Echó al obispo de Ciudad del Este por encubrir a un cura argentino abusador.
La limpieza de Francisco en la Iglesia Católica avanza a paso firme. Dos días después de darle el visto bueno al arresto domiciliario de Jozef Wesolowski (el ex nuncio en Santo Domingo acusado de abusos contra menores),el Papa destituyó al obispo de Ciudad del Este, Rogelio Livieres Plano, acusado de dividir a la Iglesia paraguaya y de encubrir a un cura argentino acusado de pedofilia.
Se trata del padre Carlos Urrutigoity, que Livieres incardinó en su diócesis y luego designó como su vicario general en 2012 a pesar de que diez años antes había sido suspendido por abuso sexual de menores en Estados Unidos.
La decisión del Papa se debió también a que Livieres Plano, del Opus Dei y que vivió muchos años en la Argentina, está en la mira por malversación de fondos y por haber creado una gran tensión al abrir en Ciudad del Este un seminario “más ortodoxo”, en oposición al de Asunción.
El público enfrentamiento entre Livieres Plano (que está ahora en Roma) y el arzobispo de Asunción, Pastor Cuquejo, llevó a Francisco a ordenar en julio una “visita apostólica” a la diócesis, es decir, que se abriera una investigación.
Esa investigación fue asignada a uno de sus hombres de confianza: el cardenal español Santos Abril y Castelló, actual archipreste de la Basílica de Santa María la Mayor y ex nuncio en Buenos Aires.
“Después de un cuidadoso examen de las conclusiones de las visitas apostólicas efectuadas, el Santo Padre ha procedido a la sucesión de monseñor Rogelio Ricardo Livieres Plano nombrando administrador apostólico de la misma sede, ahora vacante, a monseñor Ricardo Jorge Valenzuela Ríos, obispo de Villarrica del Espíritu Santo”, indicó un comunicado de la oficina de prensa del Vaticano.
La nota no detalló los motivos de la remoción del obispo paraguayo, de 69 años, sino que se limitó a informar que “la ardua decisión de la Santa Sede, determinada por serias razones pastorales, obedece al bien mayor de la unidad de la Iglesia de Ciudad del Este y de la comunión episcopal en Paraguay”.
“El Santo Padre pide al clero y a todo el pueblo de Dios de Ciudad del Este que reciba la decisión de la Santa Sede con espíritu de obediencia, docilidad y sin desavenencias, guiado por la fe”, agregó el comunicado. “Por otra parte, se invita a toda la Iglesia de Paraguay, guiada por sus pastores, a un serio proceso de reconciliación y superación de cualquier sectarismo y discordia, para no herir el rostro de la única Iglesia”, concluyó.
El escándalo que tuvo como protagonista al obispo Livieres llegó a su punto más álgido en junio pasado, cuando el arzobispo de Asunción, Pastor Cuquejo, anunció una investigación por supuesta pedofilia contra el sacerdote argentino Urrutigoity, a quien Livieres siempre defendió a rajatabla.
Livieres no sólo aseguró que “no hubo ningún proceso penal” en su contra “ni en la justicia civil de los Estados Unidos ni en la de la Iglesia”, sino que además acusó al arzobispo de Asunción de ser homosexual. “En mi opinión, Cuquejo es homosexual”, dijo el obispo ante las cámaras de un canal de televisión.
Urrutigoity fue acusado en 2002 por un estudiante de la Academia St. Gregory en Pensilvania, Estados Unidos, donde enseñaba, de haberle ofrecido “dirección espiritual” durmiendo con él y más tarde, de atacarlo sexualmente junto con el reverendo Eric Ensey. Le siguieron al menos otras tres denuncias.
El sacerdote argentino se salvó de ser condenado por pederastia gracias a que la diócesis de Scranton aceptó, en 2006, pagar 400.000 dólares a una de sus víctimas para que retirara los cargos. Pero tan evidentes eran las pruebas que pesaban contra él que ya en 2002 el entonces responsable de la diócesis, el obispo James Timlin, decidió suspenderlo. “Constituye una seria amenaza para los jóvenes”, sentenció en ese momento la diócesis de Scranton en su página web.
Urrutigoity, que empezó siendo lefebvrista, fue ordenado sacerdote por el polémico Richard Williamson, a quien Benedicto XVI le levantó la excomunión pese a que negó el Holocausto.
Tras abandonar Pensilvania, viajó a Canadá para que le hicieran exámenes psicológicos en el Instituto Southdown, especializado en tratar a religiosos con problemas mentales y casos que tienen que ver con abusos sexuales. Finalmente llegó a Paraguay, donde fue recibido con los brazos abiertos por Livieres Plano, que además lo nombró vicario general, es decir, su segundo en la diócesis.
Los conflictos de Livieres, del Opus Dei, simpatizante de la liturgia tradicional, con sus colegas paraguayos se remontan a los tiempos de su designación como obispo de Ciudad del Este por parte de Juan Pablo II, en 2004.
Entonces, los obispos paraguayos le escribieron una carta de protesta al papa polaco, medida que repitieron más de 150 sacerdotes con Benedicto XVI, a quien le pidieron sin éxito que lo removiera.
Los partidarios de Livieres Plano, por otro lado, siempre destacaron que desde su llegada a Ciudad del Este el número de bautismos y vocaciones aumentó significativamente.
La nunciatura en Paraguay precisó en un comunicado que la decisión de Francisco “fue necesaria por falta de disponibilidad del obispo Livieres Plano a presentar su propia renuncia, como se le había pedido después de la visita apostólica del pasado mes de julio”.
Del editor: qué significa. El desplazamiento de Livieres es parte de la ofensiva del Papa contra los abusos y una jugada para terminar con las divisiones en la Iglesia paraguaya.
UNA RIVALIDAD QUE LLEGÓ HASTA EL ESCARNIO
La destitución de Rogelio Livieres Plano en Ciudad del Este y la renuncia -hace una semana- de Pastor Cuquejo al arzobispado de Asunción, dos figuras enfrentadas en lo social, político e ideológico, allanaron el camino para un proceso de “reconciliación” en la Iglesia Católica de Paraguay, como pidió Francisco.
Livieres lanzó en julio pasado, a modo de acusación, que su rival era un conocido homosexual, quizás a la espera de que generara cierta resistencia en los círculos más conservadores. “Para mí, monseñor Cuquejo es homosexual, para mí siempre lo fue, pero no solamente para mí, sino para unas 20.000 personas en Asunción. No es que sea un descubrimiento mío, sino que es un descubrimiento de muchísima gente que lo trata.”
En medio del enfrentamiento, el ex presidente Fernando Lugo, que también fue obispo, dio muestras de la dimensión de la crisis interna y de las diferencias entre los dos jerarcas cuando declaró a la prensa: “Yo no me meto en los puteríos de Livieres”.