Es el primero que se fabrica íntegramente en el país y será trasladado a Guayana Francesa para ser puesto en órbita en octubre.
“Es un momento muy trascedente para la historia del país –dijo ayer el jefe de Gabinete de ministros de la Nación, Jorge Capitanich–. Es importante que el pueblo argentino sepa lo que hacen empresas estatales como INVAP y ARSAT, un orgullo para todos”.
Según consignó Tiempo Argentino, el viento constante que soplaba en las afueras del Aeropuerto de Bariloche no alcanzaba a empañar la euforia del funcionario, que había viajado hasta esa ciudad rionegrina para presenciar la carga del primer satélite de comunicaciones de fabricación argentina en el gigantesco avión Antonov. Esa aeronave de fabricación ucraniana es el avión de carga más grande del mundo, diseñado especialmente para transportar locomotoras y equipos de gran tamaño, y transportará el satélite ARSAT 1 hasta la Guayana Francesa, desde donde se lo pondrá en órbita en octubre.
“Sólo ocho países en el mundo cuentan con esta capacidad –aseguró Capitanich–. El ARSAT-1 orbitará con apenas 350 satélites, es un logro que enorgullece a todo el país y se suma al tendido en marcha de 50 mil kilómetros de fibra óptica, que junto al satélite permitirán un salto extraordinario en materia de tecnología de las comunicaciones, la incorporación definitiva de Argentina a la era digital y el apagón analógico.” El ARSAT-1 es el primero de los satélites del Sistema Satelital Geoestacionario Argentino de Telecomunicaciones, un plan que implica el diseño y fabricación de tres satélites propios, su puesta en órbita y operación por la Argentina.
El jefe de Gabinete explicó que ni la presidenta de la Nación ni el ministro de Planificación Julio de Vido (de cuya cartera depende gran parte de la inversión en ARSAT) pudieron viajar. No obstante, Capitanich estuvo acompañado por el ministro de Ciencia y Tecnología, Lino Barañao; el secretario de Comunicaciones, Norberto Berner; el presidente de ARSAT, Matías Bianchi, y la intendenta de Bariloche, María Eugenia Martini, entre otras autoridades. “Construir nuevas empresas de fuerte contenido tecnológico es la mejor estrategia para que nuestro país demande mano de obra calificadísima –había dicho horas antes Barañao–, y Argentina se enorgullece de ser el foco de atracción para todos los países de la región que quieren capacitar a sus recursos humanos en tecnologías de punta, como en este caso, la actividad satelital.”
“Este satélite que va en el avión a la Guayana Francesa es el primer escalón, pero ya ponemos la vista en el ARSAT II, próxima etapa de un proceso tecnológico que no se detiene”, dijo Capitanich. El proyecto demandó una inversión de 270 millones de dólares que, según aseguró el funcionario, serán recuperados en tres o cuatro años, cuando comenzará un proceso de reinversión en los próximos satélites.
“Hay que prestar atención a que un kilo de auto cuesta de diez a quince dólares, cuando un kilo de satélite ronda los 100 mil dólares.–explicó Capitanich–. Este es el valor agregado de científicos y técnicos argentinos, cuya participación implica el 70% de la construcción.”
La carga del satélite en el aeropuerto fue acompañada por una fiesta popular en el Centro Cívico barilochense, que contó con la actuación de La Mancha de Rolando, Científicos del Palo y Samba, el personaje de Paka Paka, entre otros.
CUIDAR LAS ÓRBITAS
El secretario de Comunicaciones de la Nación, Norberto Berner, aseguró que si el Estado nacional no hubiese tomado la decisión en 2006 de producir sus propios satélites de comunicaciones mediante la creación de la empresa ARSAT, “el país hubiese perdido las posiciones orbitales asignadas; por eso, el gobierno construyó soberanía satelital”, reivindicó. “Esto va a incrementar las capacidades de nuestro país en materia de telecomunicaciones, defender las posiciones orbitales asignadas al país e impulsar el desarrollo de la industria espacial”, afirmó el directivo.
