Lejos de la euforia expuesta en títulos por la maquinaria comunicacional, los números de la temporada alta no son buenos, y queda expuesto en pinceladas que develan lo ciertamente ocurrido. En febrero se produjo una drástica reducción de plazas en gastronomía. Un caso: los concesionarios del balneario “Destino Arena” -famoso este año por ser el sitio donde se produjo el sonado caso de la agresión a Vicky Montenegro por parte de su ex novio empleado municipal- comunicaron al personal el 1 de febrero que la temporada había concluido. Hoy están en disputa por pagos incumplidos. ¿El motivo?: “enero fue muy malo, los números no dan”. Esta es una constante: los números no dan, y se repite por todo el espinel que vincula esta urbe de casi un millón de habitantes con el turismo.
Amén de ello, la ciudad exhibió en muchos aspectos su peor rostro; el de los trapitos es un caso fácil de detectar, salvo para Inspección General y los responsables de la seguridad pública. Prima una confusión espantosa de roles y responsabilidades; el titular de Inspección General, Eduardo Bruzzeta, se refiere a su jefe directo Adrián Alveolite como “el jefe de la policía”. ¿? Un absurdo, por cierto, que ha provocado este verano todo tipo de cortocircuitos con el comisario general Hugo Gabriel Matzkin. Nada estuvo coordinado, cada uno hizo la suya, y los funcionarios con cargos en el medio sudando mal.
Esto trajo que ciertas zonas de la ciudad, en particular de la jurisdicción de la Comisaría Novena y Casino, fueran casi áreas liberadas. En la cafetería de Alem y Formosa, en horas de la tarde, funcionario judicial comparte café con su esposa en pedana que mira a la vereda. Se acerca una señora que interroga sin saber que habla con un integrante de una fiscalía de la ciudad: “Señor, el hombre ese que está ahí me pide cincuenta pesos para estacionar. ¿Debo pagar?”; respuesta: “no señora, no pague nada; en esta zona no hay estacionamiento medido”. Acto seguido, el sujeto en cuestión se acerca al parroquiano para interpelarlo: “¿y vos quién sos para decir que no me paguen? Yo estoy acá ganándome la vida”. La historia tiene una primera conclusión con la intervención policial y la detención del “trapito”, que se justificaba en el precio que buscaba percibir en que él “tenía que pagarle a la Novena”.
Y digo primera conclusión porque, retirado del lugar el personaje, minutos después, en la misma cuadra, ya había otro trapito recorriéndola, en perfil más bajo. En una de las detenciones efectuadas este verano, uno de los “trapitos” tenía para el mediodía seis mil pesos en los bolsillos. Obvio que podría ser considerada una de las actividades más rentables de la temporada: sin AFIP, sin ARBA o gabelas comunales, sin Ministerio de Trabajo.
El SIVARA (Sindicato de Vendedores Ambulantes de la República Argentina) anunció recientemente la regularización de vendedores que trabajan en el Estadio Mundialista. Sin embargo, en otro extremo de la ciudad, Inspección General decomisa a los vendedores sus carros y productos sin contemplación alguna, despojándolos de la mercadería en medio de acciones que poco y nada tiene que ver con las ordenanzas vigentes sino con acuerdos bajo presión. Un ámbito demasiado atravesado por grises donde circula mucho dinero que va a bolsillos muy concretos. Algo que de Gustavo Arnaldo Pulti hacia abajo en la cadena de comando municipal, nadie ignora.