Varios pampeanos participaron en el desarrollo del satélite SAC-D o estarán a cargo del manejo de alguno de los ocho instrumentos científicos que lleva abordo.
La santarroseña Ana Caumo participó en el diseño de la provisión de energía para el satélite; el araucense Juan Pablo González Maina se encargó de la compatibilidad electromagnética entre el satélite y los instrumentos, y el santarroseño Raúl Rivas utilizará la información de uno de los instrumentos a bordo del satélite, el sensor NIRST, para determinar pérdidas de agua en los suelos cultivados
Ana Caumo es oriunda de Santa Rosa -su familia es propietaria de una casa de ropa sobre la calle Coronel Gil-, estudió en la Escuela 6 e hizo el colegio secundario en la Escuela Normal y en el Colegio Nacional. En la Universidad Nacional de La Plata cursó la carrera de ingeniería electrónica y al terminar se trasladó a Bariloche con destino al Instituto de Investigaciones Aplicadas (Invap), el centro de investigaciones científicas de la provincia de Río Negro. “Acá me permitieron terminar la carrera porque investigué, presenté el proyecto final y hace 7 años empecé a trabajar directamente en el SAC-D”, recordó en una entrevista que hace unos días mantuvo con Radio Noticias.
“Para diseñarlo, un satélite es un sistema que se divide en varios subsistemas”, explicó la ingeniera en esa entrevista. “Yo participé en el subsistema de potencia, que es el que tiene que darle energía a todas las unidades para su funcionamiento”, acotó. La energía que permite funcionar al satélite y los instrumentos que porta se obtiene a partir de paneles solares.
El satélite se puso en órbita el viernes 10 de junio. Fue lanzado desde la Base Vanderberg, en Estados Unidos. El cohete Delta II que lo transportaba despegó a las 11.20 de Argentina y una hora después el satélite se separó del último módulo de su lanzador, marcando el éxito de la puesta en órbita del costoso aparato.
Una vez en el espacio exterior, el SAC desplegó sus antenas y puso en marcha sus sistemas de funcionamiento. “Ese día, hasta que no se abrieron los paneles solares, que fue a las 12.30, nosotros seguíamos sufriendo”, contó la santarroseña, recordando los nervios que marcaron esos largos minutos. El despliegue de los paneles solares se cumplió con éxito y la energía pudo fluir hacia todos los componentes del satélite argentino.
Desafío
De las varias gerencias que posee Invap, Ana Caumo trabaja en la gerencia Aeroespacial y de Gobierno, que es la encargada de fabricar los satélites y los radares de última generación. “Yo estoy 100 por ciento abocada al área satelital, y ya estamos trabajando en los próximos satélites”, comentó la científica a través de Radio Noticias. El equipo ya está trabajando en otro satélite para una empresa privada llamada Arsat. “Ya hay dos más en marcha, más grandes todavía. Otro desafío”, destacó.
Para los científicos del Invap, haber trabajado junto a los especialistas de la Nasa fue una oportunidad única. “La verdad -confesó- que hemos aprendido tanto, que es un orgullo haber participado con ellos”. Más allá de la colaboración del personal de la Nasa, el desarrollo del SAC-D es un auténtico orgullo argentino ya que aquí se fabricó “absolutamente todo”, remarcó Caumo. “Acá se diseña, se calcula, se testea, se prueba… todo, desde cero”, enumeró.
Con tono didáctico, Ana explicó que un satélite es como “un taxi con sus pasajeros”. En este caso, el taxi es el satélite SAC-D, y los pasajeros son los instrumentos que lleva a bordo. De estos instrumentos -también denominados sensores-, el Aquarius es el más costoso y el que da nombre a la misión. Junto a él hay otros siete instrumentos. El SAC-D tiene un vida útil prevista de cinco años y el equipo Aquarius de tres.