Estadio que revienta de gente. Sobreventa descarada que casi duplica la capacidad del recinto. Desmanes en las tribunas entre quienes afirman haber adquirido la entrada legalmente. Partido suspendido y un campeonato sudamericano que queda sin definición. ¿Dónde? En cancha de GEBA. ¿Quiénes? Argentina y Uruguay. ¿Año?: 1916…
Fue la primera “rioplatense”, pero tenemos antecedentes previos en Boca-River. Año 1913, primer “superclásico” en cancha de Racing. Empezó 40 minutos después porque no llegaba el árbitro; a los 25 del segundo tiempo comienza el espectáculo: trompada va, trompada viene en la cancha, contagiado a las tribunas. Los barras de River paraban en el bar “Las camelias”, en Brown y Pinzón; los de Boca en el “París”, a la vuelta. Nacía la guerra interminable entre “La 12” y “Los borrachos del tablón”. Esta historia de los barras y la violencia es vieja, y empeora.
Luego los “Diablos Rojos” y la “Guardia Imperial” decorarían las calles y las tribunas de Avellaneda con el mismo descontrol, que cada vez se fue pareciendo menos a la pasión futbolera, para transformarse en un negocio con heridos, muertes y buenos dividendos. Gustavo Veiga es periodista de investigación y nos cuenta el resultado de sus trabajos.
“Detrás de algunos hombres de peso político se dirimen internas apelando a las barras bravas”.Gustavo Veiga
Noticias & Protagonistas: Como casi todos los días hay fútbol, se vuelve cotidiana la violencia de las barras en un escenario que ya no tiene nada que ver con el deporte, ¿verdad?
Gustavo Veiga: No, para nada; hoy está todo mercantilizado. Los barras son sujetos que actúan “en” el fútbol pero de lunes a viernes son grupos de choque de políticos, sindicalistas, mano de obra desocupada para tareas como romper asambleas estudiantiles y otras actividades diversas que los convirtieron en pymes del descontrol y la violencia institucionalizados en la Argentina desde hace tres décadas. Creció tanto, que algún protagonista vinculado a ellos aparece vinculado a algún delito casi todos los días.
N&P: ¿Ve algún tipo de solución?
GV: Lamentablemente ninguna inmediata, en la medida en que no se comprometan seriamente distintos sectores responsables. Si ponemos el acento sólo en los dirigentes de fútbol y los políticos, estaríamos buscamos la solución entre quienes generaron el problema. Podríamos hablar horas; yo escribí “Donde manda la patota; barrabravas, poder y política” en 1998. No cambió mucho porque se repiten las historias con otros nombres, pero no se modifica la matriz.
N&P: Allí usted cuenta que el fenómeno se inicia con Rousselot, con Barrionuevo, pero Alberto Fernández estaba ligado a la barra de Argentinos Juniors, Moyano a la de Independiente, donde Cantero le da batalla en soledad. ¿En el interior es igual?
GV: Sí, porque la proximidad de los punteros políticos con estos personajes es diaria. Con el dirigente de fútbol se encuentran una vez por semana, pero con los políticos o sindicalistas se encuentran en asambleas, congresos, etc. Recordemos el enfrenamiento entre los moyanistas de Camioneros y la barra de Independiente, con la UOCRA y la barra de Estudiantes cuando fue el traslado de los restos de Perón a San Vicente. Fue una batalla campal, estaba “Madona” Quiroz, pistolero del sindicato de Moyano, y del otro lado estaba el “Pata” Medina, uno de los más pesados, que hasta amenazó con quemar la destilería de Ensenada.
N&P: Toda esta gente fue armando su negocio…
GV: Sí claro, y amplificándolo. Es un problema que trataron de interpretar los sociólogos, los psicólogos, analizando la cultura del aguante como vínculo. Se habla de los hinchas militantes, se establecieron paradigmas para describir el fenómeno, que en Argentina se traslada porque vienen barras de afuera a hacer cursos de verano: los de Boca y River.
N&P: Por ahora no pagan costos. Tanto es así, que la propia Cristina Fernández hizo un homenaje a los que “en los para avalanchas alientan y alientan”. Es un tema denso, entonces.
GV: Está muy arraigado en el folklore del fútbol. Algunos políticos creen que esto aportaría votos, voluntades. Cuando investigué en 1998, hubo algunos que me dijeron que había barras que traían mil votos de cada distrito a cambio de dinero. Se erra en políticos, discursos, medidas; si bien hay voluntad, no se va contra el fondo.
N&P: ¿En Argentina es más difícil? Porque hay otros lugares donde lo resolvieron.
GV: Sí, es más difícil porque tienen una relación a través de los años simbiótica con un partido como el justicialista. Ojo, la UCR también tiene barras en Boca, pero el PJ es hegemónico, y esto, en otros lugares del mundo, no lo entienden. Funcionarios de seguridad de España, por ejemplo un asturiano a que vino a la Argentina, no podía creer lo que le contaba: para él era inimaginable que la izquierda o la derecha establecieran estos vínculos; podría darse con neonazis o marginales, pero no hinchadas de fútbol. La relación con punteros distritales es eso; después, si quieren poner nombre y apellido, aparecerán intendentes, o el jefe de la barra en reuniones públicas. Esto pasa en Tandil, en Junín, en Buenos Aires, en el conurbano, en Mar del Plata, en cada intendencia: detrás de algún hombre de peso se dirimen las internas apelando a estos grupos.
Pa´lo que gusten mandar
Estos sujetos se han transformado en auténticos todoterreno, involucrados como están en situaciones violentas de todo tipo y cada vez más descontroladas. Hace apenas unas semanas, “capos” de “La guardia Imperial”, la hinchada de Racing, se floreaba en un crucero y de paso hacía papelones de borrachos y violentos durante la travesía. Para después pasearse como si nada, con una impunidad que asusta.
“Lo que ocurre es que hay corporaciones involucradas –asegura Veiga-: una es el Poder Judicial, y la otra es la Policía, que en vez de ser el brazo armado del Estado, se vuelve cómplice por error, omisión, o por decisión, al compartir con los barras el negocio del estacionamiento en los estadios”, señala con valentía.
En efecto, uno ve que “el Rafa” Dizeo estuvo preso, pero ¿cuánto?; lo mismo le pasó a José Barrita, ambos de la hinchada de Boca Juniors. “Pero también pasa con la de River – aclara enseguida el entrevistado-: algunos hasta tienen dictada la prisión perpetua, pero siguen en la calle hasta que esté agotada la vía judicial; como se alarga, se estira, se sienten impunes y la sociedad no entiende”. Cuenta que días pasados, estando en una casa de comidas, a una mesa de diferencia vio sentado a Alan Schenkler, uno de los barras de River condenado por la muerte de Gonzalo Acro, comiendo como si nada hubiese sucedido.
En circunstancias similares, se ha visto en nuestra ciudad gente haciendo cola para pedirle un autógrafo al Rafa Dizeo, más conocido que cualquier científico destacado por la gente del común. “A más popular el club, más dinero y poder manejan –explica Veiga-; fueron a mundiales con apoyo oficial, tienen prebendas que paga el hincha, están legitimados hasta en política”. Pensar que en 1974 el comisario Villar, padre de la Triple A, también los convocaba para enfrentar “la subversión marxista” en las tribunas. Sí, así, va a ser difícil.