El economista y periodista Mariano Kestelboim, integrante de la Fundación ProTejer, se refirió esta mañana en la 99.9 al problema de los talleres clandestinos que hoy está en plena discusión. Aclaró que “las posibilidades de incremento de productividad de los talleres con sistemas modernos y economías de escala adecuadas, se podría duplicar”
Los talleres clandestinos se han transformado en un tópico nacional, después del trágico hecho sucedido en Buenos Aires. La discusión está planteada y no abarca solamente lo que pasa dentro de estos lugares dedicados a la explotación.
El periodista y economista Mariano Kestelboim abordó esta problemática en la mañana de hoy a través de la 99.9 y destacó que se llega a estos extremos por un factor muy simple: “es la codicia y un sistema capitalista lo que lleve a niveles de explotación así”. Luego abundó: “hay cadenas de intermediación que se van sucediendo y el último eslabón termina muy perjudicado. Las posibilidades de incremento de productividad de los talleres con sistemas modernos y economías de escala adecuadas, se podría duplicar”.
Hay maneras de brindar herramientas claras para que se produzca un contexto económico que permita a las personas trabajar en condiciones normales y, principalmente, registrados: “en la medida que aumentan los volúmenes de producción, se achican puntos muertos en el proceso productivo que permite aumentar la productividad y con economías de escalas más alta pueden negociar los talleres mejores precios tanto de venta como de compra. Lo que está faltando es una estrategia ofensiva para que los talleres se transformen en fábricas modernas”, señaló Kestelboim.
Sin embargo, lejos de eso, se trata de reducir los costos de la producción para equipararlo con la mano de obra de otros países que producen las prendas en situaciones incluso de peor índole: “hace un poco vi un video de La Alameda donde mostraban que los trabajadores de Cheeky cobran 1.800 pesos, trasladado a dólar en el cambio parelelo resulta 5 o 6 veces más de lo que cobran en Bangladesh, por ejemplo. En estas condiciones es imposible competir, pero está la variable de la codicia. Un jean que se puede vender entre 1.000 y 1.500 pesos tiene un costo de fabricación de 200 pesos y una mano de obra que incide en un 1% como máximo y si se pone en blanco sería de un 2%”, aclaró.
También dejó en claro que el precio realmente mantiene muy poca relación con la manufactura de las prendas y más con un posicionamiento de mercado: “esto de definir el precio por estructura de costos no es real. Las empresas fijan sus precios en relación al estatus de mercado y de marca que quieren alcanzar; además de lo que la demanda convalida”, destacó.
A pesar de estas condiciones tan difíciles hay algunas empresas que trabajan de la forma correcta. Hay pocas, pero existen. Incluso Kestelboim destacó una en nuestra ciudad: “hay una fábrica de sweaters en Mar del Plata que es modelo. Tienen todo registrado, con un sistema de producción admirable desde lo tecnológico. Tienen la cadena de valor absolutamente integrada desde que reciben la fibra hasta que la prenda está empaquetada para el consumidor”.