Y entonces, ¿quién?

La imagen conmovió a los marplatenses la mañana del lunes 12 de enero. Inmediatamente se viralizó, y horas después era tapa de portales digitales de todo el país. Victoria Montenegro era el rostro del dolor y el abuso de poder que en la Argentina se define como femicidio; todo había ocurrido en una fiesta de verano organizada por una marca de telefonía celular, en el balneario Destino Arena.

La mayor parte de esta historia ha sido conocida por el relato de la propia víctima en su Facebook y en los medios, en particular los nacionales. De lo relatado surge que Cristian Pilloti, empleado municipal que durante varios años había sido su pareja, la abordó en la fiesta, e insultándola la tomó por el cuello, la arrastró afuera del lugar y la molió a golpes, dejándola al borde de la inconsciencia. Todo ocurrió el 7 de enero, y no trascendió hasta que la víctima lo denunció en su Facebook.
Un testigo ocasional, amigo personal, relató en la 99.9 que estando en dicha fiesta advirtió lo que ocurría, y solicitó a  la seguridad del evento que actuara para impedir el ataque. La respuesta recibida fue: “Es un tema de pareja, no me meto porque luego tengo problemas yo”.
En su relato, Vicky señala que Pilloti la dejó tirada ya en estado deplorable en casa de un amigo. De allí la chica se dirigió a la Comisaría de la Mujer a efectuar la denuncia, pero no pudo completar el trámite porque se desvaneció como consecuencia de los golpes. La siguiente parada fue la Clínica Pueyrredón.
Entonces, recapitulando: la seguridad de la fiesta en cuestión no actúa, no interviene per se ante la consumación de un evidente acto de abuso y violencia, y tampoco llama al 911 para solicitar intervención policial. En la Comisaría de la Mujer la denuncia no se concreta por desvanecimiento y posterior traslado de la víctima a la clínica, y la Pueyrredón no hace ningún tipo de denuncia formal sobre esta paciente recibida. Esta secuencia fue corroborada por Noelia Barbas, de MUMALA, en la 99.9. Barbas sostuvo que todo es consecuencia de la naturalización de la violencia sobre la mujer que padece la sociedad contemporánea. Digo contemporánea y no argentina, porque el tema de la indiferencia ante estos hechos es un drama global.
A partir de revelados y viralizados los hechos, comenzó el circo de los poderes públicos, vergonzante en todo su derrotero. La municipalidad anuncia sanciones para Cristian Pilloti en la persona del titular del ente para el que trabaja, el EMViAL. Santiago Bonifatti es abogado, quizá no conozca el procedimiento legal administrativo, pero los anuncios de sanciones son eso, anuncios sin carnadura legal suficiente, por triste que parezca. Decir, como señaló la comuna, que está al lado de Montenegro desde el primer momento, es otra charada infame para quedar mediáticamente bien posicionados.
Donde la vergüenza no debiera permitirles pasear por la calle es en el accionar de la justicia de garantías. Gonzalo Bayer, abogado de Cristian Pilloti, lo puso a derecho horas después de viralizada la denuncia de Montenegro vía Facebook. Le contestaron que se fuera con su pupilo, que no había nada en contra de él. En el mismo día, el juez Juan Tapia lo hace detener en su hogar y lo sacan con la cara tapada y rodeado de todos los medios nacionales y locales. ¿Hacía falta este circo, tapar el rostro de Pilloti? ¿Para qué, para no afectar el reconocimiento en rueda de testigos? Pilloti está confeso en sus actos, y su denunciante es su víctima directa. El rostro de Pilloti aparece en la búsqueda de Google 62.906 veces.
Hay demasiada tilinguearía y demasiada inacción de actores públicos que en algunos casos, como el del juez Tapia, perciben muy buen dinero público por un trabajo que no hacen como es debido a favor de la sociedad.