Por ahora, no hallan las fosas clandestinas

La Justicia federal inspeccionó predios del Tercer Cuerpo, pero no dio con los sitios apuntados por el represor Barreiro. La búsqueda continuará.

Ernesto-BarreiroLa primera inspección in situ que funcionarios de la Justicia federal de Córdoba realizaron ayer por la tarde en campos del Tercer Cuerpo de Ejército para tratar de ubicar los sitios donde, según el represor Ernesto Barreiro, podrían estar enterrados cuerpos de desaparecidos, dio resultado negativo.
No obstante, no hubo datos concluyentes como para descartar la existencia efectiva de esos lugares, con lo cual se descuenta que habrá nuevas recorridas, con el apoyo de elementos técnicos (GPS) y del Equipo de Antropología Forense, para ganar en precisión en la búsqueda.
Miembros del Tribunal Federal Oral N°1, encabezados por su presidente, Jaime Díaz Gavier, llevaron a esa zona al propio Barreiro y también a otros represores, para corroborar la veracidad o no de las sorprendentes declaraciones que por la mañana habían formulado al ser indagados en el juicio por lo ocurrido en el excentro clandestino de detención de La Perla.
Al hablar ante el tribunal, Ernesto “Nabo” Barreiro rompió todos los moldes previos de sus colegas militares en juicios por delitos de lesa humanidad. Justo cuando se evocaba a nivel mundial el Día de los Derechos Humanos, eligió dar información sobre tres posibles lugares de enterramientos clandestinos de personas desaparecidas durante la dictadura y también aportó supuestos nombres de esas víctimas.
Dos de los sitios señalados están en el predio del Tercer Cuerpo de Ejército, y un tercero, donde sólo habría sido enterrada una persona, cerca de Villa Ciudad América.
Barreiro dijo que cerca de La Perla, en los hornos de la Ochoa (donde ya se hallaron restos de personas, aún sin identificar), habrían sido enterradas 20 personas, de las que incluso aportó los nombres. Además, apuntó otro lugar cercano, supuestamente otro horno, donde habría otras cuatro personas desaparecidas enterradas.
Finalmente, dio el nombre de otra persona cuyos restos estarían cerca de la ruta 5, camino al dique Los Molinos, a la altura de Villa Ciudad América, en el departamento de Santa María.
Díaz Gavier precisó a este diario que las inspecciones de ayer partieron desde los hornos de la Ochoa hacia los alrededores, pero que no fue posible dar con el lugar exacto al que aludió Barreiro.
“El resultado fue negativo, pero todavía es muy prematuro descartar o afirmar algo. Vamos a seguir buscando y agotar posibilidades para determinar si los enterramientos existen o no”, dijo el funcionario. También comentó que en las recorridas encontraron restos de otros hornos de cal, por lo que habría que intensificar la búsqueda.
“Los acusados pueden declarar cualquier cosa y eso no es algo punible, pero personalmente no le veo sentido, porque no los beneficiaría en nada. Si mienten, a lo sumo nos harán perder unos días más, en un juicio que ya lleva dos años”, relativizó Díaz Gavier.
Previamente, al escuchar las declaraciones de Barreiro durante el juicio, el juez las había valorado a priori como “un hecho de mucha significación”, atento a que nunca antes los represores habían expresado voluntad de colaborar para esclarecer lo sucedido durante los años de plomo.
Más cauto se había mostrado Claudio Orosz, querellante por Hijos, quien de movida alertó que Barreiro podría estar “mintiendo”. De todos modos, el impacto de los dichos de Barreiro fue tal que hasta la presidenta Cristina Fernández se refirió a los mismos al encabezar un acto en Morón.

Torturador diabólico y cabecilla de los carapintada

Emblema. El nombre del represor Ernesto Barreiro se inscribe en los años de plomo como uno de los protagonistas centrales de la represión ilegal en el país. Más conocido por su apodo de “Nabo”, fue junto a Héctor Pedro Vergez, uno de los impulsores de la banda terrorista paraestatal Comando Libertadores de América, la versión cordobesa de la Triple A. Y en esa condición fue también uno de los jefes de torturadores del excentro clandestino de detención de La Perla, el más grande de los que funcionó en Córdoba y en el interior del país. Numerosos testimonios, vertidos ­incluso en procesos judiciales, lo identifican como uno de los cerebros de la denominada “patota” del III Cuerpo, conducida durante la última dictadura por el genocida Luciano Benjamín Menéndez.
Multiprocesado. Barreiro está imputado por 518 delitos: 228 privaciones ilegitimas de la libertad agravadas, 211 imposiciones de tormentos agravadas, 65 homicidios calificados, 13 imposiciones de tormentos seguidos de muerte y la sustracción de un menor de 10 años.

Betún golpista. Además, su participación como represor, tuvo otro perfil ya durante la democracia, cuando fue uno de los cabecillas de la recordada rebelión carapintada de 1987, durante el gobierno de Raúl Alfonsín. En aquel momento, los militares de estamentos intermedios se negaron a comparecer en juicios por delitos de lesa humanidad. Las rebeliones derivaron en el dictado de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, que los mantuvieron exculpados hasta que las leyes fueron derogadas por Néstor Kirchner. En la Semana Santa de 1987 Barreiro huyó de Córdoba y estuvo varios años en Estados Unidos, hasta que en 2007 fue descubierto en The Plains, un poblado del estado de Virginia, Estados Unidos, y deportado a nuestro país. Allí Barreiro atendía un local de venta de carteras y cuchillos gauchescos.

¿Colaboracionista? Barreiro volvió a estar en la picota ahora dando ­información a la Justicia sobre el ­posible paradero de desparecidos. No se sabe todavía si es un aporte real o sólo una puesta en escena.