione a la herida.
A pesar de esto, Tisherman se mantiene optimista. “Creemos que por lo general los perros y los cerdos responden de manera parecida a los humanos”. Otros doctores observan con atención.
“Valiente”
“Es muy valiente”, afirma Parnia. “La mayoría de los médicos creemos que, para preservar el cerebro, se debe enfriar al cuerpo mucho más de lo que lo hemos hecho tradicionalmente, pero la gente teme hacerlo”.
Si las pruebas salen de acuerdo al plan, Tisherman desearía usar este método para otros tipos de traumatismo.
Para esta etapa de la investigación se eligió a las víctimas de balas porque es más fácil ubicar la fuente de la pérdida de sangre. Pero Tisherman espera eventualmente poder tratar hemorragias internas; por ejemplo las causadas por un accidente de trásito.
Incluso, algún día, se podría usar para tratar pacientes que sufran ataques cardíacos u otro tipo de enfermedades.
El éxito también abriría el camino a otras investigaciones sobre la animación suspendida.
Algunos científicos creen que, si se agrega un cóctel de drogas a la solución salina, se podría reducir todavía más el metabolismo y prevenir las lesiones.
Uno de los candidatos para esto es el sulfato de hidrógeno –el compuesto químico que le da su olor a los huevos podridos-, pero a pesar de que se demostró que reduce el metabolismo en algunos animales, existe poca evidencia de que mejore las probabilidades de sobrevivir a un paro cardíaco.
Tisherman cree que sería mejor encontrar potentes antioxidantes que limpien los compuestos químicos dañinos causantes de lesiones.
Por su parte, Rhee considera que necesidad de mejores tratamientos es muy urgente. Describe a un paciente que vio en el hospital el día antes de nuestra entrevista. “Le dispararon en el epigastrio, debajo del pecho, justo debajo del pecho, en el medio del abdomen. El equipo médico lo intentó todo, pero no pudieron salvarlo”.
“Este es exactamente el tipo de pacientes que esperamos poder salvar si pudiéramos trabajar con menos prisa”, agrega.