El cultivo insignia de la Provincia, en retirada

En dos décadas, la producción se redujo más de 2,3 millones de toneladas. La superficie sembrada se achicó casi tres veces. El reclamo por las retenciones.

girasolesEl girasol, que supo ser un cultivo insignia argentino en los mercados externos, atraviesa su peor crisis en los últimos 30 años, al punto que no sólo ha perdido terreno internacional sino que muestra problemas para satisfacer la demanda interna. Sólo en la provincia de Buenos Aires, que en el sudeste de su territorio concentra la principal zona girasolera del país, la campaña 2013/2014 dejó una producción de “apenas” 1.162.710 toneladas.
Casi veinte años atrás, en la campaña 1995/1996, la producción de girasol bonaerense era de 3.514.040 toneladas. Esto significa que, en dos décadas, la Provincia ha dejado de producir más de 2.300.000 toneladas de esa oleaginosa. No es todo: tomando las mismas fechas se comprueba que el área sembrada de girasol en tierra bonaerense ha disminuido notablemente.
Hace veinte años, en Buenos Aires había 1.904.220 hectáreas sembradas; en la última campaña, en tanto, la superficie que se dedicó a este cultivo fue de 652.390 hectáreas. Casi tres veces menos. Los datos mencionados anteriormente fueron aportados por el ministerio de Asuntos Agrarios de la Provincia, en base a cifras del ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación. La caída en la producción bonaerense se enmarca en un retroceso nacional del girasol: la última campaña dejó, a nivel país, una producción de unas 2 millones de toneladas, lo que representó una caída de casi 3,5 millones de toneladas respecto a lo que se producía en Argentina hace 20 años.
La contracción más aguda en este cultivo, que se produce también en Ucrania y Rusia, se dio desde 2004. Hasta esa fecha, explican los especialistas, la cadena de girasol argentino era líder mundial: el país era el segundo productor de harina de girasol y el primer exportador planetario. Hoy, Argentina está en un cuarto puesto internacional. Según datos de la Asociación Argentina del Girasol (ASAGIR), en el año 2000 el país tenía una participación del 53% en el comercio internacional de aceite de girasol –un lujo en muchos países, algo cotidiano aquí- y Ucrania apenas un 15%. Hoy, sólo catorce años después, los números se invirtieron: Argentina cayó al 8% y el país europeo se elevó al 55%.

RAZONES

Las razones de la caída girasolera argentina son varias. En términos de historia reciente, cuando el país salió brutalmente de la convertibilidad, en 2002, resultaba más conveniente priorizar la soja que el girasol por sus menores costos directos y mayores márgenes por hectárea. En lo relativo al presente, las fuentes vinculadas a los productores hablan, sobre todo, de una persistencia y profundización de la falta de competitividad respecto a la soja: con iguales retenciones, los productores eligen volcarse a la lógica sojera, más sencilla de cultivar. La cuestión de las retenciones a las exportaciones de productos vinculados al girasol es, hoy por hoy, uno de los ítems que más aleja a los ruralistas del gobierno nacional.
El reclamo de una baja de ese impuesto es una suerte de estandarte en todas las charlas bilaterales. Las retenciones a las exportaciones de granos sin procesar son del 32% y en el caso del aceite y la harina son del 30%.
La eventual reducción de las mismas –se habla de una baja ideal de entre 10 y 13 puntos- es un tema que aleja al gobierno bonaerense de la Casa Rosada. De hecho, la gestión de Daniel Scioli viene haciendo hincapié en la necesidad de un reducción del tributo exportador como forma de recuperar superficie sembrada, algo que por ahora, en medio de una notable escacez de dólares, rechazan desde la Nación porque prorizan la lógica recaudatoria.
El implacable avance de la soja hace que el cultivo de girasol sea desplazado a zonas, digamos, más marginales. Son campos más alejados de los puertos exportadores, lo que ocasiona que sea más caro el flete terrestre que se paga para transportar el producto hasta las terminales portuarias. Y eso atenta contra la rentabilidad del negocio. Además, el desplazamiento del área sembrada de girasol hacia zonas con tierras de menor calidad y aptitud ha generado que los rendimientos, pese a los importantes cambios tecnológicos, no hayan experimentado subas significativas que sean tentadoras para el productor.
La actual cosecha, según estudios privados, arrojó un rendimiento que rondó los 16 quintales por hectárea. Las cifras oficiales son levemente más optimistas pero en cualquier cálculo pierden contra la soja, cuyo rendimiento enla última campaña fue de unos 28 quintales por hectáreas, según cifras del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA).

IMPORTANCIA DEL CULTIVO

Fuentes del gobierno provincial consultadas por este diario detallaron, en base a datos de la Asociación Argentina de Girasol, que la pelea por una recuperación bonaerense del cultivo de girasol se basa en ciertos datos objetivos. A saber:

-La cadena de girasol agrega más valor que el promedio de las demás cadenas cereales o de oleaginosas. Esto es: 0,64 peso por cada 1 peso vendido contra 0,56 peso por cada unidad monetaria del resto de las cadenas.

-El 70% del aceite consumido en la mesa de los argentinos es, precisamente, de girasol. -El complejo aceitero-girasolero emplea a más de 2000 trabajadores.

-Expande la frontera agrícola, ya que puede sembrarse en los ambientes más desfavorables, donde otros cultivos no tienen posibilidades de prosperar.

-El cultivo tiene cierta nobleza: su resistencia ante situaciones hídricas complejas y la estabilidad de rendimientos (en este sentido, el dato positivo es que es el que menos varió en los últimos 20 años) lo posicionan como una buena alternativa agrícola en determinadas zonas e incluso una de las más seguras.

Pero además, y no es un dato menor en la lógica de los productores y funcionarios bonaerenses, la “Fiesta Nacional del Girasol” se hace justamente en la Provincia. El lugar: la ciudad de Carlos Casares, a 313 kilómetros de la Capital Federal sobre la Ruta Nacional Nº 5. Suele tener gran concurrencia popular.