El paraguas proteccionista que aplica el Gobierno para frenar el ingreso de bienes importados, hace que algunas empresas aprovechen la falta de competencia. Se suma que en la “patria sojera” se dejaron de hacer algunos hilados que ahora deben traerse de afuera. ¿Cómo se compone el costo de un jean?
Cuando alguien viaja al exterior, ya sea a destinos como Miami o Santiago de Chile, es común que la valija regrese cargada con ropa.
Sucede que las diferencias de precio son tan amplias que prendas similares pueden llegar a costar tres o hasta cuatro veces más aquí que afuera.
Incluso, hasta antes de la devaluación de enero, la Argentina llegó a ubicarse entre los mercados más costosos del mundo -en términos de dólar- a la hora de adquirir prendas como un jean básico o una remera clásica de marcas globales como Zara.
Un relevamiento de la Fundación ProTejer destaca que, durante los primeros siete meses del año, el rubro textil se enfrentó a “un escenario negativo, con caídas del nivel de ventas en volumen de entre el 12% y el 15%”.
No obstante, esta baja en la demanda que sufren las marcas, no se vio reflejada en una reducción en los precios de la ropa. Por el contrario, entre las firmas líderes, los ajustes al alza están a la orden del día.
Al analizar las razones por las cuales la indumentaria, especialmente la de etiquetas premium, mantiene precios elevados, una de las causas que impacta con fuerza tiene que ver con las trabas aduaneras, especialmente para el segmento de productos terminados.
Según los últimos datos disponibles, entre enero y agosto, la Argentina realizó importaciones del rubro textil por casi u$s1.000 millones. De ese total, el 80% correspondió a materias primas tales como hilados, tejidos planos y de punto, es decir, insumos clave para la industria.
Sólo el 20% restante estuvo explicado por prendas de vestir y confecciones hechas mayormente en el sudeste asiático y en Brasil.
Según datos del Ministerio de Industria, del total producido localmente, apenas 6% se exporta. Es decir que el grueso abastece la demanda local.
La contracara es que, para sostener toda esta estructura, la administración kirchnerista desde hace años debió poner en funcionamiento un gran “paraguas proteccionista” para que la actividad no sucumba ante la competencia del exterior.
Un referente del sector importador destacó que “el textil figura entre los tres rubros que más protección reciben por parte del Gobierno. Al haber una menor competencia, esto siempre termina generando que la industria local pueda aplicar márgenes mayores, que terminan elevando el precio final de venta”.
El directivo agregó que “la gran mayoría de las prendas para consumo que llegan de afuera sufren dos tipos de trabas: primero se le aplica el arancel externo más elevado que permite el Mercosur, que es una tasa del 35%”.
“Luego -continuó-, los importadores padecen el régimen de administración del comercio, que se fue acentuando en los últimos años, conforme se agravó el atraso cambiario”.
Así, según detalló, los empresarios que intentaron traer productos del exterior se fueron enfrentando con el régimen de Licencias no Automáticas (que manejó Guillermo Moreno hasta antes de su partida), la regla del “1 a 1” (que obligaba a exportar por el mismo monto que se pretendía importar) y las actuales Declaraciones Juradas Anticipadas de Importación.
Según datos de ProTejer, las compras de indumentaria al exterior vienen cayendo a un ritmo del 21% promedio en los últimos tres años, medidas en volúmenes, muy por encima de la baja que sufrió el consumo en ese mismo período.
Según el referente del sector consultado por iProfesional, “en un 70% de los casos, la caída en el ritmo de importaciones obedece a trabas aduaneras y administrativas. El resto, es decir un porcentaje mucho más bajo, se explica por una menor demanda debido a la baja del consumo”.
Así las cosas, el experto destacó que “cuando se achica la sana competencia, esto contribuye a crear un mercado cautivo y a generar distorsiones en los precios”.
Para los expertos, esta consecuencia responde a la política de administración del comercio propia del “modelo K”, dado que dichas distorsiones en los valores que pagan los argentinos también se observan en otros rubros como el tecnológico o el automotriz, donde la producción nacional debe ser amparada con una férrea política de aranceles e impuestos, o incluso con trabas no escritas.
Además, un factor en común entre estas ramas de actividad, incluida la textil, es la alta dependencia de los insumos importados.
Hasta agosto, este sector acumulaba compras de materia prima, tejidos e hilados por más de u$s700 millones, con un déficit comercial global de casi u$s600 millones.
En este sentido, los países que lideran la tabla de proveedores de materia prima para el “Made in Argentina” son China y Brasil.
Según datos de ProTejer, el país asiático lleva la delantera, dado que de allí proviene casi un 40% de los insumos textiles, mientras que el país vecino aporta un 21%.
Si bien la materia prima en general se rige por precio internacional y está atada a las variaciones del dólar (independientemente del origen), “el hecho de tener que depender tanto de hilados y tejidos de afuera, en medio de trabas aduaneras y con los altos costos logísticos, hace inevitable que se encarezca el precio de los insumos”, aseguró un referente de la industria, que pidió estricto off the record.