El Artículo 44 de la Constitución de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) solicita a los Estados Miembros que tengan en cuenta que el espectro de radiofrecuencias y las órbitas de los satélites son recursos naturales limitados que “deben utilizarse de forma racional, eficaz y económica, de conformidad con lo establecido en el Reglamento de Radiocomunicaciones para permitir el acceso equitativo a esas órbitas y a esas frecuencias a los diferentes países o grupos de países, teniendo en cuenta las necesidades especiales de los países en desarrollo y la situación geográfica de determinados países”. Las dos órbitas que nuestro país posee para la actividad satelital fueron asignadas por la UIT.
Capitanich recordó también que en 2005 había apenas cuatro radares secundarios en Argentina y que hoy “está todo el territorio cubierto con 22 radares, también fabricados por INVAP”. Frente a una veintena de periodistas, el jefe de Gabinete destacó la calidad de todos los desarrollos científicos nacionales: “En el caso de este satélite –dijo–, el grupo de 25 aseguradoras que garantizó la vida útil por 15 años verificó su excelencia para el financiamiento del seguro correspondiente”. En términos de política macroeconómica, el ex gobernador chaqueño subrayó el salto cualitativo en tecnología de las comunicaciones de nuestro país que permiten avanzar en “la sustitución de tecnología extranjera, ahorro e ingreso de divisas y un aporte cada vez mayor al desarrollo del país”.
Cuatro gigantescos camiones llevaron por vía terrestre las partes del satélite que el Antonov trasladó hasta su plataforma de despegue. “Con esta decisión estratégica que tomó Nestor Kirchner en 2006, de crear ARSAT y que tenía como condición que los satélites se fabricaran en Argentina, tendremos posibilidad de salir al exterior a brindar servicios. De hecho, ya hay países hermanos interesados en trabajar con nosotros”, dijo más tarde Héctor Otheguy, gerente general y CEO del INVAP. “La idea es acortar la brecha digital, eso le sirve mucho a nuestros científicos, saber que no hacen cosas en el aire, sino que aportan a un desarrollo socioeconómico de nuestra población”.
Marcelo Famá: “la tecnología es una política de estado”
“El acceso a la información es parte de las necesidades básicas de los seres humanos y constructor de ciudadanía junto a la educación, la salud o la seguridad. Como Estado hay una responsabilidad de que los servicios lleguen a todos, y donde hay falencias, esta es una opción técnica concreta de resolución”, le dijo a Tiempo Argentino Marcelo Famá, gerente general de CEATSA (Centro de Ensayos de Alta Tecnología).
Famá es un físico formado en el Instituto Balseiro, que obtuvo su doctorado en el mismo centro y fue parte de INVAP durante unos años, antes de dedicarse a la actividad privada y trabajar fuera del país. “No volví por el programa Raíces, pero sí convocado por el proyecto científico de Argentina”, dice. CEATSA se creó en 2010 producto de un acuerdo entre ARSAT e INVAP, con el objetivo de brindar servicios de ensayos ambientales a la industria satelital, aeronáutica, electrónica, automotriz, de defensa, de energía y de bienes de capital en general.
–¿Por qué es tan importante el ensayo que necesita que se cree un centro específico?
–Poner un satélite en órbita tiene tres etapas: el diseño y la construcción es la primera, el ensayo es la segunda y el lanzamiento la tercera. Argentina tiene las primeras dos etapas, lo cual no es poco. Los ensayos son una etapa que si no sale, o sale mal, no se puede avanzar. No sólo le interesa al dueño, que sabe que lo va a tener a 36 ml kilómetros de la Tierra y durante 15 años, sino también a las compañías aseguradoras, y además al lanzador; no te lo lanzan si las pruebas no salieron exitosas.
–¿Qué opinión le merece que un gobierno proyecte una estrategia espacial que claramente superará en el tiempo los alcances de su gestión?
–Insistimos en que la tecnología es una política de Estado. No hay que ser muy inteligente para darse cuenta de lo que hacen los países del Primer Mundo. Si vos frenás un proceso científico, provocás grandes dificultades para retomarlo. Yo agradezco que la gestión en estos últimos años haya asumido el rol que le corresponde y le haya dado capacidad a la ciencia.