Sangre en tus manos

Por años, el intendente Gustavo Arnaldo Pulti ha hecho de la sangre derramada un negocio de imagen y dinero. Cree que en definitiva no paga un alto precio por su conducta en tanto el sistema de medios que paga con fondos públicos lo cubra de citar sus objetivas y obvias responsabilidades. Si bien no le agrada en particular la insistencia de este medio en denunciar sus deméritos, considera que su capacidad de ejercer las artes de la propaganda compensan sobradamente este espacio de crítica al poder.

El fusilamiento del policía Walter Jairo Barrera, de 34 años -también árbitro de fútbol infantil-, puso de nuevo sobre el mantel ensangrentado de la mesa social la estúpida consigna que dice que sólo el policía muerto es un buen policía; perverso concepto, por cierto, que lleva la sociedad a los bandazos en su reclamo de seguridad, mareada, las más de las veces, por un poder político que no tiene interés real en resolver el tema, contaminado de la idea de que pobreza es equivalente a delito potencial.
El asesinato de Barrera se produce en Jacinto Peralta Ramos y Tripulantes del Fournier, a cuadras de Edison, y sobre la línea en la que se despliega la villa de Paso, en la cual predomina la buena gente pero también es refugio de delincuentes y criminales de la peor conducta esperable. Tan ensoberbecidos están en su condición de criminales a los que la justicia y la política considera “víctimas del sistema”, que actúan a plena luz del día con el objetivo de hacer a sus anchas, aun al precio de la vida.
Barrera fue fusilado estando en tierra, luego de caer por un impacto en una pierna. Lo remataron por ser policía. El policía hoy trabaja a destajo, mal pago, no tiene vida familiar cierta y previsible, y si luego de horas de trabajo cabecea un sueño a bordo del patrullero, la irritación social por la inseguridad criminal creciente lo despedaza como si fuera un vago holgazán. El “premio” es que lo maten: ese día es un héroe, un ángel caído digno de toda verbalizada conmiseración y declaraciones políticas correctas.
Barrera está muerto. El dueño del polirubro donde funciona un sistema de pago de servicios debió ser asistido por los golpes recibidos en la cabeza, porque se la partieron a culatazos buscando que abriera la caja fuerte del local. Está vivo, apenas; nadie sabe si duerme, si del terror residual se orina de noche, si para dormir debe tomar calmantes o ansiolíticos. Un vecino que pasaba por el lugar recibió un tiro en el muslo derecho. Nació de nuevo, qué duda cabe, porque podría haber sido otra víctima de nuestro infortunio cotidiano.
El asesinato de Barrera ocurrió a horas de que Pulti anunciara que mil cámaras de seguridad alquiladas a una cifra millonaria al ex esposo de su compañera de ruta Adela Segarra, estarán ya instaladas en la ciudad. Pero ha quedado establecido, más allá de cualquier discurso, que en la zona de esta última tragedia, híper compleja área de la ciudad, no hay cámaras de seguridad. Las imágenes que analizan tanto la policía como el fiscal Juan Pablo Lódola son de comercios ubicados en la zona. En donde están las cámaras puestas, no sirven de nada. Los comercios del centro o de Güemes son robados impunemente, sin que haya alerta alguna al Comando de Patrullas de robos violentos en curso.
Sangre y dinero, una fórmula que hasta hoy al intendente le ha dado rédito.