¿Yo señor?.. No, señor

De silencios y distracciones | La muerte de los ciudadanos y la seguridad de los niños siguen siendo para nuestros gobernantes algo que puede cuidarse con palabras o con silencios. Una semana para no olvidar.

Aunque nos cueste aceptarlo los argentinos nos hemos acostumbrado a convivir con la muerte.
Y no es raro que así sea; hace cuarenta años que los cadáveres son noticia cada día, ya sea en forma de víctimas del terrorismo, de la represión, de la guerra o de la violencia social.
Vivir en la Argentina es caminar entre cadáveres e inseguridades de manera cotidiana, y sólo esa inconcebible autosuficiencia que nos caracteriza –unida a una vocación constante por evadir la realidad- permite negar lo evidente a pesar del estrépito que el propio peso de los hechos genera.
¿Será tal vez nuestra raíz cultural hispánica, aquella que nos lleva a convertir en palabras todos los temas y creer que en la dramaturgia de los discursos se encuentran las soluciones, lo que nos empuja a olvidar aquello de “mejor que decir es hacer”?.
Tal vez…pero si así fuese sería bueno recordar que la fuerza de los hechos suele arrasar desde siempre a la de las palabras, que ciertamente no están para suplantarlos.
El gobernador Scioli estuvo en Mar del Plata en las últimas horas, justo en el momento en el que los restos del Sgto. Walter Barrera eran velados.
Prefirió una catarata de palabras al cumplimiento de una obligación fáctica irrenunciable que era hacerse presente en el lugar en el que se despedían los restos de un servidor policial que había perdido la vida por no hacer lo que tantos otros: mirar para el costado.
Servidor que además era su subordinado.
Una imagen triste, angustiante y repudiable. Una demostración más de la inmensa grieta existente entre gobernantes y gobernados. Scioli sabía que si se acercaba hasta el lugar del dolor le reclamarían por tantas mentiras, por tantos anuncios vacíos de contenido y por tanta indefensión en la que hoy se encuentran “sus” policías frente al delito.
Y prefirió el discurso de ocasión, la palabra hueca y….a seguir en sus propias cosas.
Lamentable, vergonzoso y habitual.
Tan habitual como convivir con la muerte y tratar de ignorar su presencia con pretextos.
Como en los 70, los 80, los 90….¿y hasta cuándo?.

¿Quién controla los colegios?
La reiteración de casos de abuso sexual que tiene como protagonistas a personal de las escuelas argentinas, sin distinción de escalafón ni carácter docente, y por víctimas a chicos de todos los niveles educativos, sin importar tampoco si estos corresponden a la enseñanza pública o privada, nos pone de frente a un drama social que indudablemente “estaba ahí” y nadie podía o quería ver.
Tal vez el cambio de costumbres, con la caída de viejos tabúes que se habían convertido en un verdadero andamiaje moral de nuestra sociedad, haya servido para abrir las ventanas y poder observar sin tapujo alguno lo que ocurría entre nosotros.
En algún punto esta situación nos recuerda otra, a veces perdida en el tiempo, que encontró a los argentinos “distraídos” frente a la infernal represión desatada por el estado. A metros nuestros se secuestraba, se torturaba, se mataba y se hacía desaparecer a miles de seres humanos sin que nos diésemos cuenta de nada.
Son entonces varios los esfuerzos que como comunidad tenemos por delante.
En primer lugar, aquella organización que todos financiamos en el supuesto de que resolverá los temas comunes que como sociedad nos ocupan y que es el estado, tendrá que revisar los cánones de ingreso en la docencia y al trabajo en las escuelas y preparar rápida y eficientemente un conjunto de seguimientos y evaluaciones permanentes para conocer en profundidad el estado psicofísico de toda persona que preste servicio en cercanía de los niños.
Existen hoy instrumentos suficientemente precisos como para tener un ajustado acercamiento a este tipo de circunstancias.
Pero también deberemos plantearnos como conjunto e individualmente que es lo que ocurre para que estas cuestiones ocultas puedan mantenerse así durante tanto tiempo sin que nos demos cuenta.
¿Es así, o queremos que sea así?.
Los abusos, las torturas, la corrupción, la droga, la delincuencia, la marginalidad, el alcoholismo juvenil, la pobreza extrema, el fenómeno de los barras bravas y tantas otras cosas nos anuncian sin intermediario alguno que al menos….hemos estado demasiado “distraídos”.