De saludes, integraciones y hartazgos. El ALCA que no fue ni dejó ser, la enfermedad que nadie sabe cual es y el cansancio por los maltratos fueron protagonistas de otra semana sin construcción alguna. Y van…
Se recordó esta semana el rechazo que en la Cumbre de las Américas del año 2005 desarrollada en nuestra ciudad la Argentina hiciese a la propuesta norteamericana de integrar el ALCA, un Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), cuya presentación por parte de George Bush significó un duro cruce verbal con el entonces presidente Néstor Kirchner.
La posición de entonces, que no ha variado hasta la actualidad, se asentaba justamente en la convicción de que la iniciativa tenía como objetivo estratégico detener los procesos de integración parcial que ya se había iniciado y que en nuestro caso afectaba directamente al Mercosur.
Por otro lado, también están aquellos que consideran que habría que establecer una suerte de velocidades variables entre los 34 países americanos para que puedan acercarse a la zona de libre comercio a medida que las condiciones económicas se lo permitan. Todo ello teniendo en cuenta que tener a los Estados Unidos como socio no es algo que se puede considerar fácil al momento de las negociaciones.
Lo cierto es que desde entonces y hasta ahora, el Mercosur ha ido languideciendo y perdiendo actividad, de la mano de las actitudes individualistas de sus miembros y de una situación de debilidad que ha ido instalando la teoría del “sálvese quien pueda”, con desarrollos muy diferentes de sus miembros y políticas que distan mucho de ser consensuadas.
Este escenario hace pensar que aquel rechazo –lógico como visión estratégica- no tuvo la contrapartida de una planificación que fuese más allá de lo ideológico o declamativo.
En la reiteración de un vicio que ha sido tan común a los países de la región, todo quedó en discursos, marchas, festejos y bravatas.
Nueve años después, en medio de homenajes y recordaciones, nada se ha avanzado en una verdadera integración y nuestro comercio exterior languidece y se desbarranca mientras los gobernantes argentinos se alejan cada vez más de la realidad mundial.
Casi como si la postura de George Bush se hubiese impuesto en aquella Cumbre, por insólito que parezca al escuchar el cacareo de los “triunfadores”.
La Argentina que nos duele
A la mayoría de los argentinos no nos gusta el país que estamos viviendo. No estamos acostumbrados al agravio, al encono y a las divisiones, y tenemos además tantas cosas que resolver que nos parece un desperdicio perder un tiempo precioso en todas estas violencias conceptuales.
No nos gusta quedar detenidos en el tiempo observando como cientos de miles de ciudadanos ven desaparecer sus casas y sus cosas debajo del agua.
No nos gusta leer cada día que decenas de argentinos fueron asesinados, robados, golpeados y vejados.
No nos gusta observar nuestros hospitales caerse a pedazos y nuestras escuelas en estado calamitoso mientras los gobernantes, como una verdadera casta, viven una vida de lujos y comodidades que muchas veces rozan la obscenidad.
Y sobre todo…no nos gusta darnos cuenta que nos creen tontos, mansos hasta la esclavitud e incapaces de organizarnos para que las cosas cambien definitivamente.
Vivimos mal y lo que es peor nos hemos acostumbrado a hacerlo.
Nos sentimos humillados, y lo que es peor bajamos la cabeza y aceptamos la humillación.
No creemos en quienes nos dirigen, y lo que es peor comenzamos a sentir que ya no creeremos en nadie que surja de esta forma de hace política.
No nos gusta el país, no nos gusta la vida que en él hacemos y no nos gusta lo que alumbra detrás de la montaña de nuestra frustración.
Pero como en aquellos amores irrepetibles, sabemos que estaremos juntos para toda la vida y que entonces sería bueno tratar de que el otro deje de hacernos daño.
Y ese es el desafío, el objetivo y la necesidad…aunque no nos guste.
La salud presidencial
Pocas veces un presidente argentino ha tenido tantas dificultades con la salud como Cristina Kirchner. Y sin embargo tampoco se registran demasiados antecedentes en los que la información haya sido tan escasa y arrevesada.
La salud de un jefe de Estado es de interés público y no entender eso es lo mismo que escribir partes médicos para que no los comprenda ni la propia paciente. “Bacteriemia”, “sigmoiditis” o “bursitis del troncante izquierdo” son un buen ejemplo de lo que digo.
Máxime cuando se trata de un país que ya ha sido conmovido en su momento por la muerte del esposo de la mandataria acerca de cuya salud también existían fuertes trascendidos que lamentablemente fueron confirmados por los hechos.
Más allá de cualquier simpatía política cualquier ser humano que se precie de tal debe desear que esta o cualquier otro mandatario pueda superar cualquier contingencia de salud ya que de ello no dependen tan sólo sus circunstancias sino las de millones de personas que dependen de sus decisiones.
Y es en este punto que el hombre público debe entender que encriptar la realidad es algo que excede su derecho a la privacidad y actúa contra la tranquilidad general, abriendo la puerta a todo tipo de especulaciones.
Quiera la inteligencia que así lo entienda la Presidente, sus colaboradores y médicos para que todos sepamos lo que está pasando y no quedemos una vez más a expensas de opinadotes e inescrupulosos. O de Amado Boudou…que es casi lo mismo.