La facultad y otros organismos diseñaron una plataforma y un cohete que sobrevoló el cielo de Pipinas.
“Desde que vine de Entre Ríos a estudiar ingeniería aeronáutica, lo único que escuché durante la carrera por parte de familares y amigos fue que para trabajar me iba a tener que ir del país. Hace poco, una noche, fui el último en salir del hangar, y estando solo me cayó la ficha de que tenía al lado un cohete y que había participado de su diseño y armado. Fue increíble”, dice Agustín Richard, ingeniero aeronáutico de 27 años y uno de los más de 40 becarios que trabajan en el desarrollo del lanzador espacial Tronador II, un proyecto de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae) que “apuesta a lograr independencia en la materia”, contando con “la capacidad de colocar satélites en órbita”. La facultad de Ingeniería de La Plata participa del proyecto desde hace más de 6 años. Y el 15 de este mes, los investigadores, docentes, becarios, profesionales y técnicos que realizaron el diseño estructural y aerodinámico y el ensamblado del vehículo experimental VEX 1B -el segundo de una serie de cohetes que culminará en el Tronador II- asistieron a su exitoso lanzamiento desde una plataforma montada en Pipinas. “Aquí también se diseñó la plataforma de lanzamiento y el GPS”, acotó el decano Marcos Actis mientras se dirigía al hangar del Grupo de Ensayos Mecánicos Aplicados (Gema) de la casa de estudios, que se levanta en el fondo del predio de 1 y 47. Y destacó que “de este trabajo participan los departamentos de Aeronáutica, Mecánica y Electrotecnia, pero además lo hacen laboratorios de la CIC y el Conicet y el Instituto Argentino de Radioastronomía”.
“LO SOÑE”
En el enorme galpón, Agustín confiesa que “mientras uno estudia sueña con estas cosas, y en mi caso, viniendo desde tan lejos, representa un premio. Poder ejercer esta profesión en algo tan específico, y no sólo en el país sino en la propia facultad -sonríe-, es algo que vivo con mucho orgullo”, enfatiza el joven oriundo de Concordia, y asegura que “estas experiencias te impulsan a trabajar con más ganas, a comprometerte más, son un enorme incentivo”, subraya. El cohete VEX 1B fue la ‘versión corregida’ del VEX 1A, que el 26 de febrero no logró ‘zarpar’. ¿Cómo vivieron los jóvenes graduados y estudiantes avanzados esa experiencia? “Cuando el primero no salió, porque luego de arrancar para despegar se enganchó, nos invadió un pesar terrible”, admite Diego Britez, colega de Agustín, también de 27 años, pero proveniente de Bahía Blanca. “Hace años que estamos en esto. Pasamos días y noches enteras trabajando aquí, en el hangar, integrando las piezas del cohete, por lo que teníamos grandes expectativas”, comenta Diego, y realza que “como el grupo de trabajo es muy bueno, muy unido, logramos transformar ese sabor amargo en un incentivo para buscar las causas y hallar las soluciones. Y eso a pesar de que muchos hablaron de fracaso, y esa palabra suena tan fuerte como éxito, pero en sentido inverso. Finalmente nos sirvió para aprender y poner en vuelo al segundo”, remarca. “Fue una suerte de revancha; de recopa”, grafica Agustín.
UN GRUPO DE 150 PERSONAS
A mediados de este mes, las 150 personas que participan de la “fase platense” del proyecto de la Conae, entre ellas los becarios de Ingeniería como Agustín, Diego y unos 40 más, vieron como el cohete VEX 1B ganaba el espacio de Pipinas. El vehículo experimental tenía una longitud de 14,5 metros, un diámetro de un metro y medio, un peso de 2.600 kilogramos y un motor de combustible líquido de 4.000 Kg de empuje. Voló durante 27 segundos, alcanzó una altura de 2.200 metros y cayó a tierra firme. En la facultad anticiparon que las próximas pruebas, de mayor magnitud, se van a trasladar a la Base Naval de Puerto Belgrano. Allí se está construyendo la plataforma de lanzamiento definitiva desde donde saldrán los cohetes para colocar en órbita satélites diseñados y fabricados en el país, dijeron. “El Tronador II -detalló Actis- tendrá unos 30 metros de longitud y permitirá que los satélites que estamos fabricando alcancen los 600 kilómetros de altura”. Por ahora, con el vuelo del cohete que surcó el cielo de Pipinas el 15 de agosto, Argentina “pasó a ser el primer país de Latinoamérica en realizar un vuelo totalmente controlado, y se ubicó entre los 11 países del mundo en manejar este tipo de tecnologías”, indicaron en el Gema. Otro integrante del grupo, Martín González, se remontó en el tiempo antes de poner en valor lo que están protagonizando.
CONVICCION INOXIDABLE
“Cuando empecé a estudiar allá por el 2000, como la mayoría de los que estamos acá, seguir ingeniería no le parecía una buena decisión a casi nadie”, dice y remarca: “Y si encima estudiabas ingeniería aeronáutica, era porque tenías una convicción inoxidable sobre lo que querías hacer”. Después de afirmar que “ahora, en cambio, hay gente que no se volcaba a estas carreras y lo está haciendo gracias a estas experiencias y proyectos”, señala que “el orgullo que siente uno es el del deber cumplido, porque la sociedad invierte en nosotros, y tener conciencia de ello te lleva a sentir algo más que alegría personal por los resultados del trabajo”.
El joven aeronáutico de 33 años, oriundo de Lanús, añade que “no podemos perder de vista que estamos haciendo algo que no pudieron realizar muchas generaciones que pasaron por la facultad”. En ese marco, Martín elude la palabra éxito y resalta que “lo importante es brindar el mensaje, a través de estas cosas, de que se puede”. “Sabemos que no somos la Nasa”, dice riendo Martín, pero apunta que “en 2007 había un bosquejo en un papel. Hoy, 150 personas trabajando. Y cada vez se suman más”.
Y, ya distendido, remata: “Si nos comparamos con un chico que un día se compró una guitarra, esto para nosotros es como tocar en los Rolling Stones”. Diego y Agustín ríen. Todos saben que están en el punto de partida de un largo camino.