Ya son trescientos los niños que cada semana pasan por las aulas del Proyecto Ballet Paraisópolis.
Son las diez de la mañana y en la favela de Paraisópolis, la segunda mayor de Sao Paulo, suena música clásica. Hace ya una hora que veinte niños siguen las indicaciones del profesor con disciplina de hierro: es el ballet intentando ganar la batalla a la delincuencia.
«Estamos sacando a los jóvenes de la criminalidad»,ha explicado a la agencia Efe la bailarina Mónica Tarragó, quien hace tres años decidió cruzar las calles que separan Morumbí, uno de los barrios más ricos de la ciudad, para adentrarse en Paraisópolis y aportar su «granito de arena a la sociedad».
Desde entonces y gracias al apoyo de la asociación de vecinos, ya son trescientos los niños que cada semana pasan por las aulas del Proyecto Ballet Paraisópolis y prueban que un maillot y unas zapatillas de danza pueden combatir la delincuencia.
Para participar en la iniciativa, totalmente gratuita, los niños tan sólo deben cumplir dos condiciones: estar matriculados en la escuela e ir a todas las clases, dos requisitos que no siempre son fáciles de cumplir, especialmente debido a la situación socioeconómica de las familias a las que pertenecen.
«Son chicos que viven en la miseria absoluta», ha resaltado Tarragó. Y se apresura en agregar: «Si cada uno hacemos nuestra parte, conseguiremos salir adelante».
De hecho, como ella misma relata, la comunidad ha acogido tan bien el proyecto que ya hay 800 menores en lista de espera para participar en el curso, que dura ocho años y donde, además de baile, también aprenden a llevar un ritmo de vida saludable y una alimentación equilibrada.
Sin embargo, «la organización y la disciplina» son los dos pilares con los que cuenta la comunidad para alejar a los moradores de la criminalidad. Aunque no son los únicos.
El arte, en todas sus formas, se ha convertido en los últimos tiempos en la herramienta clave para lograr convertir una favela en un barrio, ya que, con 800.000 habitantes, Paraisópolis está determinada a dar un giro a su porvenir y dejar de ser una región marginal en el oeste de la mayor urbe latinoamericana.
Un espectáculo de la compañía de ballet, una presentación de las orquestas filarmónicas locales o la visita al estudio de la radio comunitaria complementan la ruta cultural «Paraisópolis de las Artes», que incluye todavía dos paradas más.
La primera es en un taller de reparación de coches y motos regentado por Berbela, un mecánico con dotes de artesano que da vida a cualquier forma imaginable, desde cocodrilos a grillos, mesas de decoración o Harley-Davidson con tuercas, tornillos, engranajes, clavos y cadenas soldadas a piezas de motor desechadas.
Aunque el plato fuerte viene de la mano de Estevão Silva Conceição, el «Gaudí brasileño», cuya ambición de tener un jardín lo llevó a construir, durante treinta años, su propia «Casa de Piedra» usando todo lo que tenía a su alcance: gafas, cámaras, monedas, vasijas, platos, cerámica, muñecos, souvenir e incluso móviles.
Impulsado por la agrupación vecinal, el itinerario cultural muestra al visitante proyectos artísticos y sociales que se desarrollan en la favela para intentar «revertir la visión de una comunidad carente», tal como señaló Isaac Bezerra, uno de los moradores.
«La mayoría de las personas de la comunidad son trabajadoras y honestas pero sin motivación ni oportunidades. Esperamos que esta ruta consiga cambiar un poco la concepción de los visitantes sobre qué es una favela», ha concluido Juliana Gonçalvez, vicepresidenta de la Asociación de Vecinos.