Un caso particular es el de la fibra de algodón. Durante décadas, la Argentina gozaba de autoabastecimiento de este producto clave. Sin embargo, conforme se expandió la explotación sojera (que le quitó hectáreas a este cultivo) y comenzó a crecer la industria textil, la producción local no alcanzó para cubrir la demanda, de modo que el país debió comenzar a recurrir a las importaciones de esta fibra.
Cabe destacar que en las últimas campañas la producción de algodón experimentó una recuperación, hasta alcanzar las 750.000 toneladas.
Esta cifra se ubica por encima del promedio 2003-2009, cuando este registro se movió en torno de las 400.000 toneladas. Sin embargo, por el momento sigue muy por debajo de los niveles de mediados de los años ´90, cuando la producción llegó a las 1,3 millón de toneladas.
A ojos de los industriales, las trabas aduaneras y la dependencia de las importaciones son argumentos son una causa que sirve para explicar por qué la ropa de primeras marcas (especialmente las que se operan en los shoppings y en las zonas comerciales más importantes del país) hoy resulta tan cara. Pero hay otras.
Bajo la óptica del economista Mariano Kestelboim, ex gerente de ProTejer, “actualmente se paga un fuerte sobreprecio sólo por un tema de etiqueta y el cliente, lo que termina haciendo, es afrontar gastos muy elevados y que están asociados a las campañas de marketing”.
Según datos de la entidad, fabricar un jean de primera línea en la Argentina, que será comercializado a un precio cercano a los $900, hoy tiene un costo de apenas $130, incluyendo desde la materia prima hasta los gastos de fletes y seguro, pasando por la ganancia de los confeccionistas.
Claro que dicho costo irá engrosándose considerablemente a lo largo de la cadena: una vez que el jean sale de la fábrica, si éste es comercializado en un local de una firma conocida, entonces habrá que sumarle otros $175 en concepto de gastos de marketing y la propia ganancia de la compañía.
Eso no es todo: en el camino se le habrán adicionado unos $280 por de “gastos comerciales y de ocupación”. En buen romance, esto no es más que el proporcional del costo del alquiler del local, a lo que habrá que sumar unos $72 por cargos financieros.
Pero el largo camino del jean, desde que sale de la fábrica hasta que llega a un comprador, no termina allí: a esto habrá que adicionarle cerca de $240 de impuestos, que tienen una incidencia del 27%.
Así es como al final de su recorrido, este jean de marca premium puesto en un estante en un shopping tranquilamente podrá cotizar a $900, es decir, siete veces más que su valor de fabricación.
Tal como se desprende del gráfico, los gastos asociados al marketing de una prenda ($116) pueden llegar a casi triplicar los costos de la materia prima ($41).
En tanto que los vinculados al “derecho de piso” que debe convalidar una marca por ocupar un local con una renta elevada ($280 por producto, promedio) pueden resultar hasta 35 veces superiores a la ganancia de las fábricas por cada unidad confeccionada.
Ariel Schale, director ejecutivo de ProTejer, se quejó por el hecho de que “de un jean que sale $900, la industria recibe solamente un 15%. Y esto se explica por los altos costos asociados a la comercialización”.
El experto agregó que, “en el caso de los locales que operan en centros comerciales, un 8% de la facturación se la lleva el centro comercial y otro 3% el sistema financiero”.
Además, desde ProTejer apuntaron contra las condiciones que suelen fijar algunos shoppings, variables que terminan incidiendo sobre el precio final de una prenda: “Las marcas, en general, deben hacer frente al costo de admisión, conocido como ‘llave’, que equivale a entre 20 y 28 alquileres, los cuales deben pagarse con cada renovación de contrato”.
Además, señalaron otros ítems asociados que inciden fuertemente en los costos de comercialización: “Las expensas administradas por los shoppings, para un local muy bien ubicado de unos 100m2, pueden llegar a estar en cerca de $30.000 mensuales”.
Esta situación no es privativa de la Ciudad de Buenos Aires, sino que también se observa en el interior. Alberto Minzer, presidente de la Cámara Empresaria de Mendoza (Cecitys), señalaba recientemente que “al precio de un pantalón que llega a un precio determinado hay que sumarle 40% por las cargas tributarias. A eso después hay que agregarle alquiler, luz, posnet, sueldos… muchísimos costos que están implicados en la actividad comercial”.
El empresario se quejó de que un local que cumple con todas las obligaciones tributarias y laborales, nunca podrá igualar los valores que se manejan en otros canales comerciales, en alusión a los bajos precios de La Salada.
Molesto por el enorme gap entre el precio de fábrica y el de venta, el entonces secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, ingenió la marca “NyP” (Nacional y Popular), con la que buscaba acortar la cadena comercial y bajar gastos.
“No puede ser que un jean que afuera vale $80 acá lo vendan a $400”, disparaba un ofuscado funcionario, a comienzos de 2013.
Sin embargo a casi un año y medio de su lanzamiento, la propuesta nunca tuvo el peso suficiente como para influir en el mercado y forzar los precios a la baja.